CINCO LECCIONES QUE NOS DIO GRETA GERWIG CON LADY BIRD
Parece que fue ayer, pero dos años hace ya desde que Greta Gerwig sorprendió y emocionó a medio mundo con Lady Bird, su primera incursión en solitario en el ejercicio de dirección. La película, también escrita por la actriz de Frances Ha, supuso un fuerte golpe en los despachos de Hollywood llegando como un pequeño underdog independiente que logró entrar con un 100% de críticas positivas en el selecto club de las películas mejor valoradas en Rotten Tomatoes (hasta que uno de los críticos decidió suspenderla en la web, bajando su calificación global, por no estar de acuerdo de forma manifiesta con la nota obtenida). El camino a la gloria de la película protagonizada por Laurie Metcalf y Saoirse Ronan, como madre e hija, no hacía más que empezar. Su protagonismo durante la carrera de premios de su año fue indudable, consiguiendo el premio de la crítica de Nueva York, el Globo de Oro a mejor película comedia/musical y cinco de las principales nominaciones a los premios Oscar, incluyendo película, dirección, guion, actriz principal y secundaria. The New York Times la calificó como una película “perfecta”, Steven Spielberg pidió expresamente sentarse al lado de Greta Gerwig en la tradicional comida de nominados y Bradley Cooper declaró públicamente su amor por la película confirmando que votó por ella en la categoría reina. Finalmente, no hubo demasiada suerte en la gran noche del cine de Hollywood para la cinta de la siempre interesante y atrevida distribuidora A24, pero pocas películas pueden presumir de haber dejado un legado tan importante en el cine que viene y, sobre todo, en el público que la disfrutó. Lady Bird está construida con el fin de emocionar y reflexionar a golpe de esas pequeñas situaciones cotidianas que todos pasamos por alto hasta que nos ponen un espejo delante. Gerwig nos dio a todos (industria y espectadores) una masterclass de la que podemos sacar una serie de lecciones para tratar de hacer las cosas mejor y sonreírle un poquito más a la vida. Por ello, y con motivo del estreno del extraordinario nuevo film de la directora, guionista y actriz, Mujercitas, recogemos las cinco lecciones que la de Sacramento nos enseñó con su Lady Bird.
DEJA TODO LO QUE ESTÉS HACIENDO Y LLAMA A TU MADRE
La figura de la madre es una de las más explotadas en el cine, casi siempre representadas en un segundo plano y con una mochila muy pesada a sus espaldas (Brenda Fricker en Mi pie izquierdo, Sally Field en Forrest Gump o Jackie Weaver en El lado bueno de las cosas). Muy rara vez, de forma residual, el cine de Hollywood se ha tomado el tiempo y la molestia de mostrar a “la madre” de forma prioritaria (Uma Thurman en Kill Bill, Cecilia Roth en Todo sobre mi madre o Tilda Swinton en Tenemos que hablar de Kevin). El de Lady Bird podría ser, en principio, un caso del primer grupo. El personaje de Laurie Metcalf está al servicio del de Saoirse Ronan pero, si has visto la película (y si estás aquí es que, no solo las visto, sino que es un poquito especial para ti) sabes que el coprotagonismo resulta finalmente fundamental para ambos personajes.
Lady Bird es un coming-of-age en el que Christine descubre quién es, pero por encima de todo, es una historia de amor de madre e hija. Gerwig logró representar la relación materno-filial con una realidad que pocas veces hemos visto en el cine. Tradicionalmente la exploración de las relaciones familiares ha ido a cargo del padre y del hijo de la familia (Una cuestión de tiempo, Gente Corriente, Buscando a Nemo, En busca de la felicidad…) Si pensamos en ejemplos que representen la relación entre madre e hijas en el cine comercial tardaríamos un poco más en responder. Mamma mía!, Quédate a mi lado o Magnolias de acero (siempre denostadas o infravaloradas, por otra parte, por un sector amplio del público, algo que no ocurriría con los primeros ejemplos) serían las más destacadas. Y entonces llega Greta Gerwig y coloca su película en el Olimpo del subgénero.
Marion es la madre de Lady Bird, pero perfectamente podría ser la madre de cada uno de nosotros. Todos nos hemos podido ver representados en alguna de las situaciones que nos regala Gerwig: la conversación inicial en el coche (sin el susto final, por favor), enfados en los que sabes que ninguna de las dos quiere seguir enfadada (la escena de Marion fregando los platos mientras Lady Bird la suplica que la hable es de las muchas maravillas de la película) o la estúpida dificultad que a veces resulta decir te quiero y que marca toda la parte final de la cinta.
Lady Bird nos muestra desde el principio una relación complicada pero, de nuevo, tremendamente real, entre los personajes de Metcalf y la actriz de Brooklyn. No obstante, ambas son conscientes del gran amor que existe entre ellas y en ningún momento lo ponen en duda. La llamada de teléfono de Christine al final de la película lo materializa y, de paso, nos da un aviso: llamemos a nuestras madres mientras tengamos el lujo de hacerlo y regalémoslas un «gracias» y un «te quiero» que… mira, no cuesta nada.
LA ADOLESCENCIA ES UNA MIERDA. LO MEJOR ESTÁ POR LLEGAR.
Vamos a ser claros. Si piensas que la adolescencia es la mejor etapa en la vida de alguien, es que en el instituto jugabas al fútbol y/o tenías cada día un montón de notificaciones verdes en la portada de Tuenti, porque para el resto de los mortales es un infierno. Es ese tiempo en el que no soportas ni aprecias lo que hacen tus padres por ti, deseas ser alguien que no eres, tratas de aparentar popularidad sacrificando hasta a tus amigos de toda la vida, vas detrás de cualquier imbécil con aire misterioso y pelo rizado como un payaso en celo… vamos, todo lo que hace Lady Bird en la película.
Sin embargo, en este punto no nos vamos a centrar en la figura de la protagonista, sino en los personajes secundarios. Si hay algo que brilla en Lady Bird es, por una parte, el uso de la elipsis (algo muy de agradecer) y, por otra, los maravillosamente escritos personajes de reparto. No hay ninguno que despunte por encima de la protagonista, pero Gerwig los dibuja de tal manera que es imposible olvidarse de alguno de ellos. Todos los personajes adolescentes, ya sea amigos, familia o amores de Lady Bird, viven su adolescencia en Sacramento de una manera que se siente real y que cualquiera puede extrapolar a su entorno. Y todos tienen algo en común: por unas cosas o por otras, su pubertad no es como ellos desearían.
Comenzamos con Julie, la mejor amiga de Lady Bird interpretada por una fantástica Beanie Feldstein. No sé vosotros, pero a nosotros nos encantaría tener una amiga como Julie: divertida, inteligente, dulce y con las cosas claras. Gracias a Gerwig, Feldstein tiene una de las mejores frases de la película que cae como una losa en el espectador: “hay gente que no está hecha para ser feliz”. No podemos esperar a ver más películas con la actriz de Súper empollonas, incluyendo el ambicioso musical de 20 años de rodaje que ya prepara junto a Ben Platt y Richard Linklater.
Luego tenemos a Danny, el primer novio de la protagonista interpretado por Lucas Hedges, y con el que demuestra (una vez más) que es el actor más prometedor de su generación. El nominada al Oscar por Manchester frente al mar ofrece un recital de habilidades musicales e interpretativas, sin salirse de su riguroso papel secundario, con escenas tan potentes y reales como su derrumbamiento ante Lady Bird al salir del armario con ella.
Y llegamos a Timothée, su majestad Timothée Chalamet, con el personaje más odioso que ha interpretado en su (aún corta, pero imparable) carrera, y con el que más irresistible le vamos a poder ver en toda su vida. Kyle, el chico que no ha mentido en dos años, es el segundo interés amoroso de la protagonista a la que conquista a golpe de… ¿nada? Realmente no dice o hace nada. Solo mira con aires de superioridad y, cuando dice algo, es para corregir a alguien (de hecho es lo primero que hace al empezar a hablar con Lady Bird) o para soltar alguna frase de las típicas cuentas intensas de Twitter. Aunque su participación en la película es corta, es innegable que ha dejado poso entre la cinefilia. Prueba de ello es que de lo más comentado de la nueva Mujercitas sea su segunda participación con Ronan y Gerwig en el papel de Laurie.
Por supuesto, hay más personajes secundarios y es curioso que cuya principal finalidad sea la de ayudar a perfilar mejor el personaje de Laurie Metcalf: Tracy Letts como el padre de la familia, el hermano de Christine y su novia a la que Marion acoge en su casa, el profesor de teatro quien acude a ella en un momento muy bonito de la historia…
YA SOMOS LA MEJOR VERSIÓN DE NOSOTROS MISMOS
Tranquilos, no hemos vuelto a 2013 y a su explosión de libros de autoayuda, pero lo que afirmó Greta Gerwig con “ser la mejor versión de uno mismo” es de amén. Hay veces en las que es complicado pensar en aquellas situaciones de nuestra adolescencia (y tampoco es necesario irse tan atrás) en las que no nos hemos sentido perfectamente incluidos en un grupo. La sensación de querer ser una persona diferente o, al menos, “más apropiada” para según qué contextos o individuos nos ha abordado más de una vez. Ante este escenario existen tres posibilidades de actuación: personalidad ante todo, como Dianne Wiest en Hannah y sus hermanas; si quieres ser alguien, solo tienes que aparentarlo, como hace Aladdin o Emma Stone en Rumores y Mentiras, o la propuesta de Gerwig en Lady Bird: prueba, acierta o equivócate, pero ya eres la mejor versión de ti mismo.
El estudio de la personalidad de la adolescente femenina que se hace en la película está constituido por escenarios en los que las hormonas dan el primer paso, con los pequeños cambios de comportamiento que ello conlleva: loca enamorada con Danny, popular rebelde frente a Jenna y ciega nihilista junto a Kyle. Pero Lady Bird siempre vuelve, una y otra vez, a quien verdaderamente es, con su madre, con su mejor amiga e, incluso, con su profesora.
En el momento en que el personaje de Ronan acepta el nombre del que ha estado renegando toda su vida, “Christine”, y el hecho de que lo haga al teléfono con su madre antes de decirla (dos veces) “gracias”, Gerwig nos da con ello la mayor lección que podía con su debut en la dirección. La aceptación de uno mismo es lo mejor que le puede pasar a alguien en la etapa final de su adolescencia. Puede que llegue antes o puede que llegue después. Puede que haya personas que se aseguren de que llegue más tarde que temprano, como puede ocurrir en el caso de Danny, por ejemplo, o Kyle, cuya máscara todos sabemos que no durará mucho. Por eso es tan bonito que esa aceptación llegue, y poder verla en pantalla de una manera tan bien contada, pues ¿qué podemos decir? Lo más fácil es decir gracias, como hace la protagonista.
LOS COMING-OF-AGE FEMENINOS SÍ IMPORTAN, HOLLYWOOD
Y volvemos a la obsesión de Hollywood por la representación parcial en sus películas. El coming-of-age, ese subgénero en el que básicamente se muestra el paso de la adolescencia a la juventud del personaje protagonista, ha estado dominado nuevamente por historias predominantemente masculinas. Películas como Las ventajas de ser un marginado, Boyhood, Sing Street, Billy Elliot, Supersalidos, Cuenta conmigo, En los 90, Call Me By Your Name, Con amor, Simon o Rebeldes, todas ellas absolutamente maravillosas, se han convertido en las principales exponentes del subgénero, ocultando historias femeninas que muestren el pavo por el que también pasan ellas.
Por otra parte, claro que existen estas películas que todos hemos visto: Al filo de los diecisiete, Rumores y mentiras, 10 razones para odiarte, 16 velas, Eighth Grade o, recientemente, Súper empollonas y la propia Mujercitas. Lady Bird es una de esas pocas rarezas que se han atrevida a mostrar en pantalla, y en tan solo 90 minutos, la adolescencia femenina de forma real y convincente, por ellas y para ellas, con sus problemas y situaciones generalmente ignoradas (o tratadas de forma irrisoria) por el cine más comercial y generalista. El cine y el público necesitamos más películas como estas porque importan, Hollywood, y más en este momento “post-Me-too” en el que nos encontramos y en que vemos que las cosas están empezando a cambiar (excepto para la HFPA, al parecer).
AMOR Y ATENCIÓN, ¿ACASO NO ES LO MISMO?
Quizá otra de las lecciones más importantes que nos pudo dar la cineasta con su ópera prima. En la escena en la que Christine se da cuenta finalmente de lo afortunada que es con su madre (aunque verdaderamente nunca reniega de ella ante nadie y la defiende con uñas y dientes frente a cualquiera que diga algo negativo sobre ella, algo, de nuevo, completamente humano), la profesora Sarah Joan le hace la pregunta: «amor y atención, ¿acaso no es lo mismo?» Esa frase va a marcar el futuro viaje de la protagonista en su «huida» a Nueva York y seguramente abriera también los ojos a más de un miembro de la audiencia.
El conjunto de sensaciones que nos deja la cinta de Greta Gerwig es bastante amplio. Sin duda, se trata de una de esas películas que están destinadas a hacer frente al paso del tiempo y a acompañar a una determinada generación que creció a comienzos de siglo en adelante (la película está localizada en el Sacramento del 2002/2003, muy reconocible al sonar Cry Me a River como nunca antes habíamos escuchado a Justin Timberlake en un filme). Como respuesta a esta última pregunta que planteamos en el especial de Lady Bird: Greta, desde El Palomitrón y con mucho cariño, nos has enseñado que sí es lo mismo, pero por si acaso te decimos que, además de todo nuestro amor, tienes toda nuestra atención para todos tus futuros proyectos, empezando por tu inminente nueva adaptación de Mujercitas el próximo 25 de diciembre.
Ahora es tu turno: ¿tiene Lady Bird algún significado especial para ti? ¿Te enseñó algo valioso la película de Greta Gerwig? Cuéntanos todo lo que te parezca sobre ella en nuestros comentarios o en nuestro Twitter.
Víctor Vargas
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Me encanta la lectura que habéis hecho de la película y suscribo cada uno de los puntos. Soy la traductora de la película, así que os podéis imaginar lo especial que es para mí, pero aparte de lo que disfruté traduciéndola, creo que tenéis razón y que es una peli muy necesaria y que se recordará por muchos años.
Nos hace especial ilusión este comentario. ¡Muchísimas gracias!