TAQUILLA VS PRESTIGIO: ¿POR DÓNDE PASA EL FUTURO DEL CINE ESPAÑOL?
El Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero aprobó en julio de 2004 el Real Decreto que obligaba a las televisiones privadas a invertir un 5% de sus ingresos en películas españolas y europeas. Pese a las protestas iniciales de UTECA (Unión de Televisiones Comerciales Asociadas), el balance de esta medida, tres lustros después, es comercialmente positivo. El cine español parece haberse instalado en una recaudación anual superior a los 100 millones de euros y una cuota de pantalla que se mueve en torno al 20%, según los taquillazos que consiga ese año. Desde la aprobación de la medida, la película española más taquillera de cada año ha sido producida por una televisión privada, con una sola excepción: Campeones, que en 2018 ha superado a propuestas como Superlópez o La tribu.
La intervención de los dos grandes grupos privados en abierto (Mediaset y Atresmedia) en las producciones se manifiesta tanto en los géneros predominantes en taquilla (comedia y thriller) como en los castings (plagados de caras conocidas de sus cadenas), con una maquinaria promocional a la que no estábamos acostumbrados más allá de los estrenos de Hollywood.
Teniendo en cuenta los datos de recaudación, cuota de pantalla y la buena audiencia de muchos de sus pases en abierto por televisión, la medida ha resultado rentable tanto para las propias televisiones como para la industria. Para José María Morales, fundador de la productora y distribuidora Wanda Films, el Real Decreto ha tenido un «efecto positivo, ya que ha supuesto más fondos para el cine español y se ha conseguido una mayor cuota de mercado en la taquilla española».
Sin embargo, la escalada de éxitos en taquilla ha sido inversamente proporcional al reconocimiento internacional que obtenían nuestras películas en los principales festivales y entregas de premios antes de 2004, batiendo varios récords negativos en cuanto a presencia y galardones.
El cine español en los tres principales festivales
Si no fuera porque el Festival de Cannes es territorio almodovariano, nuestra presencia en Sección Oficial en la última década se reduciría a la participación de Isabel Coixet en 2009 con Mapa de los sonidos de Tokio. En lo que llevamos de siglo, solo siete películas españolas han aspirado a la Palma de Oro: la ya mencionada de Coixet, El laberinto del Fauno (Guillermo del Toro, 2006), Pau y su hermano (Marc Recha, 2001) y cuatro títulos de Pedro Almodóvar (Volver en 2006, Los abrazos rotos en 2009, La piel que habito en 2011 y Julieta en 2016).
Si en la 72º edición no ocurre un milagro, la década del 2010 será la menos prolífica para nuestro cine (2 películas en Sección Oficial hasta 2018), muy lejos de nuestra época dorada (11 títulos en los 50 y 8 en los 60 y los 80) e incluso empeorando nuestro peor registro histórico (4 títulos en los 90).
Cineastas como Arantxa Echevarría (Carmen y Lola) o Jaime Rosales (Petra) consiguen llevar sus películas a las secciones paralelas del festival, pero incluso habituales del certamen como Rosales no terminan de «ascender» a la división de honor. Según unas declaraciones del catalán a El Español, nuestra cinematografía no exporta películas que reúnan los elementos que interesan al festival: «si miras lo que le gusta a los franceses, es el cine exótico o el cine importante o políticamente importante, o radical, y en España no somos exóticos ni importantes, así que sólo nos queda la radicalidad. Almodóvar ha explotado muy bien los tópicos y ha creado un universo exótico, pero no basta con una de esas tres cosas, tienen que tener calidad. Y lo que pasa es que como solo nos queda lo radical, pero el cine radical no tiene espectador en España, es muy clásico… pues cuesta hacer este tipo de propuestas«.
La estadística es menos favorable aún en el Festival de Berlín: nuestros cineastas solo han conseguido colocar una producción en la Sección Oficial de la Berlinale desde la aprobación del Real Decreto en 2004: Dictado (Antonio Chavarrías, 2012), si bien coproducciones con financiación española como La teta asustada o No llores, vuela, ambas de la peruana Claudia Llosa, han pasado con éxito por la capital alemana. Estos datos contrastan con la constante presencia de películas españolas en los 90 (12 títulos) 80 (11) o 70 (9). Berlín es el festival de los tres grandes que mejores resultados ha dado al cine español, con hasta 4 Osos de Oro.
Igual suerte hemos corrido en Venecia, con dos participaciones españolas en Sección Oficial desde la misma fecha de aprobación del Real Decreto: En la ciudad de Sylvia (José Luis Guerín, 2007) y Balada triste de trompeta (Álex de la Iglesia, 2010). España no estaba más de dos años sin aspirar al León de Oro desde finales de los años 40, y nunca habían pasado ocho años sin que participáramos en Sección Oficial.
Los Oscars: cualquier tiempo pasado fue mejor
Desde la victoria de Mar adentro en febrero de 2005, ninguna cinta española ha vuelto a ser nominada al Oscar a Mejor película de habla no inglesa, si bien Chico y Rita (Fernando Trueba, Javier Mariscal) obtuvo la nominación a Mejor película de animación en 2012. Hasta entonces, nunca habían pasado más de cinco años sin que una cinta española consiguiera ser una de las cinco nominadas del año. Si la suerte no cambia en 2020, habremos triplicado nuestro récord negativo.
Aunque España ha seguido exportando talento reconocido por los Oscars en los últimos 14 años, siempre ha sido gracias a producciones de cineastas internacionales. Es el caso de Javier Navarrete y Alberto Iglesias (nominados en una y tres ocasiones a la Mejor banda sonora original, respectivamente); Paco Delgado (Diseño de vestuario); Javier Fesser, Borja Cobeaga, Esteban Crespo y Juanjo Giménez Peña (Cortometraje) o David Martí y Montse Ribé (Maquillaje). Además, la participación de las televisiones públicas y de pago en coproducciones internacionales nos ha regalado éxitos importantes. Como destaca José María Morales, «TVE y Movistar, además de las autonómicas, han tenido un papel muy importante en la financiación del cine español y las coproducciones con Europa y America Latina. Muchas de estas películas han participado en los principales festivales internacionales y han conseguido importantes premios«. La compañía de Morales fue responsable de distribuir la cinta peruana La teta asustada, con la participación de TVE y TV3, ganadora del Oso de Oro en 2010 y nominada al Oscar a Mejor película de habla no inglesa.
Es decir, el cine español no ha dejado de exportar talento y nuestras compañías participan en producciones de éxito internacional reconocidas en todo el mundo. Entonces, ¿por qué no hay más proyectos pensados y producidos en España y con talento español que tengan mayor presencia en festivales y premios?
¿Por dónde pasa el futuro de nuestro cine de autor?
De momento, y a la espera de ver si Dolor y Gloria de Almodóvar viaja hasta Cannes, ya está confirmado nuestro regreso en 2019 a la Sección Oficial de Berlín con Isabel Coixet y su largometraje Elisa y Marcela, una película que llevaba años sin encontrar financiación hasta que la produjo Netflix. La plataforma también está detrás de Roma, una de las películas del año, ganadora en Venecia y principal candidata a los Oscars 2019. Otra plataforma, Amazon, ha distribuido internacionalmente la cinta polaca Cold War, que también cuenta con cuatro nominaciones a los Oscars, entre ellas la de Mejor dirección. Ambas películas están rodadas en blanco y negro y son proyectos muy personales que hablan de la familia de sus propios autores.
¿Pasa entonces el futuro de nuestro cine de autor por la coproducción o la financiación de las plataformas digitales en un momento en el que este tipo de producciones se están globalizando gracias al streaming? Para el director Jota Linares, debutante este año en el largometraje con Animales sin collar y en plena post-producción de ¿A quién te llevarías a una isla desierta?, precisamente para Netflix, actualmente es mucho más complicado sacar adelante películas de autor de presupuesto medio en España no solo por la falta de apuesta de las televisiones privadas: «Hay muy poco dinero y muy poca ayuda institucional, el sistema por puntos a veces deja de lado las películas que más lo necesitan, y el espectador necesita un proceso muy urgente de reconexión con nuestro cine, un problema en el que todos tenemos nuestra parte de culpa. Antes, películas como Nadie hablará de nosotras cuando hayamos muerto, Tesis o Solas hacían buena taquilla, encontraban poco a poco a su público. Ahora estarían condenadas a desaparecer de cartelera tras su primer fin de semana. Todo ha cambiado muy deprisa, ha habido una campaña de desprestigio muy fuerte hacia nuestro cine y los productores tienen más miedo de invertir en algo que no vaya a lo seguro«. Para el cineasta, hace falta un apoyo institucional fuerte. «La cultura es parte de nuestra identidad y como tal que hay tratarla, igual que cuando nuestros deportistas van fuera. Creo que es el factor más importante, dar a conocer nuestro cine porque talento hay de sobra. Hace falta un mayor apoyo por parte del Ministerio de Cultura a las películas de autor, las que están más desfavorecidas y suelen salir perdiendo en el sistema de puntos. Debemos buscar un equilibrio donde el cine comercial conviva de tú a tú con el de autor, es la única manera de tejer una industria donde tengan cabida todas las voces y todas las maneras diferentes de contar historias«.
¿La falta de apuesta de las televisiones, el poco interés de las instituciones, decisiones poco acertadas de la Academia, todo a la vez…? Lo que siempre resulta más complicado es encontrar el diagnóstico. Tras un año de excelentes propuestas de autor como Entre dos aguas, Quién te cantará, Petra o Viaje al cuarto de una madre, veremos si 2019, además de buenas películas, devuelve al cine español el reconocimiento perdido en los grandes escenarios internacionales.
Fon López