El Palomitrón

Tu espacio de cine y series españolas

Arantxa Echevarría- Directora- El Palomitrón
2018 CINE ENTREVISTAS REDACTORES

NOMBRES PROPIOS: ARANTXA ECHEVARRÍA

Arantxa- Equipo- El Palomitrón

Es una mujer con carácter, que ama el cine, que comenzó nutriéndose de cada cortometraje y documental que hacía. Lo hizo poco a poco, subiendo peldaño a peldaño con trabajo, esfuerzo y amor por el mundo del cine, hasta atreverse con su primer largometraje, una historia de amor con un mensaje claro: «El amor no entiende ni de razas ni de pieles ni de nombres». Hablamos de la directora de cine bilbaína Arantxa Echevarría, que llega con Carmen y Lola, una película de amor sobre la homosexualidad en la etnia gitana. Este proyecto ha levantado la polémica entre los gitanos y se ha llevado el aplauso y ovación de toda la industria del cine. ¡Enhorabuena, Arantxa!

Echando la mirada hacia atrás, ¿cómo recuerdas tus comienzos en el mundo del cine como directora? En este caso, con tu primer trabajo en 2010, el cortometraje Panchito.

Arantxa Echevarría: Lo recuerdo con muchísimos nervios. Es el momento en el que dices: «El cine es todo lo que he soñado desde pequeña, quiero ser directora de cine». De repente, te encuentras con la realidad: tienes la cámara, los actores… y tienes que dirigirlos. Además, es un corto que tiene cierta analogía con Carmen y Lola a la hora de trabajar, ya que el reparto también estaba formado por actores no profesionales. Era una locura, porque había cuatro localizaciones diarias… Sinceramente, el primer día estaba muerta de los nervios, pero el segundo era la persona más feliz de esta Tierra. Lo malo del cine es cómo lo compruebas. Un pintor, un creador de otro tipo, un ilustrador… Ellos cogen el papel y el boli, o el lienzo, pero, claro, un director de cine implica un dinero, una marea humana de técnicos… No es tan fácil levantar el proyecto. Entonces te preguntas: «A ver si después de todo esto no tengo ni idea, o no valgo…».

Al hacer Panchito, ¿ya decidiste seguir con tu carrera como directora de cine sin dudarlo ni un momento?

A. E.: El segundo día de rodaje de Panchito lo tuve claro, dije: «Fuera miedos, fuera todos los pudores de si le interesará a alguien lo que cuento». Y a la vez, vi que iba levitando y era muy feliz. El cine no es una droga, porque no te quita la realidad, pero es como un subidón de adrenalina, incluso cuando va mal el rodaje o hay problemas. Hay gente que compara el hacer una película con subir el Everest: todo el lío que conlleva, tanto técnico como logístico y humano, de equipo, y hacer cima. Era un poco como hacer una película. Es como hacer un K8, y ya estoy experimentada en esto.

Panchito- Corto- El Palomitron

¿Tenías claro que querías coger el cine como instrumento para hacer una crítica social?

A. E.: No es que lo tuviera claro, sino que me sale un poco del cuerpo. Me parece que es una herramienta tan potente que cualquier creador puede utilizarla como desee. Me encantaría hacer un blockbuster, pero no me sentiría tan cómoda como cuando cuento cosas que a mí me atañen y me arañan el corazón. Además, soy mujer y creo que eso también es una particularidad dentro de mi forma de hacer cine. Creo que hay muchas cosas que decir, y ahora mismo hay una apatía generalizada, la política nos da igual, pensamos que todos son unos ladrones, nos da igual todo. Y de repente ves a los abuelos que salen a reivindicar las pensiones, pero para mí, no para ellos, y es como: «¿Qué pasa, que estamos tan dormidos que tienen que venir las personas mayores para luchar por mis derechos?». O pasan cosas como las de la Manada, y cuando te empiezas a movilizar te das cuenta de que te sientes muy bien cuando protestas, cuando levantas la alfombra del polvo que se está acumulando. Sálvame y la tele es estupenda, pero estamos muy dormidos. Estamos contentos con llegar a fin de mes, pero hay cosas muy gordas que están pasando.

¿No crees que está mejorando esa situación en la actualidad?

 

A. E.: Creo que no: ahora mismo estamos viviendo en un país de incultura increíble, no sé por qué… La gente apenas lee, los chicos jóvenes tienen una serie de metas muy diferentes a las que me gustaría que tuviesen. Por ejemplo, en Francia son superactivistas, están todo el rato en la calle, son muy políticos. Pero aquí no se quiere; no te digo que seas de un partido, pero hay que ser políticos, hay que ser activistas y hay que pelear por nuestros derechos, porque hay cuatro personas que nos mandan que quizás ni nos representan. Por eso creo que estamos un poco apagados, y culturalmente todavía más.

El documental que dirigiste para TVE, Cuestión de pelotas, es otro trabajo que fue hecho por una buena causa, como la mayoría de cosas en las que te embarcas…

A. E.: Ahí había una tirita mal puesta y fue levantarla. Fue un encargo, no se me habría ocurrido jamás porque no me interesaba el fútbol y sigo sin tener mucha idea. Me llamó el productor Javier Caso y me dijo que le interesaba mi mirada en este caso. De repente, me empecé a meter y me pareció fascinante. Siempre que te metes en documentales es muy difícil que una historia no te fascine, porque conoces a las personas que hay detrás, sus vicisitudes, su situación… Y de repente dices: «¿Y cómo nadie se ha dado cuenta de esto?». Era terrible, porque las mujeres futbolistas tenían una superliga como la de los hombres, sus campeonatos de Europa… pero no estaban federadas: estaban contratadas como limpiadoras del campo y jugaban en equipos de primera. Cuando me puse a entrevistar a niñas de 14 años que me lloraban porque no tenían dinero para la equipación, pero lo que querían era ser futbolistas, a mí se me bajó el alma a los pies. Entonces fui a hablar con la federación, y ese fue el gran problema, pues no fueron muy inteligentes; me decían barbaridades como: «Si los chicos de segunda cobran poco, qué esperan las mujeres; ahora pueden ser abogados y médicos, que se dejen de tonterías de ser futbolistas». A mí me pusieron los pelos de gallina… A las tres semanas de emitirse el documental empezaron a mejorar las cosas para las chicas en el fútbol, así que encantada de haber hecho ese docu.

Arantxa- Cine- El Palomitron

Tienes que estar encantada de levantar polémicas con tu trabajo, de crear repercusión con lo que haces.

A. E.: Sí (ríe), con este documental fue así. Y, bueno, con la película de Carmen y Lola he levantado heridas, pero no cuento más que una realidad que he inventado yo, me he creado mi mundo.

Has hecho muchos cortos y documentales, y a título personal creemos que es lo que hay que hacer antes de meterse a hacer una película. Y no todo el mundo lo hace, porque, por lo general, se infravalora el mundo                 del cortometraje.

A. E.: Sí, además me parece terrible. Yo soy cortometrajista y me moriré siendo cortometrajista; es como querer escribir una novela sin haber escrito ningún cuento: me parece un poco absurdo e imposible. Son dos formas de narración diferentes con diferente duración, no una es mejor que otra. Yo he visto cortos que me han sacado lágrimas, sonrisas y emociones, igual que largometrajes. Está muy infravalorado el cortometraje porque no tiene distribución; si tuviese más allá de los festivales, la gente lo fliparía. Antes, cuando era pequeña, ponían un corto antes de cada sesión de cine, y yo salía encantada muchas veces por el corto y no por la peli. Creo que es muy importante, yo no me atreví a hacer un largometraje hasta no hacer tres o cuatro cortometrajes, ya que es una envergadura, tanto emocional como económica, que no me sentía todavía preparada para afrontar. Y hacer documental también me ha servido mucho para hacer el tipo de cine que hago: es una mirada de espectador más que de narrador: yo quiero guiar al espectador por mi mundo y que tome sus propias decisiones. No soy quién para decirle: «Este personaje te tiene que gustar y este no, esta situación te tiene que relajar y esta no…». Es muy importante: tengo 18 cortos, 2 docus y, además, llevo desde los 18 años trabajando como técnico, que también me parece muy importante. Empecé en meritoria como todo el mundo, trabajando gratis y siendo camarera, y poco a poco he ido subiendo los escalafones de cine. Ahora, cuando me enfrento a un rodaje, sé las necesidades del equipo (sonido, maquillaje, luz…) y estoy muy tranquila.

Es muy importante, a la hora de ser director, haber pasado por diferentes puestos en el sector del cine. Un cineasta, mejor que nadie, debería saber ponerse en el lugar del actor, para saber qué pedirle, en                   qué tiempos…

A. E.: Yo lo que hago cuando dirijo a actores es interpretar: sé que lo hago fatal como actriz, pero sí que ayuda a hacerles llegar la sensación que me tienen que dar delante de la cámara. Javier Molina, en el corto De noche y de pronto, me decía: «Espera; a ver, repítemelo», y yo le hacía el acting. Es muy importante, efectivamente, pues no puedes pedir a un actor que te haga unas emociones en cinco segundos sin saber cómo pedirlo ni cómo se puede lograr.

Hablando de De noche y de pronto, ¿cómo te atreviste con el género de terror?

A. E.: Soy muy cabezona y muy bruta: pensé que era un género supermasculino y estaba cansada de las pelis de zombis, que sí que me dan un susto, pero salgo de la peli y me quedo igual. Yo pensé en la rabia de que nadie retrate los miedos reales, sobre todo desde el punto de vista de una mujer. A mí me da muchísimo más miedo volver a casa sola por la noche y oír unos pasos detrás que 70 000 zombis detrás de mí, porque es un miedo real, el miedo a que te puedan hacer daño, a que te puedan violar. Vamos, lo que pasa en De noche y de pronto: que si de repente a las diez de la noche llaman a tu casa y estás sola, pues te mueres de miedo: miras por la mirilla y ves a alguien que no conoces y te dice que le dejes entrar. Si eres un hombre eso no te pasa. Entonces, esa sutilidad en los miedos me parecía muy interesante. Y pasó algo maravilloso: fuimos seleccionados para ir al Festival de Cine de Terror de Molins del Rei, y eran todos chicos menos mi productora y yo; además, todos llevaban camisetas gores, el pelo largo, todas las películas eran de hachazos… Y lo mejor fue que ganamos el premio al Mejor corto, dirección y actor. Me pareció maravilloso, porque es un terror psicológico y creo que es importante revisitar los géneros desde el punto de vista de la mujer.

De noche y de pronto- Cortometraje- El Palomitrón

¿Por qué sentiste la necesidad de contar una historia de amor como la de Carmen y Lola?

A. E.: Quería hablar de los universos que tenemos cada uno y que creo que en el fondo se expande hablando del amor. Porque todo el mundo recuerda su primer amor. Me parecía muy chulo el hablar de algo en lo que alguien se identificara rápido, pero hablar de cómo siente el primer amor una mujer, no un hombre. Este fue el inicio, y a la vez vi la noticia en el periódico del matrimonio de dos chicas gitanas lesbianas, con nombres supuestos, una foto de espaldas, y encima ninguna de sus familias había ido a la boda. Eso a los gitanos es lo peor que le puede pasar. Entonces me imaginé la historia de cómo sería el amor de estas dos y me pareció superinteresante meterme en una etnia desconocida totalmente para mí.

Pensaste que iba a ser arriesgado, ¿no?

 

A. E.: Pensé que lo más difícil iba a ser que alguien me financiara la peli (que fue milagroso), que encontrara a unas gitanas que hicieran ese papel, y, efectivamente, luego me resultó muy difícil encontrar dos gitanas lesbianas adolescentes, porque ten en cuenta que en la comunidad no van exhibiéndose, y en las comunidades LGTB son payos que no entienden absolutamente nada de su etnia. Lo último que pensé era en su polémica. Al terminar el rodaje, ya sí que dije que se iban a llevar las manos a la cabeza, pero me daba igual.

¿Cómo fue el casting para encontrar a las dos protagonistas? ¿Sabías que no iban a ser actrices profesionales?

A. E.: Sí, desde el principio me pareció un poco ridículo coger a payos haciendo de gitanos, y no hay chicas gitanas de 16 años que actúen; las busqué por si acaso, pero nada. Entonces tenía claro que me iba a tener que ir a la calle a buscarlas: a mercadillos, a roneos, a barrios muy gitanos, con flyers, diciendo que se lo iban a pasar muy bien. Lo primero que les decíamos era de qué iba la película, ya que no quería suspicacias ni problemas, y todos se llevaban las manos a la cabeza, se asustaban, pero al rato de hablar con ellos se empezaban a relajar, veían que éramos buena gente y que se divertirían, y llegué a reunir a 1250 gitanos.

Arantxa- Pelicula - El Palomitrón

¿Qué fue lo que te llamó la atención de Rosy y Zaira para escogerlas como Carmen y Lola?

A. E.: Zaira fue la número 8, cosa que fue como un milagro tener a Lola tan pronto, pero es que tenía una energía, una fuerza… Tenía que buscar a personas que se pareciesen a mis personajes, porque era absurdo que intentaran actuar, tenían que fingir. Buscaba la esencia de mis personajes en las personas. El personaje de Lola es alguien con una energía interior gordísima, que te reta cuando te mira, con un par de bemoles, pero a la vez con inseguridades y miedos; y Zaira era así, así que vi qué podía rascar, nos pusimos a trabajar y fue oro líquido. Luego quien me costó muchísimo fue el personaje de Carmen: empezaban a pasar los meses y no aparecía. Si aparecía alguna chica que podía servir, le ofrecía una segunda prueba y se asustaba. Hasta la 879, que apareció Rosy y tenía lo que buscaba de Carmen, aunque nos dijo que tenía que pedir permiso a su marido. Casi tiramos la película abajo porque no había manera: llevábamos 6 meses en busca del dúo protagonista.

¿Cuánto tiempo llevabas con el proyecto de Carmen y Lola en mente?

 

A. E.: En 2009 fue cuando vi la noticia en el periódico, pero no me puse en serio a trabajar el guion y buscar la financiación hasta hace 4 o 5 años. Son partos muy largos.

¿Cómo están viviendo Rosy y Zaira el boom de la película?

 

A. E.: Ellas son las mujeres más felices del mundo. Al principio lo vivieron con muchísimo miedo por ver qué decía el mundo gitano, pero ya no están pendientes de eso. Están en un momento muy cálido: a Zaira ya le ha salido una segunda película, antes de estrenar Carmen y Lola. Rosy tiene un representante, y a Moreno Borja, el que interpreta al padre de Lola, le cogimos unos clips de la peli para mandárselos a Paco León, que estaba haciendo un casting buscando gitanos, y le cogió.

Carmen y Lola- actrices- El Palomitrón

Para el trabajo de documentación hemos leído que te metiste en varios foros LGTB para contactar con lesbianas gitanas…

A. E.: Sí, están escondidas dentro de su comunidad. Se me ocurrió meterme en Internet en todos los chat LGTB con el nick «Gitana guapa», y ligué como en la vida había ligado. No se me ocurría nada, hasta que un día una chica me preguntó de qué familia venía: eso un payo no lo preguntaría, entonces le tuve que confesar que era una directora de cine, que estaba allí para saber de ellos. Así que conseguí hacer un grupo de unas 17 chicas gitanas que desde el anonimato me contaban su experiencia, y eso fue la base del guion. Me puse a escribir el guion con ellas, ya que antes de esto lo intenté yo sola, pero no pude porque desconocía el mundo.

¿Todo este trabajo lo hiciste sola?

 

A. E.: Sí, porque es un trabajo de documentación que no podía hacer con nadie más. Cuando nos empezamos a meter en el mundo gitano ya iba con un amigo, Chiki Porrina, un gitano que se encarga del mundo artístico. Por lo tanto era una especie de nexo, y de su mano conocimos a mucha gente, junto a la directora de casting Cristina Moreno.

¿En algún momento de la búsqueda tuviste algún problema?

 

A. E.: Cuando no encontrábamos a Carmen le pregunté a alguna amiga mía si se atrevía, y salieron todas corriendo. Todo el proceso fue más fácil de lo que esperaba.

Carmen- Pelicula - El Palomitrón

¿Fueron complicadas de rodar las escenas de amor?

 

A. E.: Fue complicadísimo porque ninguna es homosexual, y cuando conocí a Zaira y empezamos a hacer los primeros ensayos, le decía que mirase a Rosy con amor, y claro, tiene 16 años, y me dijo que nunca se había enamorado, y yo automáticamente pensé en dónde me acababa de meter. Me dije: «¿Cómo le explico yo a alguien lo que es el amor, la rebeldía, la lucha, la homosexualidad…?». Fue un trabajo muy complicado, y lo que hice fue conocerlas muy bien, casi como si fueran mis hermanas, para saber cómo rascar de esas emociones. Encontré algo muy bonito: Zaira cuida de su hermano pequeño, y entonces jugamos con ese amor, que es superpuro, y utilizamos ese truco para llegar a esas emociones. Aunque lo más complicado fue que fumaran delante de los gitanos mayores, ya que eso en su etnia es una falta de respeto, y lo pasaron peor por el qué dirán, las malas miradas…

¿Has tenido algún problema directamente hacia ti con alguna asociación de gitanos?

A. E.: Si te metes en los comentarios del tráiler de la película, ves los comentarios terribles de los gitanos conservadores. Que si soy el demonio, que si deberían matar a mi tercera abuela, etc. No dudaba de que esto me fuera a pasar, porque les estoy tocando la fibra, me estoy metiendo con ellos, y no es agradable. Por otro lado, surgió la polémica con la asociación de gitanas feministas por la diversidad, que no entiendo por qué se produjo, porque ni siquiera han visto la película. Es lo de siempre: la mirada del payo, a ver qué va a decir y qué estereotipos va a volver a sacar. Entre Palabra de gitano y los Gypsy Kings, están a la defensiva.

Carmen y Lola - Gitanos - El Palomitrón

¿Crees que si hubieses sido gitana otro gallo hubiese cantado?

 

A. E.: Por supuesto, no hubiese pasado nada; pero el problema es que soy paya. Dicen que he hecho una apropiación de su cultura. Están muy aburridos de nuestra mirada de superioridad y de narrar las cosas, pero yo no tengo nada que ver: yo soy una directora de cine que se ha inventado un guion para una película. Si no les gusta la película, que hagan otra con otro mundo, pero este es el mío y no tengo mucho que decir ante esto. No tengo por qué defenderlos. Cuando hice Panchito traté los problemas de la inmigración y allí nadie me dijo nada, ¿por qué ahora sí con los gitanos? Yo voy a hablar de lo que quiera siempre, y nadie me va a decir de lo que puedo o no puedo hablar.

También te habrán dado algún grupo de gitanos la enhorabuena…

 

A. E.: Sí, hay de todo, y es lo normal: los gitanos no son un ente único. Hay gitanos muy conservadores, gitanos que están enfadados conmigo y gitanos que me dan las gracias. La película ha servido como visibilidad para los gitanos gays y lesbianas, que están emocionados. Dicen que van a ver la película con sus madres y luego les van a decir lo que son. O tampoco hace falta ser gay: hay gitanos más liberales que me han escrito cosas preciosas. Se está creando un debate interno, que es lo que tiene que pasar. Es bueno que la gente hable. Revisitar tradiciones a veces es muy positivo, y esta vez puede serlo. Que se cree debate, como pasó con el documental Cuestión de pelotas, solo nos puede aportar cosas buenas.

Fotograma- Carmen y Lola - El Palomitrón


¿Eres consciente de que tu película ayuda a la sociedad en general?

A. E.: Yo creo que hay que mostrar las cosas que pasan, y que la gente se posicione o no se posicione. Por lo menos en una cuestión en la que creo que estamos todos de acuerdo, que es que la homofobia debería desaparecer. Cuando la gente sale de la peli y me dice que se han olvidado de que eran dos chicas es estupendo; cuando olvidas los sexos y te das cuenta de que el amor no entiende de razas ni de pieles ni de nombres… eso es maravilloso. Esto era lo más importante para transmitir, lo demás era secundario. Yo quería hablar del amor y de la diversidad del amor. Estamos en el siglo XXI y tenemos la suerte de vivir en un país donde las leyes son muy modernas, y la calle tiene que subirse a ese tren de la modernidad.

Leímos hace poco una entrevista a Isabel Coixet en la que decía que por el hecho de ser mujer ha tenido que trabajar el doble. ¿A ti qué te parece?

A. E.: Tiene toda la razón: ha tenido que trabajar el doble y cobrar la mitad.

¿Algún proyecto próximo que nos puedas contar?

 

A. E.: Que pueda decir de momento, no. En cuanto lo tenga os lo cuento, porque tengo que cerrarlos (ya sabéis lo supersticiosos que somos los del cine).

Carmen y Lola se enamoran en esta película, pero Arantxa Echevarría nos ha enamorado a nosotros con su cine, su mirada y con esta entrevista.

María Páez 

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Periodista que considera que para ser una verdadera cinéfila tienes que ser una 007, con licencia para devorar todo el cine. Eso sí, prefiero quedarme atrapada en una cueva con Michael Myers, el payaso de It, Chucky, y la niña de El exorcista que en un palacio con princesas de cuento.