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ESPECIAL JAMES BOND. NUESTRAS FIRMAS INVITADAS: MANUEL M. VELASCO

A James Bond le debo la vida. Literalmente. Sin él yo no estaría aquí. De la saga más larga/de más éxito de la historia del cine se ha escrito muchísimo, y más que se escribirá, porque parece que tiene cuerda para rato. Menos mal. Es una cosa que reconforta bastante: siempre va a haber una película nueva de James Bond de cuando en cuando en el cine. Ahora que se especula sobre la quinta entrega de Daniel Craig me pregunto cómo debieron ser en los años 70 los relevos de Sean Connery con George Lazenby primero y Roger Moore después.

Pero he lanzado un titular al empezar y quería volver a él. Yo nací en 1976, entre los estrenos de El hombre de la pistola de oro y La espía que me amó. Mis padres me hicieron en enero de 1976 y nací en septiembre. Pero me hicieron porque fueron a un reestreno de una película de 007 en cine. Concretamente de Solo se vive dos veces, la quinta entrega con Sean Connery y primera dirigida por Lewis Gilbert (luego este señor haría dos más, muy parecidas, ya con Roger Moore: La espía que me amó y la maravillosa Moonraker).

Bueno, pues en esto que van mis padres al cine a ver esta peli de Bond, en la que muere nada más empezar (tranquilos, luego está bien), y suena la canción de John Barry con Nancy Sinatra You Only Live Twice, que da título a la película. Pocas canciones tienen una melodía más hipnótica; es difícil componer algo más bello. John Barry, eres Dios. Sí, Operación trueno, con Tom Jones, estaba muy guay, y James Bond contra Goldfinger, con Shirley Bassey, queda para siempre, pero los créditos de inicio de Solo se vive dos veces… Era la primera vez que una canción de Bond ponía la piel de gallina, quizá algo que no volvería a suceder hasta… ¿Adele con Skyfall?

Acaba la peli. Bond derrota a Blofeld (al que vemos por primera vez la cara con el rostro del actor Donald Pleasance). 007 ha evitado la Tercera Guerra Mundial (como dice uno de los cortes del CD), se queda por Japón con las japonesas una temporada para hacer turismo (…) y la gente se va a su casa. Pero mis padres estaban embobaditos. Esas citas en los cines maravillosas… Y se van a casa, sí, pero antes se compran en LP la BSO de la peli para llevarse para siempre esa canción, esa melodía, ese «You only live twice, or so it seems, one life for yourself and one for your dreams…» («Solo vives dos veces, o eso parece, una vida para ti y otra para tus sueños…»). Y, claro, con esa melodía tan maravillosa y enamoradiza, me fabrican. John Barry, gracias, me diste la vida.

Ahora queda claro por qué amo a James Bond, por qué me fascinan hasta la obsesión sus películas (y sus novelas, me he leído todo Fleming) y espero como agua de mayo cada una de sus entregas. No hay un actor que no me guste. Tengo mis favoritos, claro, pero me parecen muy bien todos. Soy así de buen público. Todo bien con Bond.

La primera película que vi en cine de Bond fue Panorama para matar, la séptima y última entrega de Roger Moore. Desde ahí, ya todas en cine, claro. Pero lo recuerdo muy bien, era en Bilbao. Mi madre en el teatro, y mi padre nos llevaba al cine a mi hermano y a mí todos los días. Yo ya era muy muy fan de Star Wars y de Indiana Jones, pero de Bond aún no. Por edad ya podía haber visto Octopussy, la sexta de Moore, en cine. O no: quizá no lo veían apropiado mis padres. Pero el caso es que con Panorama para matar, mi padre ya se lanzó. Y flipé. Pero de fliparlo bien. La música de Barry se me metió dentro desde la primera persecución en la nieve. Me enamoré perdidamente de «la rubia», y mi padre «de la morena». Era Grace Jones, y la conocimos en un programa llamado ¡Viva el espectáculo!, que mi madre presentaba. La señora venía a cantar y a promocionar la película. A la rubia no la conocí… de momento.

Tanya Roberts y Grace Jones, la rubia y la morena de Panorama para matar

A la salida del cine, aún fascinado con ese arranque en la nieve, mi padre nos compró a mi hermano y a mí un set de Lego de esquiadores que nada tenía que ver con la película, pero para nosotros era el set de Panorama para matar. Cuando mi padre me dijo que había más películas de James Bond, de hecho «muchas más», era como música celestial. El ritual se convirtió en ir al videoclub y pillarlas todos los fines de semana. Así que ese año fue un descubrimiento. Cada fin de semana, una de Bond. En el orden que fueran. Mi madre nos decía que las de Connery eran las buenas, porque mi madre está muy coladita por Sean Connery (pero mucho; de hecho, casi se lo traen a Sorpresa, sorpresa y a última hora solo vino Mickey Rooney como reemplazo (ya me dirás tú qué tiene que ver uno con el otro), y la cara de decepción de mi madre anda por YouTube.

Sean Connery Espacial James Bond
Sean Connery, James Bond de 1962 a 1971 (y 1983)

Bueno, que las de Connery me gustaban mucho, y mi corto entendimiento cinéfilo por aquel entonces me hacía ver que Desde Rusia con amor era mejor película que Solo para sus ojos; que sin Agente 007 contra el Dr. No no habría Vive y deja morir, y que Goldfinger era más cool que El hombre de la pistola de oro. Todo bien. Pero las de Roger Moore, para un niño, eran más chulas (aunque las chicas de Connery eran mucho más guapas). Dile a un niño que Moonraker, con Bond contra «Tiburón» a leche limpia en paracaídas o disparando en el espacio rayos láser azules, es mejor que Diamantes para la eternidad, con Bond en el casino: pues no.

Tras esa exploración del universo Bond semanal en VHS y en BETA, con la señora del videoclub del difunto Jumbo de la Avenida de Pío XII como celestina cinéfila del cuelgue que empecé a tener por esta saga, llegó un pequeño acto de infidelidad a mis padres (mi padre era de Moore y mi madre de Connery), que fue descubrir «la del otro señor», 007 al servicio secreto de Su Majestad. La hacía un tal George Lazenby, y, joder, ¡qué película! ¿Cómo podía ser tan buena una peli de Bond sin nuestros dos amigos principales? Ahí ya me leí todo lo que pasó en su día con este señor buscando información en los libros de cine de El Corte Inglés del Paseo de la Castellana.

George Lazeby Espacial James Bond en El Palomitrón
George Lazeby, el fugaz relevo de Sean Connery

Y asistí en vivo a un relevo de Bond. De repente se estrena 007: Alta tensión, como bien me anuncia la revista Fotogramas, que ya empezaba a coleccionar, con este señor que salía en Flash Gordon, Timothy Dalton, y me pareció un peliculón, una gran peli de aventuras muy a lo Indiana Jones o a La joya del Nilo (sí, era muy fan también del binomio con Tras el corazón verde, quizá porque todos los héroes, incluido este nuevo Bond, tenían voz en España de Salvador Vidal). 007: Alta tensión fue la última música de Barry para la saga, y se fue por la puerta grande. Para la siguiente, y última de Dalton (su reinado fue breve), Licencia para matar, ya llamaron a Michael Kamen en 1989, músico de acción de moda en la época porque venía de firmar los scores de las estupendas Arma letal y, sobre todo, la perfecta Jungla de cristal.

Especial James Bond El Palomitrón
Hasta 12 partituras de la saga llevan la firma de John Barry

Comparé Nunca digas nunca jamás con Operación trueno; odié la Casino Royale apócrifa; busqué y vi la otra versión también de Casino Royale para la tele de la serie Clímax, y por supuesto me encantó encantó encantó la Casino Royale de Daniel Craig. Me parecieron «bien» (…) las 4 de Pierce Brosnan (aunque odié la música de Eric Serra para GoldenEye y amé la de David Arnold para las tres siguientes), y por supuesto soy muy fan del tándem continuista de Skyfall/Spectre.

Me compré todos los CD, todas las novelas, todos los VHS, DVD y el pack entero en Blu-ray. El completismo es el completismo. Y cuando viajo solo a un hotel me creo Bond y lo primero que hago es lo mismo que en Agente 007 contra el Dr. No o en Desde Rusia con amor: mirar si hay micrófonos en los teléfonos o en las lámparas, buscar un mensaje en el vaho del espejo del lavabo, poner un pelo en el armario para ver si entra alguien… lo típico en la vida de James.

Y no es que revisite a Bond de cuando en cuando: es que nunca me dejó. Es que llevo una BSO en el coche mínimo una vez por semana y, precisamente este verano, me estoy leyendo My Word is My Bond (la biografía de Roger Moore) y The Battle for Bond (sobre la batalla legal del productor Kevin McClory por el origen del guion de Operación trueno, lo que luego pasó con Nunca digas nunca jamás, etc.).

Pero, sobre todo, lo que más oigo es la canción principal de Solo se vive dos veces. Porque sin ella, sin James Bond, yo no habría nacido. Siempre bromean con quién es mi padre, y hasta con el verdadero, que en paz descanse, hacíamos bromas al respecto. Pero lo cierto es que dos de mis padres son 007 y John Barry.

Manuel M. Velasco

 

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