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HOMENAJE A CARLOS SAURA: ¡AY, CARMELA! (1990)

Si en 1988 Carlos Saura se estrenó en el rodaje de su primera película histórica, El Dorado, en 1990 el director aragonés filmó su segunda gran película histórica, esta vez ubicada en territorio sublevado durante la guerra civil bajo un nombre fácilmente identificable por los milicianos, ¡Ay, Carmela! En este homenaje a su fallecimiento hemos visto Los golfos (1960), La caza (1966), Peppermint frappé (1967), Ana y los lobos (1973), Cría cuervos (1976) y la mencionada película sobre el descubrimiento del reino de El Dorado. Con ¡Ay, Carmela! el director entra de lleno en el relato de una guerra civil nunca de acuerdo en el estado español, pero tomando todas sus pulsiones heredadas de sus otras películas para hacer una obra que quedaría para el recuerdo.

Pasado el ecuador de la guerra civil, en pleno invierno con un frío desolador, el hambre provocada por una guerra inclemente y el hastío ante un conflicto que no acaba y que sobrecoge a un país entero, Carmela (Carmen Maura), Paulino (Andrés Pajares) y Gustavete (Gabino Diego), tres cómicos que van de pueblo en pueblo animando la moral de la tropa republicana, deciden marchar hacia Valencia, pero sus caminos se confunden y acaban en suelo sublevado. Aunque en un principio se dan por ejecutados, los gerifaltes golpistas tienen otros planes para ellos y les piden que monten un espectáculo para levantar la moral de la tropa, pero la sublevada, aunque para ello deban tragarse sus propios principios.

Basada en la obra teatral de José Sanchis Sinistierra, la película supuso un terremoto en la V edición de los Premios Goya, llevándose un total de 13 estatuillas, entre las que se incluía un premio para cada uno de los actores del trío protagonista, uno a Mejor Película e incluso un reconocimiento a la labor de Rafael Azcona y Carlos Saura en el guion. ¡Ay, Carmela! se convirtió en uno de esos clásicos instantáneos de nuestro cine y treinta años más tarde la poderosa voz de su eco sigue tronando en los derroteros del cine español. Miles de detalles pueblan una obra inconmensurable como son los colores rojo y negro de la CNT que lleva el vestido de Carmen Maura al inicio de la película, las escenas grotescas de una guerra donde la locura se mezcla con la realidad autodestructiva o la canción “Ay, Carmela” que poderosamente coloniza nuestra mente a lo largo de la película como colonizadora fue la canción de Jeanette “Porqué te vas” en Cría Cuervos, entre otra miríada de propiedades que pueblan una película única, de entre las cuales destacaría por encima de todas ellas un Andrés Pajares demasiado acostumbrado al papel de cómico que es capaz de sorprender combinando de forma magistral la comedia con la tragedia en un papel tragicómico que parece irle como anillo al dedo, casi como si hubiera sido escrito para él.

Sin embargo, el calificativo mejor merecedor de esta película es la humanidad, una humanidad que germina genuinamente a lo largo de la película y por la que sus tres protagonistas pugnan constantemente. Carmen Maura, Andrés Pajares y Gabino Diego retratan de forma magistral unos españoles pícaros, pero hastiados de la guerra, unos personajes que se aman por encima de todas las circunstancias y que demuestran que el respeto y el amor mutuo están por encima de las batallas ideológicas. Al fin y al cabo, la película de Saura es una historia sobre la supervivencia en un paisaje devastado, pero también de la humanidad que palpita en cada uno de nosotros y que pugna por asomar frente a la crueldad del conflicto.

Saura trajo también sus sempiternos fantasmas a la palestra pública con el rodaje de esta película: los golpistas y aprovechados que posteriormente serían la burguesía del franquismo, el espacio opresivo y cerrado donde las pasiones más viles acaban por aflorar o el baile popular que tanto gustaba a Saura y que determinó parte de su segunda etapa en el cine. Sin embargo, nos topamos también con una crítica furibunda al uso y abuso de la canción popular que el franquismo tan bien se encargó de explotar en aras de una propaganda nacional y cañí y al montaje de una crítica hacia la instrumentalización de la cultura y su sometimiento obligado al poder que, desgraciadamente, tan de actualidad podemos hoy día ver. No es casual que Berlanga empezara su andadura en el cine con la canción española ni que Saura contara la historia de dicha canción sometida a los designios del fascismo.

¡Ay, Carmela! sigue siendo todavía hoy día una obra poderosa que dialoga con pasado y presente, que habla a nuestros días desde un pasado que no es tan lejano. Retrato del final de la Guerra Civil y el desmoronamiento total de la II República española, ¡Ay, Carmela! es también la fotografía exacta del fin de la alegría, de los sueños, de un proyecto compartido común y de la esperanza frente al abismo del dolor, pero también una historia sobre la humanidad que anida en cada uno de nosotros pese a la inmisericordia de la vida.

Javier Alpáñez

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