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NO NECESITAMOS (DE MOMENTO) FICCIÓN SOBRE EL CONFINAMIENTO

«Antes de empezar, me gustaría dar las gracias a mi marido, Fred, por dejarme venir aquí hoy». Así empezaba la Phyllis Schlafly encarnada por Cate Blanchett su discurso de apertura en un debate sobre feminismo en el cuarto episodio de Mrs. America, la fantástica miniserie de FX para Hulu que en España podemos ver en HBO. Ayer, 47 años después del debate entre Schafly y la líder feminista Betty Friedan, la periodista Alexia Rivas (de solo 27 años) daba las gracias en directo a su pareja, el ultraconservador Alfonso Merlos, por «defenderle en privado» ante el escándalo de mentiras e infidelidades que ha sacudido los medios de comunicación sensacionalistas durante el último fin de semana y del que ellos son protagonistas.

El éxito de la serie y de los programas que han tratado el escándalo de infidelidad nos vienen a decir, por un lado, que quizá no hemos evolucionado tanto como creemos en cuestiones de género y, por otro, que estábamos deseosos de contenidos que nos sacasen de este bucle audiovisual de videollamadas y reflexiones (vacías muchas de ellas) televisadas en las que no podemos dejar de hablar de lo que estamos viviendo como sociedad durante el confinamiento. Por eso los contenidos de actualidad informativa interesan cada vez menos, datos en mano, a una audiencia que se refugia en la ficción y el entretenimiento para escapar de una realidad que deambula entre lo anodino (los más afortunados) y lo trágico. 

La ficción generalista, entre ausente e irrelevante

Diarios de la cuarentena - El Palomitrón

El aumento de suscripciones a las plataformas de contenidos se combate en desigualdad de oportunidades por unas televisiones generalistas en precario tras la brutal caída de ingresos publicitarios desde el estallido de la crisis. Por eso la creatividad y el directo, las armas con las que ya contaban antes de la pandemia, se hacen más necesarias si cabe en una parrilla lánguida y demasiado enfocada a una actualidad informativa que a veces no da tanto de sí. Que las televisiones privadas se hayan guardado todos los estrenos de ficción para otras épocas de mayor rentabilidad económica es entendible hasta cierto punto, teniendo en cuenta que estamos (casi) todos en casa. 

No sería descabellado pensar que un preestreno en Antena 3 de Veneno, la serie de los Javis sobre la popular estrella televisiva de los 90, podría haber servido como puente entre el canal y la plataforma Atresplayer para atraer al primer episodio a más espectadores que luego se abonaran a la plataforma para continuar con el resto de la temporada y otros contenidos de ficción. Y de paso nos hubiera ahorrado un prime time de cine de saldo que poco puede hacer ante formatos estrella como Supervivientes y Masterchef, los grandes beneficiados ante la falta de competencia.

En TVE, la paralización de la industria ha afectado a la postproducción de la cuarta temporada de El ministerio del tiempo, que aunque llegará próximamente ya habría sido estrenada en condiciones normales, y al rodaje de HIT, que con toda seguridad no veremos hasta después del verano. Para rellenar hueco en la parrilla, la pública estrenó el pasado 7 de abril Diarios de la cuarentena, esa serie low cost que ha escandalizado a la extrema derecha y que no ha interesado a la izquierda. Hecha con mejores intenciones que resultado, la serie llegaba, en palabras del director de contenidos de TVE Fernando López Puig, para reflejar «cosas cotidianas de la actualidad como bajar la basura o mirar al vecino de enfrente, todo para que el espectador aguante en casa y esté entretenido para llevar el confinamiento lo mejor posible». No se recuerdan sinopsis menos apetecibles. El propio ritmo de la actualidad hacía que el estreno ya pareciera obsoleto: la cabecera de la serie es un rollo de papel higiénico acabándose, un chiste que dejó de tener vigencia en la segunda semana de cuarentena. 

El público encuentra alternativas

Válidas - El Palomitrón

Mientras Diarios de la cuarentena llegaba a TVE y Jo també em quedo a casa (serie de corte similar) a TV3, Netflix lanzaba la cuarta temporada de La casa de papel, Movistar estrenaba La línea invisible y lo nuevo de The good fight y HBO nos traía, además de Mrs. America, dos de las mejores series del año y que probablemente arrasen en nominaciones a los próximos Emmys, si es que se celebran: Devs y La conjura contra América. Si en condiciones normales ya es imposible competir contra la ficción de pago, hacerlo desde el low cost y el confinamiento es un suicidio audiovisual. 

El público que no puede permitirse televisión de pago pero sí conexión a internet puede bucear por el archivo de TVE, mucho más interesante que su parrilla actual y del que se podrían rescatar ficciones clásicas que son un reflejo de la España de ayer pero también de la de hoy. O perderse por ese infinito pozo de contenidos llamado Youtube, en el que encontramos a las cómicas Carolina Iglesias y Victoria Martín en Válidas, una webserie de presupuesto cero que, sin embargo, tiene un recorrido e intención mucho más definidos. A veces se trata solamente de eso.

HBO España ya prepara la «serie que presentará una mirada autoral sobre las relaciones personales durante el confinamiento» junto a Rodrigo Sorogoyen, Leticia Dolera, Paula Ortiz, Carlos Marqués-Marcet y Elena Martín, cuyos últimos trabajos nos han fascinado. ¿Serán capaces de reconciliarnos con los contenidos confinados? Difícil es su tarea de conseguir que, por primera vez, queramos asistir a nuestra propia realidad colectiva ficcionada al mismo tiempo que se produce. Si solo se puede rodar ficción desde el confinamiento, ¿necesariamente tiene que tratar sobre el hecho de estar confinados? 

Fon López

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He crecido viendo a Pamela Anderson correr a cámara lenta por la arena de California, a una Carmen Maura transexual pidiendo que le rieguen en mitad de la calle, a Raquel Meroño haciendo de adolescente con 30 años, a Divine comiendo excrementos y a las gemelas Olsen como icono de adorabilidad. Mezcla este combo de referencias culturales en una coctelera y te harás una idea de por qué estoy aquí. O todo lo contrario.