EL MINISTERIO DEL TIEMPO: ENTRE DOS TIEMPOS
¿Y si el fin del ministerio tuviese como comienzo una serie sobre el propio ministerio? Lo sabemos, se trata de un bucle demasiado bizarro hasta para formularlo gramaticalmente, pero así ha sido el último episodio de la tercera temporada de El Ministerio del Tiempo. Y será el fin de la serie si las pocas esperanzas puestas en la cuarta temporada no dejan de menguar. Así que vamos a darle a este ministerio el final que se merece.
Metatelevisión en un viaje al pasado, una distopía en un viaje al futuro y mundos paralelos que coexisten mientras el turismo supone el fin de toda nuestra cultura. El ministerio está en peligro y todo por culpa de la televisión. ¿Realidad o ficción? Siempre ha habido mucho de ambas en esta serie, pero empecemos por partes. La misión de este capítulo es evitar que se haga una serie sobre El Ministerio del Tiempo basada en las misiones reales de los agentes. Hay que detener la serie y buscar al culpable.
La serie sobre El Ministerio del Tiempo: una historia para no dormir
«Esto era parecido, pero no ocurrió exactamente así», dice Alonso (Nacho Fresneda) a Pacino (Hugo Silva) mientras atienden a la escena en la que los nuevos Julián, Amelia y Alonso se presentan (actores cuyos nombres reales son Fernando Guillén, Gema Cuervo y Jaime Blanch, ¿os suenan?). Y claro que sabemos que no fue así, porque Julián (Rodolfo Sancho) nunca llamó D’Artagnan a Alonso, sino Alatriste, entre otras muchas diferencias. Pacino y Alonso harán de figuración para esta nueva serie, mientras que Lola (Macarena García) será la secretaria de un alto cargo de TVE en 1966. De esta manera, podrán saber quién es el creador de la serie y por qué ha decidido revelar tales secretos.
El creador no es otro que Ureña (Luis Larrodera), el nieto de un antiguo agente del ministerio que quiso atentar contra la vida de Salvador (Jaime Blanch). Este Ureña no solo está poniendo en peligro el ministerio con el único propósito de ganar dinero, sino que además está consiguiendo que la cadena de aquellos años 60 cambie la historia en pos de una loa a la España (Una, Grande y Libre) de aquellos momentos. La serie consigue detenerse gracias a la elaboración de unos nuevos guiones por parte de Salvador y Ernesto (Juan Gea), menos grandes y más libres, es decir, la historia tal y como fue, con una España grandiosa, pero también con sus batallas perdidas, algo que no acaba de gustar al gran jefazo de TVE. Esto favorece que Televisión Española incluya en su parrilla la serie del «Hitchcock español», como bien dice Pacino sobre Chicho Ibáñez Serrador (Sergio Villanueva). Historias para no dormir sustituye a la serie de El Ministerio del Tiempo y, curiosamente, la intro de esta serie también contenía una puerta. Casualidades y guiños televisivos.
El Ministerio entre dos tiempos: la cultura reducida al selfie
A la vuelta de esa apasionante y extraña misión, el ministerio se ha convertido en Carpe Diem, una agencia de viajes que permite a todo aquel que lo pague viajar a la época que desee para ser testigo en primera línea de su hecho histórico favorito. El ministerio convertido en un objeto de consumo, ninguneado por el valor de una entrada, medido por unos baremos que no le hacen justicia. Pero, un momento: ¿volvemos a estar dentro de un bucle metatelevisivo? Porque esto es justo lo que «ha matado» esta serie, como acertábamos a exponer esta semana en el artículo Entre todos lo matamos y El Ministerio del Tiempo se murió. El gran fallo: atender más a unas cifras de share que no demuestran nada en absoluto sobre una serie, en lugar de observar la calidad y a quienes verdaderamente la apreciamos. Una vez más, el ministerio cargando con errores ajenos.
Este episodio ha sido el homenaje perfecto a la televisión, pero sobre todo al inmenso trabajo que el equipo de esta serie ha hecho desde el primer día, contra viento y marea, aunque con el apoyo de todos los ministéricos. Por si se perdieron algunas de las mejores reivindicaciones del episodio, os refrescamos la memoria. Cuando Pacino pretende averiguar quién es el responsable de la serie, toma un guion en sus manos y no solo no encuentra el nombre del creador, sino que el guionista tampoco aparece, pues todavía hoy el reconocimiento de los guionistas deja mucho que desear. Por otro lado, cuando Ernesto llega con los nuevos guiones que él y Salvador han elaborado con esfuerzo, les dice lo siguiente a los agentes: «Menos mal que las series en aquella época no eran de 70 minutos, porque nos hubiese llevado una semana más». Con esta frase tan certera se le brinda un enorme aplauso a todo el equipo de guionistas que han trabajado en los 34 episodios que hasta hoy conforman la serie.
Un final apoteósico, pardiez
Desesperados ante un futuro en el que El ministerio tal y como lo conocen nuestros agentes (y como lo hemos conocido nosotros) no existe, Pacino decide rescatar los planos de cómo viajar al futuro que el rabino Levi (Paco Obregón) les mostró hace unos episodios. Viaje al futuro para arreglar el pasado y evitar la desaparición del ministerio o incluso algo peor, un futuro apocalíptico.
¿Pero hay un futuro peor que uno sin el ministerio? Claro que puede haberlo: uno en el que nunca haya existido. Si algo hemos aprendido de este ministerio es que, aunque no nos guste, la historia es la que es y no la podemos cambiar. Esta serie ha cambiado muchas cosas, destacando el cambio en el espectador ante los productos nacionales y su inclusión dentro de la televisión de calidad. Pero, sobre todo, ha trabajado por la comprensión de nuestra cultura y nuestra historia… que podrían ser mejores, sí, pero ya no serían las nuestras. Gracias por el tiempo.
Lorena Rodríguez