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BCN FILM FEST 2021 CINE CRÍTICAS REDACTORES

SOLO UNA VEZ

ANTECEDENTES

Guillermo Ríos ha sido un nombre desconocido en largometrajes, pero conocido en el sector de los cortometrajes con títulos comprometidos como El Chola o Nasija. La propuesta de Ríos de llevar al cine una obra de teatro de una temática tan actual como es la violencia machista es su primer largo, pero el compromiso de rodarlo en Tenerife, su lugar de nacimiento, pero también del actor que trabaja en la película y con un equipo íntegramente canario, añadía desde el principio del rodaje una oportunidad para saborear una película diferente sobre un tema tan actual. Su paso por el BCN FILM FEST ayudará a dar a conocer una cinta con bastante que aportar. Si ayer nos encargamos de nuestra primera incursión en el festival, hoy nos adentramos con esta propuesta totalmente distinta.

LA PELÍCULA

Un personaje masculino atraviesa una calle en moto. Potencia, velocidad y estilo son palabras que impregnan la pantalla mientras el desconocido devora el asfalto hasta llegar a su destino. Atraviesa, decidido, las puertas con el casco colgando de su brazo y la conserje lo conduce hasta el despacho de la psicóloga con quien mantendrá una charla sobre un suceso acaecido meses antes. A medida que esa charla llena la pantalla, cae la mascarada y florece entonces el miedo resquebrajando lo que antes era pura armadura. El desconocido intentará sostener la situación, pero, en el fondo, no tiene ni idea de qué está haciendo ahí y teme las consecuencias que traerá encontrarse en ese lugar.

Esta es la propuesta de la primera película del director Guillermo Ríos, Solo una vez, película a estrenar este 2021 que pretende generar un debate sobre la verdadera naturaleza de la masculinidad hegemónica, los endebles cimientos sobre los que se levantan las parejas y el papel necesario de las instituciones para la erradicación de esa lacra tan persistente como es la violencia machista. Pablo (Alex García) acude a la consulta psicológica de los servicios sociales, donde le atiende Laura (Ariadna Gil), especialista en violencia machista. Él no entiende muy bien qué lo ha llevado allí, pero su mujer, Eva (Silvia Alonso) es menos consciente todavía del papel que juega ella en todo eso. Equilibrando las debilidades de ambos cónyuges, Laura intentará tender puentes hacia ellos con el intento de ayudar en un asunto tan grave del que ellos no son ni siquiera conscientes.

La idea de Guillermo Ríos parte de una propuesta que se llevó a los escenarios con el mismo nombre de la mano de Marta Buchaca y crece sobre la base sobre la que se levantan otras propuestas que han pasado anteriormente por nuestro cine. A pesar de que películas como No estás sola, Sara (Carlos Sedes, 2009) o Celos (Vicente Aranda, 1999) retratan la violencia machista cuando ni siquiera esta recibía semejante nombre, la película más desgarradora de nuestra filmografía que trata este tema en toda su crudeza fue Te doy mis ojos (Icíar Bollaín, 2003). Es imposible no recordar el trabajo de un Luis Tosar espléndido cuando vemos al personaje de Alex García en Solo una vez, pero también es cierto que su personaje se afronta desde otra óptica sobre la que ya ha cabalgado una cuarta ola feminista.

La propuesta de Ríos no es la imagen descarnada del maltrato, como en la película de Bollaín, sino los engranajes del patriarcado que construyen la violencia machista: los pequeños gestos diarios, los silencios que con el tiempo se hacen atronadores, los miedos y violencias que viven las personas cuando apenas tienen uso de razón, la confusión de emociones en una sociedad que no nos ha enseñado a reconocerlas ni sentirlas… Es así que el personaje de Alex García no se acerca al de Luis Tosar, pero tampoco lo pretende. La fragilidad con la que Alex García pinta al personaje proviene también del desconocimiento frente a lo que siente y no sabe poner nombre, pero su foco no está en la violencia como fin, sino en la tremenda crisis de la masculinidad hegemónica que vivimos en estos tiempos de incertidumbre. Es así que la película, aunque retrate el tema de la violencia machista, abre también puertas a otros debates que no pueden quedar fuera de la palestra.

Merecen también la pena los personajes de la psicóloga Laura (Ariadna Gil) y la mujer de Pablo, Eva (Silvia Alonso). Ariadna Gil, como siempre, solvente en un personaje sabio que es capaz de ocultar varias capas de profundidad en ella misma. Su personaje encarna esas instituciones que a fuerza de empuje en la calle se han acabado haciendo presentes y necesarias en un tema tan ineludible, demostrando que es gracias al apoyo de lo público como podemos hacer frente a los terrores sistémicos de nuestra cotidianeidad. Silvia Alonso, en cambio, encarna a un personaje que precisamente demuestra cómo el patriarcado ha acabado colonizando incluso las mentes de las propias mujeres. Será gracias a la labor de la psicóloga como el personaje de Silvia Alonso acabará entendiendo sus circunstancias.

Si algo se le puede achacar a la película de Ríos son dos hechos que, si bien no lastran el visionado de la película, chirrían en una película de capas tan profundas como es esta propuesta. El primero es la piedra que supone a veces arrastrar una obra de teatro adaptada al cine y es que, aunque Guillermo Ríos hace un trabajo excelente a la hora de despegar los escenarios del único lugar donde se desarrolla originalmente la acción, focalizar esta en el lugar de trabajo acaba centralizando gran parte de la trama en el personaje de Ariadna Gil y perdiendo muchísimos claroscuros que podrían haber sido mejor exprimidos. El segundo es un final que peca de demasiado abierto a la interpretación de un espectador que quizá esperaría una mayor concreción en una película que ha acabado desnudando a sus protagonistas hasta límites inimaginables cuando empezaron las primeras escenas.

ELLOS Y ELLAS

Ya hemos hablado anteriormente del trabajo actoral de las dos actrices y el actor que llevan la película sobre sus hombros. El trabajo de Alex García (Antidisturbios, Orígenes secretos) es de agradecer por su valentía a la hora de captar las aristas de su personaje, especialmente teniendo en cuenta el candente tema del que trata la película. Silvia Alonso (La lista de los deseos, Hasta que la boda nos separe) hace un trabajo agradecido a la hora de encarnar a su mujer en la ficción y su interpretación gana puntos a medida que avanza la trama. Ariadna Gil (Escenario Cero, Aquí en la tierra), como siempre, espléndida en un personaje que es capaz de llenar ella sola con sus miradas, sus gestos y un coraje contenido que se construye desde la integridad y no desde la agresividad. Les acompañan actores y actrices secundarias que ayudan a levantar una trama paralela que complementará lo narrado en la pantalla, una de las cuales es Mari Carmen Sánchez.

LA SORPRESA

Pocas veces obras de teatro adaptadas al cine consiguen despegar los pies del suelo con eficacia y esta película, a pesar de que necesita enraizar los escenarios para dar profundidad al personaje de Ariadna Gil, es capaz de pasar esa prueba.

LA SECUENCIA/EL MOMENTO

Hacia el final de la película, la conversación de a tres que mantienen psicóloga, marido y mujer es capaz de cristalizar todos los temas que durante toda la película han estado flotando en pantalla y que se personifican en este tour de force entre los tres personajes que sólo hace aumentar hasta hacernos preguntas sobre cuál será su límite en la propia trama.

TE GUSTARÁ SI…

Quieres entender cómo la violencia machista no es sólo cosa de unos pocos locos, sino la punta del iceberg de todo un sistema que nos engloba a todos.

LO MEJOR

  • El trabajo de sus actores.
  • La luz tinerfeña que baña la pantalla. Parece impensable, pero el hecho de contar una historia tan angustiosa bajo esa luz cálida hace que la película no se atragante en la garganta por el tema tan crudo que narra.

LO PEOR

  • Quizá un final que puede dejar frío a más de uno si lo que espera es una mínima resolución de los conflictos surgidos.
  • A pesar de que las tres voces actorales levantan solas la película, en ocasiones parece que los secundarios están ligeramente desdibujados.

Javier Alpáñez

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