EL AÑO DE LA FURIA
ANTECEDENTES
Rafa Russo estrenó su primera y última película, Amor en defensa propia, en 2006. Durante los siguientes quince años se ha mantenido activo marcado por un ritmo estable de trabajo en guiones para cine y televisión. Tras un año de pandemia global, el BCN FILM FEST cumple su quinto año dando entrada a varios de los títulos más importantes de una nueva hornada que pretende mantener vivo el séptimo arte, títulos entre los cuales se halla la nueva película de este director, El año de la furia, una película que pretende remover conciencias y despertar voces de un pasado no tan remoto.
LA PELÍCULA
Capital de una democracia duradera y estable, Montevideo en 1972 es un espejo de las convulsiones que vive un Uruguay acelerado, pero incapaz de detenerse. Los años 70 vieron nacer una nueva forma político militar en América Latina caracterizada por la destrucción de las democracias desde su propio seno, una voladura controlada de regímenes populares que encontraron su precipicio cuando la sombra de los Estados Unidos, el agotamiento de algunos sectores sociales y el miedo o la paralización de amplias capas de la población se mezclaron en una violenta paleta de colores que hicieron descarrilar a los sistemas democráticos del cono sur.
Esta es la historia que el director Rafa Russo intenta narrarnos en El año de la furia, un violento lienzo de las relaciones sociales que se daban entre diversos grupos sociales en el Montevideo de entre 1972 y 1973 bajo la alargada sombra de una amenaza cada vez más pegajosa para la realidad cotidiana de los uruguayos. La dictadura militar que se cernía sobre el país es el telón de fondo de una película que quita el aliento desde el primer momento en que empiezan sus primeros minutos y que no deja indiferente a nadie en un visionado en el que apreciamos paso a paso el fundido en negro del país.
El año de la furia nos presenta un paisaje coral de personajes en una capital uruguaya que vive sus últimas horas democráticas. Diego (Alberto Amman) y Leonardo (Joaquín Furriel) son guionistas de un programa de televisión crítico con el poder que tienen que lidiar con un superior al que día tras día le aprietan desde arriba para que censure a sus propios guionistas ante el cada vez más estridente clamor militar. Diego vive en una pensión con la dueña del lugar, Emilia (Maribel Verdú), su hija Jenny (Sara Sálamo) y algunas personas más con las que forma una particular familia sin lazos de sangre. A la vez, el teniente German Rojas (Daniel Grao) escala puestos de poder ante el trabajo cada vez más necesario de la policía para dominar la calle. Tras la desaparición de Sergio (Sebastián Iturria), compañero de habitación en casa, los pocos habitantes de la pensión mantienen el corazón en vilo hasta que se enteran del paradero de este. El suceso no dejará a nadie indiferente y obligará a todos a moverse y a tomar posiciones frente a la amenaza bajo la que acabará sucumbiendo el país entero.
El año de la furia supone un evidente trabajo de calidad sustentado no sólo por una grata dirección y fotografía que en más de una ocasión nos dejará fascinados, sino por un guion firmado también por el propio director que es capaz de erigir un trabajado teatro de personajes donde cada uno encontrará su sitio a pesar de las voces corales que se despliegan en todo el filme y que es capaz de mantener una constante tensión que acaba de perfilar una obra magnánima. Esta producción hispano uruguaya es también una nueva incursión del cine latinoamericano versado en la historia de las dictaduras militares de la región. Sumada a la argentina Rojo (Benjamín Naishtat, 2018) o No (Pablo Larraín, 2012), entre muchas otras, esta película entra en una tradición que define el imaginario militar que supuso el terror dictatorial para la población latinoamericana.
ELLOS Y ELLAS
Sin lugar a dudas, Alberto Amman (Relatos con-fin-a-dos, Narcos: México) y Joaquín Furriel (La corazonada, El jardín de bronce) llenan unos personajes, Diego y Leonardo, respectivamente, que acabarán haciendo de nexo entre todos los personajes que aparecen en la película. Maribel Verdú (No te puedes esconder, El asesino de los caprichos) vuelve a regalarnos un personaje lleno de frescura y raciocinio frente a las adversidades que se narran en la película, a pesar de que su papel se reduzca frente al de otros como su hija Jenny, Sara Sálamo (Relatos con-fin-a-dos, Brigada Costa del Sol). Daniel Grao (Hit, El inconveniente), en cambio, roba cada vez más minutos en la pantalla con un personaje de varias facetas que el actor se encarga de encarnar como guante en su mano, al igual que ocurre con el personaje de Susana interpretado por Martina Gusman (Voces secretas, El marginal), quien acabará por personificar todas las contradicciones históricas que Uruguay estaba viviendo en aquel momento. Algunos secundarios como Sebastián Iturria (Mercado Central), entre otros más, consiguen ampliar nuestra visión de esa realidad gris que significó el advenimiento de la dictadura uruguaya.
LA SORPRESA
Sorprende encontrar a actores españoles en una producción que, si bien supone un puente entre Uruguay y España, narra una realidad lejos de nuestras fronteras. Daniel Grao está esplendido en un papel que tuvo que trabajar más si cabe para hablar con un acento al que difícilmente nos tiene acostumbrados, igual que ocurre con Sara Sálamo, quien encarna a la perfección la lucha de todo un país.
LA SECUENCIA/EL MOMENTO
El desenlace para el personaje de la esposa del teniente Germán Rojas, un momento que petrifica nuestras expectativas y funde la imagen inicial del teniente para darnos una visión distinta de este.
TE GUSTARÁ SI…
Disfrutas del cine latinoamericano sobre las dictaduras del cono sur.
LO MEJOR
- Una fotografía que permite exprimir al máximo un guion y unos actores en estado de gracia.
- La constante sensación de ver a través de radios y televisión cómo el país entero camina a ciegas hacia el abismo.
LO PEOR
- A pesar de que todas las historias bordan un final apropiado, en ocasiones el guion engaña sin pretenderlo y nos parece que ciertas situaciones o personajes se desdibujan en la trama.
Javier Alpáñez