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EL MIEDO A LAS ADAPTACIONES ANIMADAS

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Voy a ser honesto. Suelo ser escéptico en muchos aspectos, pero mi escepticismo aumenta indiscriminadamente cuando se trata del anuncio oficial de la adaptación animada de cualquier manga que sigo o que, en su defecto, figura en mi lista de pendientes. Siguiendo con este pequeño ejercicio de honestidad, he de admitir que soy de los que anteponen la obra original por encima de sus derivados. Obviamente hay un pequeño círculo de excepciones, pero creo que (casi) siempre se pierde algo en los productos lanzados a posteriori. Pero, cuidado, esto no quiere decir que me dedique a llevar a cabo una particular cruzada con el fin de mortificar lo que, a mí, puede parecerme inferior en términos de calidad. Aun con todo, soy incapaz de negar o no querer ver las bonanzas de un producto de animación, por ejemplo. Y, siguiendo con este caso, destacar su papel como recurso comercial. Como herramienta para popularizar y, por extensión, incrementar las ventas de su original.

Y es que, por desgracia o virtud, esto funciona así. En multitud de ocasiones si no tiene anime es como si no existiera. Un hábito algo dañino que parece estar lejos de cambiar y cuyo análisis merecería una entrada aparte. Si escribo estas líneas es porque 2019 se postula como un año de grandes estrenos. Un sinfín de producciones como One Punch Man S2, Mob Psycho 100 S2, Shingeki no Kyojin S3 Parte 2, My Hero Academia S4, Bungou Stray Dogs S3, The Promised Neverland o Kimetsu no Yaiba coparán parte de la parrilla anual. Un gran número de estrenos comerciales a los que se suma otro carro con, quizá, menos renombre pero de gran calidad. En los últimos días, y casi como un vendaval, se anunciaron los proyectos de televisión de obras como Dr. Stone, Fire Force o Dorohedoro. Y, especialmente por dos de estas, mi escepticismo vuelve a asomar firmemente sin ningún tapujo.

El miedo a las adaptaciones animadas fire force - el palomitron

Bones no coge el testigo tras Soul Eater

Fire Force, la obra de acción y poderes sobrenaturales de Atsushi Ohkubo —creador de Soul Eater— venía pidiendo a gritos una adaptación. Con quince volúmenes a sus espaldas era de extrañar que todavía no se hubiera desvelado nada al respecto; y más teniendo en cuenta el anterior éxito del autor. El anuncio se hizo de rogar, pero finalmente se dio con el nombre de quién se encargaría de transportar la historia del nipón a formato televisivo. David ProductionLos encargados de adaptar la icónica JoJo’s Bizarre Adventure, la revelación de Cells at Work! o el remake de Captain Tsubasa. Un estudio con un estilo muy característico que ya es marca de la casa desde el estreno del primer arco de JJBA. Sin embargo, su predilección por el uso de planos estáticos puede lastrar en cierto grado una obra con constantes secuencias de acción y movimiento. Una tipología de combate que dista en demasía de la de las adaptaciones de la obra de Hirohiko Araki, donde siempre prevalece el ingenio y la astucia. Que hace gala de un timing mucho más pausado. Esto, sumado a la carga de trabajo del estudio de animación con varias producciones más en paralelo, hace que las dudas me asalten. A pesar de ello, David Production se ha ganado varios votos de confianza.

Ciencia e ingenio difíciles de adaptar

Pero el tema de Dr. Stone (Riichiro Inagaki, Boichi) y Dorohedoro (Q Hayashida) es distinto. Y tanto que lo es. El anuncio del anime de Dr. Stone era más que previsible, solo era una cuestión de tiempo. Se trata de una de las últimas series de la Weekly Shonen Jump en gozar del beneplácito del público y consolidarse. Y lo consigue pese a diferenciarse en gran medida de otras obras del género. Inagaki deslumbra con un guion que se aleja de lo convencional bajo un contexto postapocalíptico. Es un shonen, pero su desarrollo dista del de la media; su protagonista progresa haciendo uso del intelecto y sus conocimientos científicos. No hay apenas enfrentamientos —al menos en los primeros compases de la serie— y, precisamente, ahí reside la fuerza de Dr. Stone.

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En el interés por conocer las artimañas e inventos de su protagonista, y no en qué villano morderá el polvo en la siguiente pelea. Debido a sus características, el estudio encargado de llevar a cabo su adaptación debe saber cómo explotar estos momentos y enfatizar en ellos como se merece. Captar la esencia de la obra y no virar hacia aspectos más convencionales. A esto hay que sumarle el apartado artístico de la obra, cortesía de Boichi (Sun-Ken Rock, Origin). Un arte muy personal que roza siempre la excelencia en cuanto a detallismo se refiere. Un diseño de personajes tan peculiar como atractivo y un humor resultón y bien ejecutado que se perfila hacia un estilo más caricaturesco. Dr. Stone no es una serie nada fácil de adaptar, ni por su apartado visual ni por su temática y narrativa.

La esencia de Dorohedoro es incompatible con el formato

La otra joya en contar con serie de animación en algún momento del próximo año es la fantasía oscura de Q Hayashida. Si antes comentaba que Dr. Stone es una serie difícil de tratar, Dorohedoro se encuentra varias posiciones por encima. Porque Dorohedoro es sucio, explícito, violento, visceral y bizarro, entre otros tantos adjetivos de corte similar. Su trama es excéntrica, igual que su universo, y el elenco de personajes está en total sintonía con ello, por lo que rezuma locura tanto en su diseño como en sus acciones y personalidades. Dorohedoro rompe con cualquier tabú y no entiende de filtros o censuras, por lo que adaptar de manera óptima algo de este calibre es una tarea muy complicada. Si es difícil lidiar con el arte de Boichi, el de la autora de Dorohedoro es casi tarea imposible. A través de él se logra transmitir a la perfección ese tono de oscuridad y podredumbre que rodea y protagoniza la obra. Muy pocos estudios en el panorama actual podrían sacar adelante una adaptación digna de la obra. Por lo que, de momento, y a falta de más información sobre el proyecto, mis expectativas por esta producción son más bien inexistentes.

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Como decía anteriormente, me considero más lector que espectador. Cada sector tiene sus puntos fuertes, pero encuentro un mayor atractivo en la narrativa del cómic japonés. 2019 puede ser un gran año para que títulos como The Promised Neverland terminen explotando todo su potencial y se conviertan en un auténtico fenómeno. Muchos nombres propios y de gran calidad. Pero, como siempre, el “miedo” va a estar ahí. Y va a estar hasta que se sepa la mano ejecutora de Dr. Stone o Dorohedoro, por ejemplo. Será ahí cuando mi escepticismo continúe —en mayor o menor grado— o, por el contrario, se convierta en decepción.

Edu Allepuz

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Intento de muchas cosas y una de las piezas que hacen funcionar la sección manganime. Ávido lector de manga, enamorado de la tinta y de la tragedia de Sui Ishida. Firme defensor de la industria como arte y la abolición de estúpidas etiquetas.