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HOMENAJE A CARLOS SAURA: EL 7º DIA (2004)

Llegamos al final de esta serie de artículos en homenaje a Carlos Saura con la que sería su última película de corte más clásico, El 7º día. Tras haber visto en esta serie de artículos los inicios del director con Los Golfos (1960), su arte cada vez más refinado con La caza (1966), su primera película a color con la presencia de Geraldine Chaplin en Peppermint frappé (1967), una de sus películas más acabadas sobre la oligarquía española en Ana y los lobos (1973), su clásico Cría cuervos (1976), su primera película histórica con El dorado (1988) y su clásico histórico ¡Ay, Carmela! (1990), entramos en la última película que Saura realizaría antes de dedicarse por completo al baile popular, al flamenco y a la música regional, influenciado definitivamente por otros mundos artísticos que caminaban más allá del cine. No podemos despedirnos de Saura sin mencionar la última película que llevaba su sello, el documental Las paredes hablan, estrenado este mismo 2023, en el que el director, buscador incombustible del arte y de la vida, cinceló su última pasión, dedicada al arte sobre las paredes a través de la historia.

Cuando El 7º día tiene su estreno el cine mundial ya ha entrado en un nuevo milenio y el cine español con él. Todavía respirando el polvo del hundimiento de las torres gemelas de Nueva York y viviendo en una burbuja inmobiliaria en España que llevaba al país hacia el desastre, con El 7º día se estrenaron también sendos viajes al pasado como fueron Mar adentro (Amenábar) y El Lobo (Miguel Courtois). Sin embargo, los moldes de Saura se habían quedado atrapados en el milenio anterior para un cine que buscaba otras formas de observar la vida a través del arte, y es que El 7º día no goza de la genialidad de otras películas anteriores de un director que supo leer la sensibilidad de una época y retorcerla hasta regalarnos productos imperecederos.

El 26 de agosto de 1990 en la localidad extremeña de Puerto Hurraco los hermanos Emilio y Antonio Izquierdo llegaron a la plaza del pueblo en plena noche del final del verano, levantaron ambas escopetas y dispararon a toda la gente que allí había. El objetivo eran miembros de la familia Cabanillas, sus rivales por unas lindes de tierras, un incendio que mató a su madre y un conflicto amoroso nunca bien resuelto que llevó a ambas familias al enfrentamiento continuo en una tierra donde muchos nacían y morían en el mismo lugar del que nunca saldrían. Nueve vecinos fueron asesinados, entre ellos niños. Las instigadoras eran las propias hermanas Izquierdo, Ángela y Luciana, que acabaron recluidas en un hospital psiquiátrico. En una España que miraba a Europa y al futuro, el episodio de cuatro hermanos que hoy día formarían parte del debate sobre salud mental conmocionó a nuestro país y nos remitió a esa España negra que tanto costaba extirpar de nuestra memoria. Con los rostros de Ana Wagener, Victoria Abril, Juan Diego y José Luis Gómez en la piel de los cuatro hermanos Izquierdo, Saura realizó una película sobre esta tragedia dieciséis años después, aunque su resultado no fuera del todo el esperado.

A El 7º día le falta gancho, le falta ritmo y le sobran minutos demasiado dedicados a tramas, escenas y personajes innecesarios. Con ecos que a veces parecen remitir al absurdo surrealista de Lynch, a las propias películas de Saura cuando las tres niñas bailan en la habitación una canción de la radio como en Cría cuervos (1976) o al cine actual de su época en amoríos que no llevan a ninguna parte, El 7º día parece quedarse a medio fuelle en muchos aspectos y no llega al nivel de solvencia que Saura nos regaló en películas como La caza (1966), la misma Cría cuervos (1976) o Deprisa, deprisa (1981). Quizá en ocasiones con una estética muy actual contaminada por las corrientes del nuevo milenio y a la vez demasiado deudora del cine clásico de Saura, El 7º día no llega a encontrar su hueco en una narración que podría haber explicado con fluidez uno de los episodios más oscuros de la crónica negra de España. Los políticos extremeños la recibieron incluso con recelo en su momento, hastiados de que su tierra fuera el lugar de lo macabro tras el viaje alucinado de Buñuel a Las Hurdes. Un caso así se realizaría hoy en día bajo una aproximación muy distinta, y no un acercamiento tan clásico que incluso mantiene esquemas del cine de Saura como son las fotografías iniciales con las que se inician los créditos como en Ana y los lobos (1973) o el rostro de la hija de mayor como en Cría cuervos (1976).

Sin embargo, no todo son malas noticias en esta película. La obsesión de Saura por los ambientes opresivos donde unos personajes están destinados tarde o temprano a chocar hacen de la localidad de Puerto Hurraco en la película uno de esos ambientes asfixiantes que atrapa a las personas y que no las deja salir. Incluso la propia voz de la niña hecha mujer hablando desde un futuro que es nuestro presente siempre habla de un pasado en ese pueblo del que nadie puede escapar. Saura hace de la localidad donde tuvieron lugar los crímenes uno de esos lugares cerrados de pesadilla sometidos al tormento del verano, el calor y las rencillas largo tiempo labradas.

El máximo momento de tensión de la cinta, aquel en el que los dos hermanos sostienen sendas escopetas que cargan y disparan contra los locales, es un momento que debería ser recordado en la historia del cine español, no sólo por la carga dramática que atesora, sino por la consecución plástica en la pantalla de un suceso que sobrecogió a nuestro país. Las miradas, el sudor en el rostro de ambos hermanos, la noche y los disparos de la escopeta son historia de nuestro cine, un producto perfecto que Saura sabe hacer como buen artesano que es. Sus consecuencias, también perennes en la pantalla hasta los créditos finales, seguirán persiguiendo al espectador hasta después del visionado cuando la pantalla negra llegue a su fin.

Pese al resultado poco esperado del film, nos despedimos de Carlos Saura con este artículo. Nos dejó a la edad de 91 años en febrero de este mismo 2023, día antes de poder recibir el Premio Goya honorífico en la ceremonia del cine español este año 2023, tras una vida de película bebiendo del cine italiano en sus inicios, regalándonos clásicos indiscutibles entre sus más de 50 películas realizadas, con cuatro matrimonios y siete hijos, algunos de ellos dedicados también al séptimo arte, en una familia más unida de lo que la prensa nunca quiso ver. Emparentado con la mismísima familia Chaplin durante un momento de su vida; marido, padre, abuelo e incluso bisabuelo; genio obsesivo de todos los temas que llegaban hasta él, desde el arte rupestre al flamenco, desde el cine quinqui a la historia de España, desde el cine italiano de posguerra hasta el documental, Saura nos deja un legado inconmensurable no sólo como director o guionista, sino también como artista autodidacta incansable que no siempre se vio con fuerza y presupuesto para levantar proyectos pese a su imaginación desbordante. La cascada de aplausos de casi dos minutos durante la ceremonia de los Goya que entregó a la familia el Premio Honorífico atestigua la fuerza de un maestro que pasó a ser historia de nuestro cine mucho antes de su fallecimiento. Saura vivirá y sus películas seguirán desbordando la imaginación de lo limitado para seguir embadurnando de vida a las nuevas generaciones de directores por venir. Desde nuestro medio, este pequeño honor a un genio incansable.

Javier Alpáñez

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