HOMENAJE A JUAN DIEGO: LA ELEGANCIA DE UN CLÁSICO
La voz ronca, la mirada cristalina, el porte elegante, el deje canalla y el temple, siempre el buen temple. Decía Juan Diego que la vida es una película donde te han dado un papel que no sabes muy bien cuál es. Hoy sus compañeros de profesión, con los que ha compartido horas de rodaje y tablas de escenarios, intentan definir cuál fue ese gran papel que nunca supo descifrar; “maestro”, “compañero”, “noble”, “humilde” y, quizás el más importante, “actor”.
Esta mañana la noticia de su marcha nos caía como una jarra de agua helada. Tras de sí quedan cincuenta y cinco años dedicados a la interpretación en cuerpo y alma, con papeles míticos e irrepetibles que le hicieron conocido entre veteranos y jóvenes. Miembro de la Academia de Artes Escénicas, laureado con tres premios Goya, ganador de la Concha de Plata a mejor actor en el Festival de Cine de San Sebastián y Medalla de Oro al Mérito de las Bellas Artes, son solo algunas de las muchas distinciones que el actor obtuvo a lo largo de su vida.
El camaleón de Bormujos
Quizás fue su infancia rural en Bormujos, en la que jugaba entre las calles de piedra como un chaval como otro cualquiera, la que le hizo comprender el sentir de la gente rural. Quizás por eso supo meterse en la piel del señorito Iván, ese terrateniente con más beneficio que oficio que mató a la Milana Bonita de Azarías en ‘Los Santos Inocentes’ (Mario Camus).
O puede que fuese el ambiente clerical y la constante presencia militar de sus años de juventud los que le ayudarón a encarnar a San Juan de la Cruz en ‘La noche más oscura’ (Carlos Saura), y a Franco o el General Armada en ‘Dragon Rapide’ (Jaime Camino) y ’23 F: la Película’ (Chema de Peña).
Cierto o no, la verdad es que resulta complicado nombrar a actores con la sincera capacidad de mimetizar a sus personajes hasta el tuétano. Pero así era él, polifacético, camaleónico y con la capacidad de hacer suyo cualquier guion que acabase en sus manos. Igual encarnaba al fraile Villaescusa, ‘El rey pasmado’ (Imanol Uribe), que pedía justicia por su hijo en ‘Padre Coraje’ (Benito Zambrano) o ponía orden, como medianamente podía, en la comisaria de San Antonio, ‘Los Hombres de Paco’ (Daniel Écija, Álex Pina).
Su larga filmografía, sus míticos papeles en televisión, sus incursiones en el ya desaparecido Estudio 1 y su sencilla humanidad le convirtieron en un actor querido y admirado por compañeros y aficionados.
Elegante, discreto, caballeroso y tranquilo, una de las últimas veces que pudimos verle fue el pasado diciembre, cuando acudió al Teatro Español a despedir a su amiga y compañera Verónica Forqué. Siempre honesto, se quejó ante los medios de la sociedad de enfermos que estábamos creando. Ahora ese mismo teatro le acogerá para darle su último adiós.
Siempre fue capaz de dar el toque justo de emoción mientras colocaba las palabras en los labios de sus personajes. Quizás sea por eso por lo que conviene recordar esa mítica frase de ánimo que entonaba con voz opaca el eterno Don Lorenzo:
“Si la vida te da en las costillas, tú le demuestras de qué estas hecho y te levantas. Si no tienes fuerzas la buscas de donde sea y te levantas. Te levantas Povedilla. Si te caes, te levantas, si te tiran, te levantas. Te levantas siempre, pase lo que pase te levantas cuantas veces sea necesario, ¿entiendes? Por tus santos cojones, te levantas.”
Gracias por tanto Juan Diego, hasta siempre.
Claudia Banqueri