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CORTOMETRAJES DE LOS GOYA

Apenas contamos días para cumplir el sueño cinematográfico español, o lo que viene siendo la celebración de los premios Goya, como cierre de un ciclo, el ciclo de un año de cine. Año atípico, que se ha visto muy condicionado por los devenires de la pandemia, llegando hasta esta ceremonia, que por primera vez en su historia será prácticamente telemática. Unas 50 personas conformarán el evento presencial, que tendrá lugar en el Teatro Soho CaixaBank, bajo la mano firme de Antonio Banderas y María Casado, pero con todos los nominados en sus casas, presenciando el evento de manera telemática. Una rareza, que por mucha desconfianza que nos presente, se antoja coherente, y busca redefinir el valor de la celebración de nuestro cine.

Dicho esto, vamos a pararnos a degustar y valorar el pequeño formato, que muchas veces invisible para la industria, concentra algunos de los ejercicios y de las miradas más rompedoras del séptimo arte. Así es, el cortometraje se ha convertido en un claro referente a la hora de entender que el cine puede y debe ir más allá de esa tendencia formulaica que por desgracia tanto nos persigue ahora. La invisibilidad de las propuestas es inversamente proporcionalmente a su calidad, tal es así, que a pesar del valor que el cortometraje tiene en nuestro cine, este estuvo a punto de desaparecer de la ceremonia, en una decisión coherentemente revocada. Para quien escribe, sería interesante que desde el estadio público se favorecieran plataformas, espacios, y lugares, que facilitaran el acceso más amplio a todas estas magníficas piezas, al margen de su interesante recorrido en festivales, a lo largo y ancho de nuestra geografía.

Podríamos desglosar los grandes hitos que el cortometraje español ha conseguido, que por cierto este año, y esperemos que con suerte, vuelve a estar cerca de la nominación al Oscar, gracias a La voz humana de Pedro Almodóvar, pero esta vez asentaremos nuestra mirada en un recorrido sintetizado a las miradas que han conseguido colarse en las tres ternas de cortometrajes que serán premiadas en la ceremonia del 6 de marzo. Tres ternas ricas en calidad y variedad y representativas de un cine insólito, y completamente empeñado en un ejercicio de actualidad, renovación y rupturismo.

Entrando ya en materia, ubicamos nuestra mirada en el terreno documental, aquel que quiere ser un reflejo honesto de lo que nos rodea. Y para ello, disfrutamos de la dura y emocionante hazaña de un padre y un hijo, que tienen que dejar su tierra atrás, para la supervivencia del pequeño. Encerrados en un hospital, nos emocionamos con la limpia y honesta mirada que nos regala Mateo Cabeza en Paraíso. Desde la emoción, viajamos a la conciencia que con precisión nos ofrece, la ya nominada anteriormente, Mabel Lozano, gracias a su pieza Biografía del cadáver de una mujer. En ella, se combina la voz oficial de los hechos con una mirada sombría e inquietante a la realidad de un caso de asesinato, en relación a la trata de blancas. Denuncia de un sistema jurídico-legal vacío en acciones e intenciones. Desde la denuncia presente nos vamos a Málaga, a la mirada de una ciudad, en los días previos a su invasión durante la Guerra Civil Española. El retrato de una ciudad y de un momento histórico desde la óptica de unos foráneos curiosos e idealistas que, entre la ficción y la realidad, dan a forma a una obra muy recia, Paraíso en llamas, de José Antonio Hergueta. Y desde ese rincón, viajamos hasta Argelia, para valorar y admirar el coraje femenino, para conseguir literalmente agua de donde no hay, a través de una particular piscifactoría sacada adelante por tres mujeres valientes en pleno desierto, en el firme reflejo de Solo son peces, de Ana Serna & Paula Iglesias.

Paraíso es el emotivo cortometraje por el que Mateo Cabeza opta al Goya en la terna documental.

Pasando a la ristra de animación, si anunciamos una cosecha floja en el terreno del largometraje, no podemos decir lo mismo para el formato corto, valiente, generoso y fructífero en sus aportaciones. La emoción, la firmeza técnica y de la animación, y la capacidad de encuadrar con habilidad un discurso capaz de involucrar a pequeños y grandes, define dos ejercicios tan estimulantes como Vuela de Carlos Mira-Sagrado, mirada a la solidaridad dentro de los márgenes de la exclusión social trasladada a la historia de unos pajarillos, y Blue & Malone. Casos imposibles, de Abraham López Guerrero, ejercicio que entre la acción real y la animación nos hace viajar al sentir de los sueños de esa añorada y necesaria infancia. Mientras tanto, la rareza convertida en genialidad viene a descubrirnos ejercicios de animación adultos, repletos de estilo y discurso. Es el caso del nuevo cortometraje del premiado Alberto Vázquez, Homeless Home, particular mirada al retorno de esa juventud marchita a su hogar en forma de cuento gótico. Línea discursiva que también defiende ese particular y fascinante ejercicio de depresión y feísmo que es Metamorphosis, de Juan Fran Jacinto & Carla Pereira.

Cuatro obras muy notables conforman la terna del Goya al mejor cortometraje de animación.

Introduciéndonos en la terna de ficción, que contiene 5 contendientes, a similitud y valor de mejor película, defendemos 5 títulos muy diferentes, de fuerte carga social, y muy especiales en su definición. La lacra del machismo a través de un ejercicio preciso que nos retrata con firmeza un abuso sexual, en las líneas de esa agresiva cotidianidad, gracias a Álvaro Gago Díaz en 16 de decembro; la desestructuración social a través de este extraño retrato en clave de comedia negra de la convivencia no social, y el problema de la vivienda y el alquiler, en comunión con el enemigo de la turistificación, gracias al ingenio de Javier Macipe, en Gastos incluidos; una lucha intergeneracional, a través de una conflicto en clase entre profesora y alumna, define la agudeza de Beef, de Ingride Santos; el valor de la humanidad en la sociedad que vivimos, desvirtuada por el yugo opresivo de las redes sociales, define este duelo de primer nivel entre Sonia Almarcha y Manolo Solo en la contundente A la cara, de Javier Marco; y cerramos el capítulo de la ficción con Lo efímero de Jorge Muriel, una reflexión sobre el instante, sobre el valor de la vida, en su enmienda de ser efímera, y en su deseo de encontrar felicidad, a través de dos vidas diferentes, pero necesitadas de amor, en este bello viaje a lo sensorial.

Estas obras, variadas, curiosas, complejas (algunas de las cuales las podéis encontrar en plataformas como Filmin o Movistar+) encuadran una mínima representación de un año excelso para el formato corto, que más que nunca pide a gritos una mayor visibilización, desde los ámbitos educativos hasta los ámbitos comerciales. En muchos sentidos, estas obras son presente y futuro del cine, que por desgracia, en su vertiente larga, palidece bajo las enquistadas demandas de una industria que vive su peor momento ante el devenir que nos atañe. Por ello, este repaso, por ello, esta reivindicación a la generosidad de estas obras, que encontrarán exposición en la próxima ceremonia de los Goya, el día 6 de marzo, bajo la mirada silente del ilusionado creador en tiempos de pandemia.

Alberto Tovar

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