NOMBRES PROPIOS: JAVIER BOTET
Suelen decir que los monstruos dan miedo, pero concretamente este, si se le conoce bien en la vida real, da todo lo contrario. Es un monstruo en el sentido bonito de la palabra, en el sentido de ser una persona enorme en todos los aspectos, y aunque en su trabajo pueda dar miedo a través de la gran pantalla a los espectadores, en la vida real nada de nada.
Si hablasen con quien se oculta tras kilos y kilos de maquillaje durante horas para rodar en el set, descubrirían a un tierno mancheguito nacido en Ciudad Real, y no tendrían temor alguno a ninguno de los personajes que interpreta: La niña Medeiros en Rec de Jaume Balagueró y Paco Plaza; «el hombre encadenado» en Las Brujas De Zugarramurdi; la Mamá más aterradora de Muschietti; los fantasmas de Pamela, Enola y Margaret en La Cumbre Escarlata para el mismísimo Guillermo del Toro; KeyFace en Insidious: La última llave; el espectacular The Crooked Man (con película propia próximamente) en Expediente Warren: The Conjuring; el extraterrestre Xenomorfo en Alien: Covenant; Set, un dios egipcio de La Momia de Alex Kurtzman; el leproso del remake de IT… Todo hasta llegar a tener su propia película, Slender Man, actualmente en cartelera.
A la espera del estreno de Polaroid, entre otros muchos proyectos cinematográficos más, este manchego en Hollywood, como ven, no para. ¡Hasta ha salido en el videoclip de El Pozo (Autoterapia), uno de los temas del grupo español Izal! Los 1,97 cm de Javier Botet son de puro talento y desde El Palomitrón hemos descubierto toda su historia: De niño cinéfilo a monstruo del cine.
Estuviste viviendo en Ciudad Real hasta los 5 años, luego en Cuenca y en Granada. ¿Cómo empezó todo?
Javier Botet: Primero en Almería por el trabajo de mi padre, que trabajaba en un banco, entonces le iban cambiando de sucursal y me iba cambiando de colegio. Nos cambiábamos a uno y luego nos cambiábamos a otro mejor y luego le cambiaban a otra ciudad… Entonces he estado en muchos colegios, en muchos barrios. En cada ciudad en un par de ellos y era un jaleo, pero ya en Granada es donde más tiempo estuvimos. Hice allí Bellas Artes.
¿De pequeñito te gustaban las películas de terror?
J. B.: El cine en general. De crío vi Bambi la primera, luego vi Star Wars: El Retorno del Jedi que fue con la que me explotó la cabeza. Yo dibujaba constantemente, siempre tenía papel y lápiz y siempre estaba dibujando, haciendo monigotes. Entonces cuando vi El Retorno del Jedi era una vorágine de criaturas de todos los tipos: los ewoks, los wookies, toda la cantera de Jabba the Hutt… yo me quedé loco enseguida. Era pequeño, y entonces me pasé toda la vida dibujando más criaturas que personas. Para mí lo creativo era crear algo, no copiar el cuerpo humano. Yo dibujaba mis muñecos, pero sobre todo hacía criaturas con plastilina: bichos, cuernos, tres ojos, siete ojos, tentáculos… Cuando empecé a hacer cine, que también me apasionaba el cine, pues hacía mis cortos de comedia, que era a lo que podíamos optar. Una vez hice algo con muñequitos, los diseñé, pero para materializarlos no tenía el conocimiento y me metí a un taller de efectos especiales en Madrid para aprender eso y poder hacer unos muñequitos en plan Jim Henson, y también para acercarme a un maquillador, que pensé que podía ser una puerta a que mi físico pudiera explotarse para el cine de terror y de ciencia ficción. Entonces cuando fui al taller, le pregunté, vi que él, Pedro Rodríguez, no solamente estaba dando clases, sino trabajando para Álex de la Iglesia o Santiago Segura.
¿Ahí se te ocurrió que podría haber salida?
J. B.: Sí, vi el papel del taller y pensé que en España había poco, pero me imaginé que podíamos hacer cosas guapas. Entonces fui, empecé a aprender cositas con mis muñecos y le dije: «Pedro, mírame, quiero ser actor, me encanta el cine, sobre todo el americano de ciencia ficción y de terror, y tengo un físico de puta madre para eso. Estamos en España, pero todo lo que haya…» Y me dijo que sí, que en el momento que me vio entrar pensó que era perfecto, pero que no me dijo nada porque no sabía a qué me dedicaba, si me gustaba usar mi cuerpo o no.
Entonces le enseñé mis cortos, en los que explotaba mi físico en la comedia, disfrazado de Spiderman… Él tenía una película, Bajo aguas tranquilas, de Brian Yuzna, y Pedro tenía pendiente crear un humanoide. Le pasó unas fotos mías a Yuzna y ahí empecé. Los propios maquilladores de la peli, me iban dando oportunidades y me sacaban el mejor provecho. Yo siempre digo que son mis mejores representantes. Todo ha ido creciendo desde entonces, desde que empezó en 2006.
Y ya has tenido un recorrido espectacular…
J. B.: Es una locura estar como he estado estos últimos años en La Momia, Alien… Estoy quietecito para que no se dé cuenta nadie de que me he colado, el mancheguito este. Estar en El Renacido (finalmente no pusieron su escena en el rodaje) rodando una escena con Leonardo DiCaprio, Tom Hardy e Iñárritu fue muy loco. Yo por encima de todo siempre seré un cinéfilo y al encontrarme ahí, hablaba conmigo mismo y me decía: «La que has liado, qué haces aquí».
Sigues preguntándote todavía: «¿Qué hago aquí?»
J.B.: Sí, me lo sigo preguntando. A todo se acostumbra uno, pero de vez en cuando me digo: «Si estabas ahí dibujando tus muñecos en Ciudad Real, en Cuenca y creías que el cine venía ya hecho por un tubito mágico, y estás ahora aquí con todo lo gordo». Cómo me gustaría ver al Javier de pequeño para decirle cómo va molar todo y que diga: «¡Jo, nene!»
¿Cómo fue el rodaje del remake de It? ¿Qué tal con los niños del reparto? ¿A ti ya te ven maquillado?
J.B.: El ambiente de los rodajes siempre es guay con críos. Con Finn Wolfhard, justo hacía poco que había visto Stranger Things, lo vi y le saludé y nos dijimos que nos encantaba nuestro trabajo, mutuamente. Cuando son críos, depende del director, a veces prefiere que se lleven el impacto al verme rodando, otras veces no. Por ejemplo, en el rodaje de Mamá de Andrés Muschietti, que era el mismo director que de It, sí fui a conocer a las niñas antes de empezar a trabajar, ya que eran muy pequeñas e iba a estar mucho tiempo con ellas. No se tenían que asustar de la criatura porque es su mamá, querían que hubiese un poco de trato, y dependiendo de la historia, lo hacen de una forma u otra. En cambio, Muschietti sí que intentó mantener a Bill Skarsgard (Pennywise) separado de los actores. En Polaroid también Lars Klevberg tenía esa idea, pero lo hizo mal porque yo estaba por allí de fiesta con los actores y no pude asustarlos.
¿Cómo ve tu entorno todo esto?
J. B.: Muy guay. Al principio mi madre como yo ya tenía mi trabajo como dibujante aquí en Madrid, decía que no me distrajese mucho, que solo en los tiempos libres. Y yo le decía que me dejara. Al ver que la cosa iba cogiendo color ya se fue animando.
Cuando te vio por primera vez irreconocible…
J. B.: Yo seguía dibujando al principio mientras hacía lo de actor, ya que en España había poco trabajo. Últimamente me ha salido más fuera, que es donde tengo mucho volumen de trabajo. Así que ahora el dibujo es mi hobbie y el cine mi trabajo, antes era al revés.
Tienes que tener el teléfono ardiendo de tanta llamada…
J. B.: Todo el rato no, pero van cayendo sin parar mails y cositas porque desde el principio siempre puse muy accesible mi contacto en IMDb, en mi web. Cada par de meses me caen un par de ofertas de pelis y se van acumulando. Hay bastante movimiento, y que dure. Desde que acabe Slender Man hasta enero de 2018 es el mayor hueco que he tenido.
Como director, ¿te atreves a ejercer? Estuviste en 2013 compartiendo batuta en Al final todos mueren con Javier Fesser, Roberto Pérez Toledo, Pablo Vara o David Galán Galindo.
J. B.: Sí, de hecho, igual que actor, dirigía mis cortos y tenía proyectos míos más serios. El hecho de que como actor me saliesen tantas cosas hizo que eso se quedase un poco más aparcado, pero tengo varias películas bastante desarrolladas y las haré.
¿De terror?
J. B.: Tengo algunas ideas de terror, pero las que he desarrollado son un thriller psicológico terrorífico y una comedia. La primera está más cerca de hacerse porque ya tengo productor para dar pasos más reales y quizá en 2019 pueda verse. Como director, como guionista, como base de ideas mías, eso va a seguir.
¿Hiciste la prueba para interpretar a Groot en Guardianes de la Galaxia?
J. B.: Sí, bueno, no hice la prueba. Yo soy fan del cine americano. Cuando ya había hecho algo fuera, Mamá, ya apuntaba directamente allí. Cuando vi que estaban preparando Guardianes de la Galaxia, escribí al representante que tenía, y le dije de estar pendiente para que me pudieran tener en mente. Muschietti, con el que sigo teniendo desde Mamá una gran amistad, estuvo en Marvel y vio que en el archivo para Groot tenían unas cuantas opciones y estaba yo ahí. Me lo dijo y me pareció genial. No me llegaron a contestar, pero sé que estuve en la carpeta a ser uno de los candidatos.
Ya te has acostumbrado a estar horas y horas en maquillaje. ¿Alguna experiencia que nos puedas contar que fuese más inaguantable?
J. B.: Sí, es duro, es paciencia, capacidad de aguante. De vez en cuando no puedes evitar perder el conocimiento y dormirte. Son muchas horas sentado, a veces de pie. Si me pusieran tumbado sería otra cosa, pero no se puede. Son muchas horas. Cuando todos llegan a rodar tú tienes que estar listo, tus escenas son las primeras. A veces me llaman a las cuatro de la mañana o a las tres, que pienso: «Si lo sé no me acuesto». Entonces vas grogui y empiezas. Por ejemplo, con David Martín y Montse, que son maquilladores de Mamá, y que son amiguetes, cuando me duermo con ellos me ponen tontadas en la nariz, me putean, nos reímos…
Tus escenas ¿Cuánto pueden tardar en rodarse?
J. B.: Hay días que son seis horas de maquillaje, haces una toma que se te ve un poquito y en media hora te desmaquillas y te vas a casa.
¿Y luego vuelves otro día?
J. B.: Sí, hay días que se graba muy poquito y son muchas horas de maquillaje para un segundito.
Claro, porque se podría aprovechar ese día para rodar todas tus escenas si no es mucho…
J. B.: Claro, en ciertas producciones aquí en España, como lo más caro es el maquillaje, procuraban hacer lo máximo el mismo día o días juntos. Cuando ya empiezas a jugar con los americanos, que la estrella es tal y cobran mucho, ya no les importa tanto juntar tus días, sino los del actor estrella. Entonces se suele trabajar con la línea temporal del rodaje, si es una peli de dos meses y yo salgo diez sesiones de trabajo, me contratan los dos meses, paso mucho tiempo en hoteles, en sitios raros, pero bueno, aprovecho y hago turismo.
¿Normalmente vives en Madrid?
J. B.: Sí, cuando estoy en España vivo en Madrid, si estoy fuera vivo en Boston. Mis fechas son salteaditas, ruedo un día y hasta dentro de cinco no vuelvo a rodar, entonces no voy a estar yendo y viniendo todo el rato, que acabo de viaje hasta las narices. Ya sabes que los monstruos en las pelis es: «¡Ay, que he visto algo! ¡Ay, qué le he visto la mano! ¡Ay, qué susto! ¡Ay, que mata a uno!» Y ya al final de la película se le ve más.
Es corto pero intenso el papel de monstruo…
J. B.: Sí, sí, es importante.
¿Qué papel te gustaría hacer que no has hecho todavía?
J. B.: Llevo muchos años diciendo que hay una belleza increíble en Nosferatu. Creo que es uno de los monstruos más asépticos, sencillos físicamente (blanco, avampirado…). Hay tanto misterio, es tan especial. Exige más un trabajo actoral. Es el que más me ha atraído hasta este momento, quizás puedan salir sorpresas. Hay muchos monstruos de cine comercial y este suele ser un personaje que se trata de una manera más especial, y me apetece que una película inteligente me dé esa oportunidad.
Cuando te llamaron para el nuevo spin-off de Expediente Warren, The Crooked Man (que se estrenará en 2020 posiblemente), una película para ti solo, ¿cómo te quedaste?
J.B.: Cuando hicimos Expediente Warren 2, ya me hablaban los productores del spin-off de ese personaje, pero yo no lo tuve mucho en cuenta. Es genial porque es uno de los personajes más estéticos pero sale poquito en la peli.
Fue un personaje sorpresa para todos los que seguimos la saga…
J. B.: Sí, a mí me gusta mucho.
A nivel espectador, ¿qué películas favoritas tienes?
J. B.: Me gusta todo tipo de cine. Entre mis favoritas (es una selección eclética) están: Johnny cogió su fusil de Dalton Trumbo, por el cariño que le tengo, cómo me impactó y me abrió los ojos a otro tipo de cine. Empecé a ver el cine comercial y luego descubrí el cine clásico e independiente. El Rey León también es muy importante en mi vida; Star Wars: El Retorno del Jedi, también. Luego hay muchas pelis de actores, como Pura Formalidad, que descubrió como actor a Roman Polanski. Son clásicos, pero me gusta ver mucho cine de todo tipo. Te encuentras maravillas donde menos te lo esperas. Ahora estoy fascinado (pero como todo el mundo), con el cine coreano, con directores como Kim Ji-Woon, que es la leche.
¿No te gustaría que te llamase de repente un director coreano o un director japonés?
J. B.: Me encantaría. Japón ha sido un destino casi de vida. Toda mi vida he estado obsesionado con Japón por el dibujo. Tuve una época muy loca de manga y la cultura japonesa mola mucho. Me gustaría ir allí a trabajar, además ellos allí en el cine de terror hacen cosas muy chulas. No he dado con quién contactar, pero me gustaría. Estuve en el festival de Austin hace unos años y coincidí con unos productores japoneses y hablamos, pero debería coincidir con más japoneses. Creo que debería irme a un festival japonés y allí uno hace contactos en un rato. Gracias a Dios, como estamos ocupados, no lo necesito, pero quiero.
¿Qué diferencia ves en general a la hora de trabajar aquí que fuera con directores americanos?
J. B.: Es muy cómodo trabajar en español, con equipo en español, pero cuando vas a una producción internacional y ves una gran diferencia de presupuesto, es un lujo cómo te tratan y te cuidan. Allí hay una industria grande que hace que todo el mundo respete mucho el cine y se cuide mucho. Entre ellos se respetan mucho, hay un ambiente de respeto, de trabajo y de ayuda fuera de España, y así da gusto. Aquí en España es como si lo hicieras entre amigos, tienes que dar más y no te tienes que quejar mucho. Pero yo amo el cine y todo lo que he hecho aquí lo he hecho siempre con una sonrisa porque me gusta lo que hago. Pero fuera de España te sientes una estrella.
¿Es tan bonito como parece estar en esos platós?
J. B.: Te hacen más la pelota, digas lo que digas, te escuchan y te lo arreglan. Conforme coges un poco de nombre, notas cómo va cambiando la gente de alrededor, si te enfadas un poco, no te dejan. Me podría acostumbrar y volverme muy gilipollas, pero no. Al final, como profesional, lo que se ve en pantalla es importante, pero cómo se trabaja detrás casi lo es más. Yo he conocido a actores como Tom Hiddleston, Jessica Chastain o Tom Hardy, es gente que lo está petando pero es gente muy maja. Te das cuenta de que si tienes otro proyecto y es un seco el actor, tiras para otro lado. Al final son familias que se crean que duran tres meses, entonces es importante los profesionales creen buen ambiente. Hay muchos de los actores con los que trabajo que no conozco, pero he ido descubriendo que los que más importantes son, son mejores en el trato.
¿Crees que hay que ser un poco humilde para trabajar en esto?
J. B.: No creo que sea necesario, pero observo y creo que les ha ayudado a subir más que otros aparte de ser buen actor, ser una persona fácil y cómoda con la que trabajar, y con la que cenar o tomar copas después de trabajar. Ese es otro lado en el que inevitablemente surgen proyectos. Tengo la suerte de que siempre he sido muy fiestero y muy gambitero y en general, me he llevado muy bien con la gente. Pero conozco a gente que es más arisca y se cansan enseguida, y eso no les va a ayudar.
¿Nos puedes contar alguna anécdota que te haya pasado en la calle?
J. B.: Por ejemplo, en el Festival de Algeciras Fantástika, me dieron un premio. Cuando iba a ir, uno de los organizadores que es profesor también, le dijo a sus alumnos de 10 años, que iba a ir el monstruo de Rec, que si habían visto la película, y un niño dijo que sí, y que se llevaría la película para que la firmase. Entonces llegó el niño; que me extrañó que hubiera visto la peli tan pequeño, y resulta que me trajo la peli de Shrek en vez de de Rec. Se pensaba que hice del monstruo de Shrek, ¡cómo va a venir si es en 3D! Quizás pensaría que lo doblé. Y al verme dijo que no me parecía en nada y el profesor le medió riñó y nada nos echamos unas risas. Me parece genial y le dije que me dejase firmársela, es el mejor autógrafo que puedo hacer en mi vida, en la película de Shrek. Me hice una foto yo con el niño, la tengo colgada en Instagram, me hizo mucha ilusión.
Y a nosotros pasar un rato charlando contigo… ¡Eres un monstruo! Pero de los grandes, y nunca mejor dicho, Javier. ¡Muchísima suerte en todos tus nuevos proyectos! Qué ganazas tenemos de verlos todos…
María Páez