EXPEDIENTE WARREN 2: EL CASO ENFIELD
Un hormigueo inunda todo tu cuerpo generando sensaciones, emociones contrapuestas que no quieren ver ni sentir, pero al mismo tiempo son totalmente atraídas. ¿Hablamos de una montaña rusa? No, hablamos del último trabajo de James Wan. Este te hipnotiza ante la pantalla, llegas a un nivel de tensión absoluta, tanto física como mental (descubrirás músculos que ni siquiera sabías que los tenías). Y es que el cine de Wan es otra historia. Tras su última dirección, Fast & Furious 7, el malayo dejó un listón bastante alto, no agotando la saga aun habiéndose encontrado con el imprevisto del fallecimiento del actor Paul Walker. Ahora también esperamos con ganas poder «apagar las luces» con su próxima producción, No enciendas la luz, que se estrenará el próximo 5 de agosto.
Sí, Wan, has cumplido tu objetivo con creces (desde hace ya tiempo): tu audiencia experimenta tu cine en toda su gloria como tú querías y lo has vuelto a hacer con la secuela de Expediente Warren (2013), Expediente Warren 2: El caso Enfield. Expediente Warren 2 se centra en una historia basada en hechos reales, posterior a la de Expediente Warren, donde el matrimonio Warren (Ed y Lorraine) tendrá que ponerse en marcha hacia el norte de Londres a ayudar a una madre y sus cuatro hijos, que se encuentran en su casa rodeados de espíritus malignos y, tras pasar el filtro de la policía y la iglesia, se les ha negado la ayuda.
La pareja protagonista, Vera Farmiga (Bates Motel) y Patrick Wilson (The Hollow Point, Fargo), a los que ya todos conocemos como Lorraine y Ed Warren, siguen en su línea ante la gran pantalla, y es que la química que desprenden ambos es impresionante. En esta película se verá cómo seguirán su coordinación profesional de demonólogos junto a su amor sincero e irrompible (Nadie me creía y al encontrarme una persona que me creyó ¿sabes lo que hice? Casarme con ella) digno de envidiar (con envidia de la buena, claro). Ambos se verán entre la espada y la pared entre seguir o no su camino profesional con los espíritus, los cuales ya llegan incluso a acechar su vida personal y colarse en sus pesadillas (el colmo de los colmos, ¿Ed y Lorraine pasando miedo?) aunque, con la monja que aparece en esta entrega, no nos extraña. La que tampoco se librará de los demonios y lo vivirá en primera persona será Janet Hodgson, la niña que ha sido poseída por un ser maligno y a la que tendrán que ayudar. Angustia, miedo e insomnio es lo que transmite la actriz que la interpreta, Madison Wolfe, con una actuación digna de alabar, puesto que transmite al espectador verdadera angustia y miedo.
Junto a ella se encuentran Lauren Esposito como Margaret Hodgson, la hermana mayor; Patrick McAuley como Johnny Hodgson y Benjamin Haigh como el pequeño de la familia y comilón de galletas, Billy Hodgson. Mira que le advirtieron al pequeño Billy que si comía galletas antes de dormir tendría que levantarse en plena noche a tomar agua… Pues nada, ni caso, ya lo entenderéis. La madre de estos cuatro niños en la película (actores jóvenes de caras desconocidas y a la altura) está encarnada por Frances O’ Connor (Piedad, Érase una vez) como Peggy Hodgson, una madre divorciada y luchadora que, a pesar de los inconvenientes, ayuda a sus hijos a seguir hacia adelante.
Escenarios con algún guiño de la primera parte (armarios, camas, museo del ocultismo…), algún personaje que llegará incluso a sacarte una sonrisa (pero siendo siempre un filme con unos efectos diferentes), sorpresas con la fantástica ayuda de los hermanos Carey y Chad Hayes (Terror en la Antártida, La cosecha, La casa de cera) como guionistas (se mantienen también en esta segunda parte)… Todos estos elementos conforman una eficaz narración con ritmo en la que se trata el interesante tema de la unión entre la fe y la realidad o la fantasía de esta serie de casos sobrenaturales. Además, hay un muy buen trabajo de montaje de Kirk K. Morri (Fast & Furious 7, Expediente Warren) de cámara y luz, que, a pesar de ser una historia de exorcismos (de las tantas que hay), tiene sus peculiaridades, que la hacen poseedora de aspectos diferentes a los de los demás largometrajes del género. Y es que estos, junto a su director Wan, han salido de golpe del dicho de segundas partes nunca fueron buenas y han conseguido una secuela incluso mejor que la primera. Y mira que ya era difícil.
El mago del cine, el mago del cine de terror: así definimos a Wan porque hace magia, de lo imposible consigue lo posible. Tiiene unas claras influencias del cine de calidad de terror (William Friedkin, M. Night Shyamalan…) reflejadas en esta película en el exorcismo o la tienda de campaña con juguetes (el zoótropo es clave), que las emana y las convierte, las hace suyas de forma inevitable, nada de copias baratas. Con estos recursos, el director innova en cada uno de sus filmes, pero por aquí no daremos pistas para no hacer ningún tipo de spoiler.
Con esta secuela Wan no defrauda, ha conseguido verdaderamente asustarnos (y mira que, a estas alturas, es complicado, ya que parece que está todo inventado en el género). Pues no: si eres un genio con ideas técnicas, argumentales, de personajes y emociones en ebullición, se puede renovar y sorprender. Todo este trabajo se ve técnicamente con cada plano con la fotografía de Don Burgess (Spiderman 2), muy bien ambientada en la época de finales de los años 70 a través de los objetos, el vestuario y el paisaje, y el uso de la música de Joseph Bishara (Los elegidos), solo expuesta cuando es necesaria, sin ser nada al azar. Un mix de elementos con el que te engaña y te hace presagiar el típico susto previsible que nunca llega, y te descompone cuando menos lo esperas. Tuvimos la suerte, gracias a Nocturna 2016, de vivir el preestreno mundial (con saludo incluido a través de un vídeo del propio James Wan hablando en español y tráiler de No enciendas la luz) en la pantalla grande de la sala 1 del cine madrileño Palafox.
Los espectadores vivieron la experiencia de forma brutal y en plena tensión durante los 133 minutos de largometraje, una duración que se les pasará volando y en la que dicho público, damos fe, sufrió, sintió sudores, respiraciones tensas, se llevó las manos a la cara en estado de alerta… y gritó. Gritó antes de la cuenta, porque ya hemos dicho que la cinta engaña, y bastante. Tales son las sensaciones que se advierte de que es mejor que se abstengan aquellos que tengan bajadas de tensión. Y eso sí: id bien comidos antes de entrar, por las bajadas de azúcar. ¿Os atrevéis a caer en la trampa o no queréis alimentar vuestras pesadillas? A los que están dentro de la pantalla les gusta, les apasiona y disfrutan viéndoos gritar.
LO MEJOR:
- Superar en todos los sentidos a Expediente Warren (guion, dirección…).
- El nivel de engaño que crea en los espectadores.
LO PEOR:
- No aguantar la tensión.
- No dormir la noche que la veas, alimentando posibles pesadillas.
María Páez