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26FCM: CRÍTICA: TREGUA(S)

ANTECEDENTES

A Mario Hernández llevamos tiempo viéndolo en el pequeño formato del cortometraje con títulos como A los ojos (2015), Por Sifo (2016), Vientos del pueblo sirio (2017) y Salvo el crepúsculo, sucesivos trabajos que le han labrado una sólida carrera en este formato antes de dar el salto este 2023 con su primer largo, Tregua(s). La labor de su trabajo se refleja no sólo en los múltiples premios que ha recogido con sus cortometrajes, sino también en una ingente producción teatral. Todo ello nos ha llevado hasta este producto final que ha tenido su pase por el festival de Málaga y que en mayo se estrena en cines, una película sobre las relaciones humanas y las consecuencias que arrastran los actos de los que podemos o no hacernos cargo.

LA PELÍCULA

Ara (Bruna Cusí) y Edu (Salva Reina) son dos amantes ocasionales, actriz y guionista que desde hace años se encuentran en festivales, galas y habitaciones de hotel aleatorias disfrutando de una vida paralela construida en torno al cine, pero lejana respecto a su vida habitual, lejana respecto a sus parejas, su mundo hermético que tiene lugar lejos de los focos y la industria. Aprovechando la nueva edición del Festival de Málaga ambos vuelven nuevamente a reencontrarse, pero su perspectiva ante su relación esporádica ha cambiado, puesto que también ha cambiado su relación respecto a la vida y sus propias circunstancias. Quizás ahora deban replantearse muchas cosas que en todo este tiempo nunca se plantearon.

La primera imagen que resuena en la cabeza tras acabar de visualizar Tregua(s) es el eco de películas recientes de nuestro panorama cinematográfico tales como Una vez más (Guillermo Rojas, 2019) o A stormy night (David Moragas, 2020), pero también la voz del tiempo que se repite casi década a década en la dulce trilogía americana Antes de, Antes del amanecer (Richard Linklater, 1995), Antes del Atardecer (Richard Linklater, 2004) y Antes del anochecer (Richard Linklater, 2003); formatos todos ellos que cuentan con el tiempo como aliado, pero también enemigo, de relaciones de pareja que nunca llegan a fructificar, de miedos enterrados bajo la almohada cada noche, de oportunidades perdidas e intimidades nunca alcanzadas.

Tregua(s) es una película que gusta encontrarse en todo ese mundo de intimidades que rozan la sublimación del amor entre conversaciones en la noche, bajo el influjo del alcohol o en las calles de una ciudad que podría ser cualquiera en la noche, pero el conjunto entero de la película parece quedarse a medio gas frente a las expectativas que construyó. Es gracias a las conversaciones que mantienen sus dos protagonistas como podemos llegar a entender al final de la película las múltiples conversaciones que mantienen intentando entenderse el uno al otro en la maraña en que se ha convertido su vida; sin embargo, en ocasiones parece que el camino hacia ese final que cobra todo sentido es demasiado dificultoso, ya que el ritmo de la película adolece de una ascensión lineal y sus altibajos de guion no nos permiten entender una ascensión que debería haber sido constante.

Pese a que la película trata temas de actualidad como el techo de cristal, la presencia femenina en el cine o la capacidad e incapacidad de guionistas hombres para escribir sobre mujeres en un interesante trabajo de cine sobre cine en el que el propio director hace un pequeño cameo, quizás es su ritmo irregular lo que acaba lastrando el resultado final, haciendo de la película un interesante artefacto que podría sumarse a la lista de las antes mencionadas, pero que acaba necesitando de algo más que meras conversaciones para sostenerse. Ara y Edu son personajes interesantes cuya introspección los lleva a caminos cada vez más profundos a medida que se adentran en la noche malagueña alejándose de la distancia inicial que siempre ha caracterizado su relación, pero quizás el carisma de Salva Reina se queda excesivamente lejos de una interpretación que demanda mucho más cariño hacia el personaje en comparación a una Bruna Cusí que transita la pantalla con una naturalidad que florece sin imposturas.

Las conversaciones, espina dorsal de la película por derecho propio, invitan, sin embargo, en múltiples ocasiones a repensar nuestra existencia y a imaginar la posibilidad de ser otros, de vivir de formas distintas o de romper con corsés demasiado rígidos que quizás no estén hechos para todos, pero en muchas ocasiones resultan forzadas y cuesta entender cómo dichos personajes han acabado llegando a ellas sin habérselas planteado anteriormente. La pregunta queda en el aire: ¿Qué tipo de relaciones estamos construyendo hoy en día? Al fin y al cabo, la película nos permite abrirles puertas a preguntas legítimas, pero ella misma no es capaz de responderle a sus propios personajes.

ELLOS Y ELLAS

Todo el peso de la película recae en los dos actores principales y casi únicos, una Bruna Cusí (Fácil, Mía y Moi) impecable en el papel de Ara y un Salva Reina (Vienes o voy, Si lo hubiera sabido) en el papel de Edu que quizás se le queda demasiado grande.

LA SORPRESA

El genio de Mario Hernández. A pesar de ser una película con sus altibajos, conversaciones muchas veces ininteligibles y un actor protagonista que no logra levantar su personaje, sí desvela un interesante guion que es una bomba contenida de ingenio y originalidad que invita a pensar en todo lo que nos espera por ver de este director.

LA SECUENCIA/EL MOMENTO

El momento en que se encuentran en la terraza del hotel sobre las hamacas contemplando la bóveda celeste en la noche, pero también el uno al otro, y preguntándose sobre cómo podría haber sido todo. Quizás aquí es cuando ambos no sólo se miran, sino que se tocan, pero de verdad.

TE GUSTARÁ SI…

Te gustan las películas intimistas de conversaciones eternas que desnuden a sus protagonistas.

LO MEJOR

  • La noche malagueña, sus bares, sus calles, sus terrazas.
  • Bruna Cusí, espontánea, cálida, cercana y creíble.
  • Algunas conversaciones que detienen tu pensamiento porque logran rozar lo sublime.

LO PEOR

  • Los altibajos del guion, que acaban traspasándose al cuerpo de la película.
  • Algunos diálogos que acaban lastrando el cuerpo entero de la película.
  • El momento en que ella toma el micrófono y canta en la noche, innecesario y totalmente desubicado en una película que quizás no necesitaba eso.

Javier Alpáñez

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