Aún recuerdo lo mucho que disfruté y aprendí con el volumen 300 directores malditos, que leí de principio a fin en vez de utilizarlo de consulta ocasional. Su autor era Augusto M. Torres, uno de los grandes especialistas cinematográficos de este país, cuyos diccionarios y compendios se citan a menudo; pensemos en El cine norteamericano en 120 películas o en el Diccionario Espasa de Cine Español. Pero Torres también ha escrito novelas y ha dirigido películas y cortometrajes; en Filmin pueden encontrarse muchos de sus trabajos audiovisuales.

Su nuevo libro, 21 cineastas españoles (Ediciones Cátedra, 2022), reúne algunas de las entrevistas que ha mantenido con directores, guionistas, montadores e incluso con algunos escritores. También se trata de un volumen para leer de principio a fin (al menos en mi caso), sin perderse una coma.

Uno de los grandes atractivos del índice es su idea de compaginar nombres consagrados (Jorge Semprún, Luis Buñuel, Fernando Fernán Gómez, Luis García Berlanga, Gonzalo Suárez, Francisco Rabal, Pedro Olea, Juan García Hortelano, Ricardo Franco, Juan Marsé) con los de autores menos conocidos en España o que quizá ya no suenen tanto porque siempre han habitado los márgenes (Jesús Franco, Eduardo García Maroto, Pere Portabella, Jerónimo Mihura, Manuel Mur Oti, Antonio Isasi-Isasmendi).

Que se añadan conversaciones con personas que se dedicaron a otras facetas distintas de la escritura o la dirección ayuda a que el lector conozca las bambalinas de la industria, por así decirlo. Como los casos de Alberto Reig (director de NO-DO) o Pablo G. del Amo (montador de La caza, El sur, Cría cuervos, ¡Ay, Carmela!, Tirano Banderas o El viaje a ninguna parte, entre otras muchas películas de prestigio).

Pormenores, anécdotas, vivencias y retratos

Cada entrevista va precedida por una introducción en la que Torres relata cómo contactó con cada entrevistado y si ya lo conocía en persona o no, y comenta algunos pormenores de sus filmografías, añadiendo anécdotas y vivencias que añaden músculo autobiográfico al libro, rasgo del que soy partidario porque añade más personalidad a lo narrado.

En algunos capítulos se incluyen “extras” que sirven para conocer mejor al cineasta en cuestión; por ejemplo, la extensa carta que, en 1967, Buñuel escribe a Carlos Rodríguez Sanz, Manuel Pérez Estremera, Vicente Molina Foix y Augusto M. Torres para aclarar y rectificar varios datos de la entrevista que mantuvo con ellos para la revista “Nuestro Cine”. Detalles como éste engrandecen el libro.

Otro aspecto digno de encomio lo encontramos en aquellas preguntas en las que Torres indica a uno u otro entrevistado que no le gusta su última película, o que tal y cual título de su filmografía le parecen directamente malos o mal rodados. Demuestra una honestidad atípica en estos tiempos.

En muchas de las conversaciones encontramos perlas poco conocidas, o que al menos yo desconocía. Por ejemplo, que José López Rubio, quien escribió Dos hombres y, en medio, dos mujeres o Chantaje para un torero, fue contratado por la Metro en los años 30 como “traductor y adaptador de los diálogos de las versiones castellanas de las películas norteamericanas que se ruedan antes de la comercialización del doblaje”.

O que Emiliano Piedra, años antes de alcanzar el éxito como productor y distribuidor y de construir los Cines Luna de Madrid, fue proyeccionista y ‘ambulante’, oficio con el que recorre “durante los fines de semana algunos pueblos, principalmente de la provincia de Cuenca, en coche de línea, mula o borrico, proyectando películas para un público que en su mayoría desconoce el cine”. O que el escritor Manuel Andújar, exiliado por culpa de la guerra civil española, pasó un tiempo prisionero en un campo de concentración de Francia.   

21 cineastas españoles (entrevistas) ofrece, pues, sustanciosas conversaciones que nos ayudan a seguir conociendo el a menudo denostado cine español. Seguir la senda que estos hombres marcaron, y ver sus películas y leer sus libros, nos ayuda a indagar en un segmento esencial de la historia de nuestra cinematografía. Si tuviera que elegir sólo una de las entrevistas, tal vez sería la de Marsé, quien suelta bomba tras bomba.