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LAS VEGAS, 500 MILLONES: ESTÉTICA POP, VENGANZA Y ATRACOS

Cuando yo era niño solían reestrenarse con frecuencia, en los cines, tres películas del cineasta español Antonio Isasi-Isasmendi, a saber: El perro (1977), Un verano para matar (1972) y Las Vegas, 500 millones (1968), ésta última quizá más conocida como They Came to Rob Las Vegas. Tres largometrajes intensos, dinámicos, rodados en coproducción con otros países, que contenían casi todos los ingredientes que necesitábamos en las matinales y en las sesiones de programa doble: acción, crimen, persecuciones, suspense y rostros conocidos del cine norteamericano.

En la primera teníamos a Jason Miller y Lea Massari. En la segunda, a Chris Mitchum, Karl Malden, Olivia Hussey y Raf Vallone. En la tercera, a Gary Lockwood, Elke Sommer, Lee J. Cobb y Jack Palance, además de la participación de Jean Servais en un brevísimo papel. En la actualidad a Lockwood, protagonista de They Came…, sólo se le recuerda por ser uno de los astronautas de 2001. Una odisea del espacio (Stanley Kubrick, 1968), pero después de ésta rodó seguidas Las Vegas, 500 millones y Estudio de modelos (Jacques Demy, 1969), dos de las cintas que influyeron en la estética, el desarrollo y la planificación de Érase una vez en… Hollywood (Quentin Tarantino, 2019). Si nos fijamos, veremos en su última película un plano en el que aparece un cartel gigante del filme de Isasi.

They Came to Rob Las Vegas es una película insólita dentro del panorama del cine español. Como sucede con tantos títulos de Paul Naschy o Jess Franco, es más venerada en países como Estados Unidos que en España. Si rastreamos por ahí, veremos que el DVD se agotó hace tiempo y tampoco está disponible en ninguna plataforma de streaming. En Norteamérica se puede alquilar o comprar, de momento, en Apple Tv y en Amazon Prime. La versión que he revisado contiene una imagen limpia y un sonido muy cuidado.  

Basada en una novela de André Lay, en aquel entonces se anunciaba como “El primer filme que se produce en nuestro país a nivel internacional”. Antonio Isasi venía de cosechar un gran éxito con Estambul 65: estrenada en ese mismo año, contaba en su reparto con Klaus Kinski y Horst Buccholz. Durante el rodaje del filme sobre el robo de Las Vegas se sirvió de varias localizaciones de dos países: Estados Unidos (Nevada, San Francisco) y España (Almería, donde se filmaron las escenas del desierto; Madrid y Barcelona para cuestiones de estudio). Al parecer, para muchos de los planos de Las Vegas se sirvió de imágenes de archivo, que probablemente hemos visto repetidas en muchas películas.

Atraco y venganza

Las Vegas, 500 millones es, al mismo tiempo, la historia de un atraco y la historia de una venganza. Cuando Gino (Jean Servais) muere durante un robo, su cómplice Tony Ferris (Gary Lockwood) planea una operación a priori imposible: desvalijar uno de los camiones cargados de millones de la empresa de transporte de instituciones bancarias de Steve Skorsky (Lee J. Cobb), cuyos tratos de corrupción incluyen a la Cosa Nostra. Para conseguirlo, Tony se convertirá en amante de la secretaria y amante de él, Ann Bennett (Elke Sommer), la única que tiene acceso a los ordenadores que registran la información de las rutas de los camiones: Skorsky denomina “The Big Brother” a su herramienta informática. Quitarle los millones al empresario y demostrar que sus transportes se pueden saquear será el eje de la venganza de Ferris.

El desarrollo del plan, y el modo de llevarlo a cabo, conforma un mecanismo que a los espectadores de ahora nos recuerda a filmes posteriores como la trilogía de Ocean’s… de Steven Soderbergh. Antonio Isasi va alternando en el montaje varias tramas: la ejecución del plan de Ferris, los intentos del inspector Douglas (Jack Palance) para desarticular los vínculos entre Skorsky y la mafia, las búsquedas del camión desaparecido por parte de éstos últimos y los movimientos de Ann, que teme ser descubierta.

En Las Vegas, 500 millones encontramos todo el sabor de las películas de crímenes y de atracos de finales de los 60: la estética pop, el ritmo de una banda sonora que mezcla el jazz y el funk con cierto toque europeo, la chulería de Gary Lockwood y su juventud en contraste con las maneras conservadoras de Cobb y Servais, la imagen explosiva de una de las actrices más sexys de aquel tiempo (Sommer), los diálogos propios de una novela de pulp fiction, la acción en la que intervienen helicópteros, explosivos, metralletas y esos revólveres que parecen albergar cien balas en sus tambores.

El patrón del filme (criminal de clase baja, pero honesto y acorde con sus principios, que seduce a la mujer del hombre rico, poderoso y corrupto para acceder a sus beneficios) también lo veremos replicado en infinidad de películas, aquí probablemente influido por el Danny Ocean original de La cuadrilla de los once (Lewis Milestone, 1960), entre otras.

Una trayectoria atípica

Antonio Isasi se adaptó con solvencia y talento a la dinámica del género y a los clichés de los norteamericanos, pero haciéndolos suyos. El resultado es un filme trepidante y de estética majestuosa, que conserva el estilo y el encanto de aquellos largometrajes en los que el héroe era siempre un canalla pobre y honrado mientras el villano encarnaba la codicia, la crueldad y el firme convencimiento de que eran más válidos el dinero y el poder que el amor y la familia. Una peli que podríamos calificar de cool y entretenida: la matinal perfecta de antaño.   

 

Durante esos años de bonanza, en los que cosechó premios, distribución en varios países y éxitos de taquilla, Antonio Isasi también rodó el documental Rafael en Raphael (1975) y terminó Los monstruos del terror (Tulio Demicheli, Hugo Fregonese y Eberhard Meichsner, 1970). Años después estrenaría su última película, El aire de un crimen (1988), basada en una novela de Juan Benet, filme que ya jugaba en otra liga distinta a sus anteriores éxitos: entorno rural, producto hispano y un gran reparto español que incluía a Paco Rabal, Maribel Verdú, Fernando Rey, Terele Pávez, Ovidi Montllor, Rafaela Aparicio y Agustín González. Fue un cierre notable y muy digno para alguien de trayectoria atípica y sorprendente en el cine español de los 60.        

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