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EL BOSQUE DEL LOBO: MOSCAS, BRUTALIDAD Y SUPERSTICIONES

Para conmemorar el centenario del nacimiento de José Luis López Vázquez hemos elegido El bosque del lobo, una rareza dentro de una filmografía que siempre combinó rarezas, vanguardias y productos comerciales. Dirigida por Pedro Olea en 1970, y basada en la novela de Carlos Martínez-Barbeito El bosque de Ancines, es una obra rompedora y muy interesante que roza los géneros de terror y drama aunque recorre más los territorios de la sordidez, el tremendismo y la brutalidad rural.

Inspirada en la historia de Manuel Blanco Romasanta, aquel psicópata al que apodaron “El Hombre Lobo de Allariz”, diagnosticado con licantropía clínica, la película sigue los pasos de Benito Freire (José Luis López Vázquez a sus 48 años), un buhonero al que conocen en varias aldeas de la Galicia profunda, y con quien muchos mantienen buenas relaciones, tanto en la petición de favores personales como en los asuntos comerciales. Freire parece un hombre manso y de natural pacífico, pero al llegar a cierta zona del bosque, y si va en compañía de otras personas, sufre una especie de ataques que lo empujan a asesinarlas.

La bruja, el vidente y los freaks

Es curioso que, en una película que sigue las andanzas de una especie de hombre lobo sin efectos especiales ni caretas, lo que más mueva nuestra curiosidad no sean los crímenes de este vendedor ambulante (estrangula a sus víctimas con sus propias manos y esas escenas duran apenas unos segundos), sino el entorno aldeano que nos transmite sensaciones de pobreza, de inseguridad, de ritos y hábitos relacionados con la muerte, los hechizos, la superstición y las artes adivinatorias. Veamos unos ejemplos:

A los 6 minutos de metraje, Freire entra en una casa en la que vemos a un muerto dentro de un ataúd sin tapa. Alrededor, unos cuantos aldeanos caminan alrededor del féretro, estrechándose las manos como en el corro de la patata para ahuyentar a los malos espíritus.

En un par de escenas aparece una bruja, incluso dando vueltas a un caldero puesto al fuego como solemos ver en el imaginario al respecto; sin olvidar a ese hombre que echa las cartas cuando Víctor Israel (rostro inquietante y habitual de las películas de terror y fantástico) le lleva el chal de una víctima para que lo examine.

O el momento en que, en una posada, cantan y bailan unos cuantos personajes llenos de taras y anomalías, como recién surgidos de una versión rural e ibérica de Freaks. La parada de los monstruos.

Por El bosque del lobo desfilan curas, cazadores, buhoneros, labriegos, lugareñas de luto, videntes con baraja, fenómenos con malformaciones… En muchas de las escenas podemos ver cómo las moscas se posan en las ropas y en las caras de los personajes sin que éstos les presten atención, moscas tan pelmas como las que veíamos en Hasta que llegó su hora. Moscas, suciedad, sordidez y canciones sobre el peligro del “lobishome” u “hombre lobo” predominan en el largometraje.    

La riqueza del lenguaje

Rodada en tierras gallegas, en esos pueblos en los que parece haberse detenido el tiempo, despliega un lenguaje que supone una de sus mayores bazas. Imaginamos que proviene de la base, es decir, de la novela. Y, cuando sus personajes hablan, sean doctos o analfabetos, se les nota una riqueza de léxico y una jerga que no dista mucho de las que Ramón del Valle Inclán, Emilia Pardo Bazán, Camilo José Cela o incluso Miguel de Cervantes utilizaban en sus libros.

Freire es un hombre que arrastra, además, un trauma infantil, explicado en el prólogo de la película. Escondido, junto a otros muchachos, vio cómo un caballo montaba a una hembra. Aquello le pareció más una agresión que un acto vinculado al placer. Cuando sus compañeros, por gastarle una broma, le arrojan por una pendiente y casi provoca un incendio en un pajar, uno de los hombres que sujetan a los animales le parte la cara a bofetada limpia. En una escena posterior, el párroco de una de las aldeas dirá: “Benito Freire… Le conozco. Siendo rapaz, anduvo tocado de un mal que no pudo curar”. Freire es un hombre que no quiere hacer daño, pero no puede evitarlo: es una versión tosca del Doctor Jekyll y Mister Hyde. Alguien que arrastra su propia maldición.

El bosque del lobo, donde destaca un inmenso López Vázquez, y en cuyo reparto también intervienen Alfredo Mayo, John Steiner, Antonio Casas y Amparo Soler Leal, saldrá a la venta el 30 de marzo en una edición en Blu-ray que incluye dos cortometrajes restaurados de Pedro Olea: Anabel y El parque de juegos, así como varios documentales, galería fotográfica y libreto de 40 páginas, entre otros extras. De ello se han encargado la Filmoteca Española, El Festival de Málaga y Ediciones 79. Una edición de lujo, sin duda.  

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