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CENTENARIO DE FERNANDO FERNÁN GÓMEZ: EL ARTE DEL INGENIO

Fernando Fernán Gómez decía que vivía rodeado de personas frustradas porque en su oficio se notaba que muchos de sus compañeros habían nacido con la vocación de actores triunfantes. Opinaba que el éxito y el fracaso eran sensaciones, por eso se limitaba a, como él mismo se consideraba, ser profesional. 

El 28 de agosto se cumplen 100 años desde que el actor de nariz prominente, ojos claros y cabellera rojiza llegase al mundo. Lo hizo en Lima (Perú), un contacto con Latinoamérica que mantuvo gracias a la nacionalidad argentina que compartió durante toda su vida junto con la española.

Su voz grave y profunda se apagó para siempre a los 86 años, lo hizo durante el otoño de 2007. Fernando Fernán Gómez dejó tras de si una estela difícil de igualar, pues se caracterizó por su perfil polifacético, ya que dedicó su tiempo al teatro, la literatura y, por supuesto, el cine. Con más de 200 películas a sus espaldas y con motivo del centenario de su nacimiento, repasamos la vida y obra de un actor que vivió por y para el arte.

 

Primeros años, el teatro y los galanes jóvenes

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Hijo de la actriz de teatro Carola Fernán Gómez y del actor Fernando Díaz de Mendoza y Guerrero, se crió sin la presencia de su padre pero fuertemente influenciado por las figuras femeninas de su infancia. Nació en Latinoamérica  pero siendo muy niño se trasladó a Madrid, donde fue testigo de la proclamación de la II República desde la Puerta Sol acompañado por su abuela.

Pese a que inicialmente no estudió interpretación, con el estallido de la guerra comprendió que su verdadera vocación era el teatro por lo que abandonó sus estudios de Filosofía y Letras para comenzar a tomar clase de actuación Al poco tiempo se ganó la admiración de uno de los dramaturgos más importantes del momento, Enrique Jardiel Poncela, que le ofreció un papel protagonista en su obra ‘Eloisa está debajo de un almendro’. Este hecho, según él, adelantó su carrera una década, y era algo que le gustaba recalcar puesto que valoraba los pequeños sucesos del azar que estaban presentes en la vida de cualquier actor.

Tras una larga carrera en teatro pronto dio el salto al cine con películas como ‘Cristina Guzmán’, ‘Bambú’, ‘El destino de disculpa’ de Saénz Heredía, en la que encarnó uno de sus primeros papeles protagonistas, ‘Los habitantes de la casa deshabitada’, ‘Embrujo’ junto con Lola Flores , ‘Botón de ancla’ o ‘Balarassa’ entre otros.

Le llamaba la atención la denominación “galán joven” que de destilaba en la industria en los años 40 y 50, aunque él nunca consideró que se acercase ni mucho menos a ese término. Para él su físico no era gran cosa; largirucho, de aspecto débil, de nariz alarga y prominente y mentón puntiguado, siempre envidió a los «guapos» como Francisco Rabal.  Sin embargo, aunque él no lo supiera, su porte se asemejaba al de galanes de ese cine anglófobo que tanto admiraba en sus inicios , como Errol Flynn o Laurence Olivier. 

Esos pequeños complejos no fueron un freno para el actor que pronto colgó los guantes y se atrevió a ponerse detrás de las cámaras con ‘Manicomio’ una corproducción que realizó en 1954 junto con Luis María Delgado, desde entonces no cesó en su labor de realizador, contando  en su haber con más de 20 títulos.

La vida en democracia

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Como tantos otros cineastas no se libró de la censura, producciones como ‘El mundo sigue’ o ‘El extraño viaje’ tuvieron encuentros con el régimen, ya que retrataban los climas más represivos de la sociedad franquista. El aperturismo de los años 60 no fue suficiente para paliar estos problemas, pese a ello el actor siguio imparable. Fue precisamente en esa década cuando comenzó a actuar junto a Concha Velasco, una de sus parejas más emblemáticas en la gran pantalla, en la comedia negra ‘Crimen para recién casados’. Con la llegada de la transición realizó títulos  míticos como ‘El espíritu de la colmena’ en el que compartió pantalla con una jovencísima Ana Torrent, ‘Mi hija Hildegart’, ‘¡Viva Hazaña’ o ‘El anacoreta’.

La madurez en la década de los 80 y 90 no solo trajo consigo el asentamiento de la democracia a España sino también el asentamiento de la vejez en la vida del actor. Fernando Fernán Gómez siempre supo que el trabajo actoral está irremediablemente supeditado al físico y que, con el paso del tiempo, se cierran la puerta para algunos personajes y se abren para otros. Así fue como comenzó a interpretar papeles de anciano y abuelo, títulos como ’Mambru se fue a la guerra’, ‘El abuelo’, ‘La lengua de las mariposas’ o ‘El embrujo de Shangai’ demostraron, una vez más, que el actor era como un camaleón capaz de mimetizarse con el medio. Daba igual lo que le pusieran por delante, él simplemente lo hacía.

 

Últimos años

Ya en los 90 los problemas de salud comenzaron a reducir su frenética actividad pero eso no impidió un último trabajo como realizador con ‘Lázaro de Tormes’ una coproducción que realizó en 2001 junto con José Luis García Sánchez. También volvió a la pequeña pantalla en la mítica serie de televisión ‘Cuéntame cómo pasó’ que por aquella época daba sus primeros pasos. Pese a los achaques de salud y su avanzada edad, Fernando demostró su amor a la interpretación hasta el final. Gustavo Ron fue el encargado de dirigir su despedida del cine en 2006 con la película ‘Mia Sarah’ en la que interpretaba al anciano Paul, una actuación que le valió el reconocimiento del Círculo de Escritores Cinematográficos.

En 2007 un cáncer de colón bajó el telón de su vida a los 86 años, silenciando una voz que aún sigue resonando en cada una de sus películas. Muchos le recordaran por su mirada dolorida en la última escena de  ‘La lengua de las mariposas’, otros por su papel entrañable en ‘El abuelo’, otros tantos por su carácter políticamente incorrecto y, solo algunos, por su franqueza que llevó por bandera hasta el final. Rudo, sencillo, sensible, colérico, afable y por, encima de todo, cómico. Porque de los múltiples prismas de su personalidad al final lo que destacaba de Fernando era su arte, el arte del ingenio.

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