SEIS CLÁSICOS DEL FANTÁSTICO, TERROR Y CIENCIA FICCIÓN DEL CINE ESPAÑOL PARA RECIBIR EL FESTIVAL DE SITGES
A punto de empezar la 57 edición del Festival de Sitges y tal como hicimos durante la pasada edición, hemos decidido encender los motores con un repaso a seis clásicos del fantástico, ciencia ficción y terror español con el que esperamos poder empezar a abrir boca en esta edición del festival de este 2024. Recuperamos clásicos antiguos y actuales y alguna rara avis con la que poder prepararnos para la fiesta del fantástico este octubre.
LOS JUEVES, MILAGRO (Luis García Berlanga, 1957)
Berlanga, uno de los tres grandes del cine del franquismo junto con Juan Antonio Bardem y Carlos Saura, fue uno de esos directores prolíficos incansables que desde su afilada mirada supo cartografiar como nadie los mapas sociales de la dictadura. Pese a que toda su filmografía se rueda bajo una mirada realista que pretende disertar la realidad española a golpe de bisturí y carcajadas varias, en una de sus películas dio lugar a una maravillosa historia que empieza como una tragedia, sigue como sátira y acaba convertida en un cuento fantástico que podemos incluir en esta lista. En nuestra web le hicimos un repaso a este clásico dentro del ciclo Berlanga.
El pueblo de Fuentecilla vive en el año 1957 más del recuerdo de lo que fue que de su presente. A su precario balneario pocos acuden ya y los cuatro ancianos que allí sobreviven entre baños termales apenas dan para sostener la economía del lugar. Hastiados de esa situación y contagiados los unos a los otros, las fuerzas vivas del pueblo (el alcalde, el profesor y los dueños del hotel y el balneario) deciden disfrazar a uno de ellos de San Dimas y que se aparezca cada jueves para que vuelva a acudir la gente de peregrinación y, de paso, se tome un bañito. Lo que ninguno de ellos esperará es que San Dimas puede estar escuchando lo que esos hombres traman.
LA CASA SIN FRONTERAS (Pedro Olea, 1972)
Estrenada en 1972, La casa sin fronteras fue rápidamente catalogada como una película que trataba sobre el Opus Dei. Pedro Olea, su director, siempre fue tajante y dijo que su película nunca pretendió retratar la secta religiosa española, pero con el tiempo aceptó que las obras de arte escapan a su creador en un momento u otro. Sea como fuere, Olea nos regaló para el recuerdo una película que, si bien no exactamente trata el fantástico, produce un desasosiego en el espectador del que muy difícil es desprenderse incluso cuando sus créditos finales han llegado.
Daniel (Tony Isbert), un joven de provincias, llega a un Bilbao lluvioso y oscuro donde pretende encontrar un empleo. En esa ciudad gris y lúgubre encuentra una fonda donde hospedarse cuando conoce a un hombre que le ofrece un empleo en principio bastante fácil: encontrar a Laura (Geraldine Chaplin), una joven desaparecida cuyo rastro se mezcla con el de una fantasmal organización llamada La casa sin fronteras.
NO PROFANAR EL SUEÑO DE LOS MUERTOS (Jorge Grau, 1974)
Hacía sólo seis años que se había estrenado La noche de los muertos vivientes (George A. Romero, 1968) cuando Jorge Grau filmó una historia de tintes similares, pero trasladó las extensiones del campo estadounidense a la campiña inglesa y convirtió una historia de survival en un relato policíaco primeramente posteriormente devenido en un cuento gótico con muertos vivientes. El resultado, puro espectáculo del fantaterror español.
En medio de una ristra de asesinatos que tienen al lugar en vilo, un inspector decide perseguir a dos sospechosos que huyen de Manchester tras un accidente de moto. Refugiados en la campiña inglesa donde esperan encontrar la paz durante unos días mientras se calma el ambiente en la ciudad, pronto los dos jóvenes se darán cuenta de que no andan solos, pues el ambiente de los cementerios es bastante más animado de lo que podría tradicionalmente parecer, especialmente tras unas pruebas que el gobierno británico está llevando a cabo para controlar las plagas de insectos, pese a que sus efectos vayan más allá de los meros insectos.
ATOLLADERO (Óscar Aibar, 1995)
El director Óscar Aibar, un rodaje malogrado entre Aragón y Navarra, Iggy Pop, efectos especiales de los 90 y una historia de ciencia ficción que rueda sola son los elementos esenciales de esta película que hasta tuvo un hijo imprevisto, el libro Making Of en el cual se narran todas las catastróficas desdichas que el equipo de rodaje tuvo que enfrentar y que harían avergonzarse al mismísimo rodaje malogrado de El Quijote. Óscar Aibar rodó películas y series posteriores hasta convertirse en uno de los directores esenciales de nuestro cine, pero su primera película encontró acomodo en la época gamberra de El día de la bestia (Álex de la Iglesia, 1995) o Memorias del ángel caído (Fernando Cámara y David Alonso, 1997) hasta devenir un clásico de culto de nuestra ciencia ficción.
Atolladero narra un futuro cercano donde las ciudades se han convertido en emporios de orden mientras que sus zonas intermedias han quedado definidas como espacios sin ley. En ese espacio de nadie, un joven policía (Pere Ponce), incólume y recto, quiere huir y seguir su propio camino lejos de esas zonas grises donde la muerte, la desidia y la corrupción campan a sus anchas. Sin embargo, conseguir su propósito no será nada fácil en esa tierra de muerte.
REC (Jaume Balagueró, Paco Plaza, 2007)
Poco se puede añadir a uno de los clásicos por excelencia de nuestro cine patrio de terror. Jaume Balagueró y Paco Plaza, quienes por separado ya habían filmado algunos títulos de terror y suspense, deciden unir fuerzas y rodar en Barcelona una película que llenará y horrorizará todas las salas de cine a partes iguales, que convertirá a Manuela Velasco en nuestra scream queen española, que tendrá su propia versión estadounidense y que verá cuatro secuelas más a cada cual más desordenada y predecible. Pero es que REC es a día de hoy no sólo una de las mejores películas de terror rodadas en los últimos años, sino también un clásico del cine español que se ha labrado su puesto desde el primer día de su estreno. Y es que el cine de terror es, definitivamente, también historia del cine.
Ángela (Manuela Velasco) y su compañero Pablo (Pablo Rosso), a quien únicamente veremos su pie en toda la película, ruedan un programa nocturno de televisión en un parque de bomberos cuando reciben una llamada. Suben al camión de bomberos, se presentan en el edificio donde una anciana acusa un grave estado de locura y de repente esta se desata en un estado de rabia anormal. Cuando los bomberos y todos los vecinos deciden escapar del edificio, la policía ha acordonado la zona y la reportera y su cámara junto a los bomberos, el policía y todos los vecinos deberán enfrentarse al mal que anida dentro del edificio y del que cada vez son más conscientes.
EL HOYO (Galder Gaztelu-Urrutia, 2019)
Llegamos al final de la lista con una película que no por sorpresiva es menos interesante. El hoyo bebe mucho de Cube (Vincenzo Natali, 1997), pero le da una vuelta de tuerca en un contexto de recrudecimiento de las crisis sociales en nuestro país y nos regala un producto de ciencia ficción visualmente impecable que narra un horror social y desnudo pocas veces bien plasmado en el cine y cuya segunda parte verá la luz en mitad del Festival de Sitges de este 2024.
Goreng (Iván Massagué) despierta en una claustrofóbica prisión vertical estructurada por niveles. La comida baja nivel tras nivel en una plataforma a través del hoyo que da nombre a la película, pero mientras que en los niveles superiores las personas se alimentan hasta hartarse, apenas llegan restos a los niveles inferiores, que viven bajo un hambre crónica. Goreng aprende rápido que quien más arriba está, más privilegiado es. Sin embargo, la suerte puede cambiar, pues cada cierto tiempo todos los presos son anestesiados y repartidos en niveles inferiores o superiores aleatoriamente. Para Goreng, la única solución es la cooperación, algo tan difícil en tan crudas circunstancias y a lo que no todos los presos se prestan a colaborar.
Javier Alpáñez