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GEOPOLÍTICA DE LAS SERIES O EL TRIUNFO GLOBAL DEL MIEDO

No exageramos si afirmamos que cualquier aspecto de nuestra vida puede ser medido en base a su valor cultural. Siendo la cultura algo político, cualquier aspecto de nuestra vida entonces deviene político, incluso algo tan habitual como el visionado de series. Una obra de arte (recordemos que el cine es séptimo arte y, por ende, también las series) nunca escapa a su propio contexto histórico y en base a este crece y se hace.

En base a esta premisa merece la pena echarle un vistazo al libro de Dominique Moïsi, Geopolítica de las series o el triunfo global del miedo (Errata Naturae, 2017), una valiosa publicación cuyo gran acierto consiste en convertir el material de series consolidadas en una nueva y original forma de entender la geopolítica de este mundo cada vez más global. No por nada, uno de los grandes aciertos al leer esta obra es haber seleccionado series de corte popular y todavía de actualidad para que podamos entender mejor el mundo en el que vivimos. Aún con la resaca de Juego de Tronos y mientras intentamos digerir los finales de House of Cards o Downton Abbey, el autor nos acerca estas series desde otro lugar y consigue que volvamos a revisitar con una mirada totalmente nueva el objeto de estudio de su libro.

Antes de empezar la propia lectura del artículo conviene recordar que este libro fue publicado originalmente en 2017 y, aunque la situación geopolítica apenas ha variado (ya veremos después del COVID-19), es cierto que puede haber situaciones que el autor describe levemente desactualizadas. Por suerte, no son muchas y, a pesar de todo, el libro sigue siendo una fuente inagotable de información de primera mano para entender el mundo a través de la cultura audiovisual.

Es por esto por lo que los capítulos en los que se divide la obra son un estudio particular de cada una de las series que han marcado la segunda década del siglo XXI, siendo éstas Juego de Tronos (2011-2019), Downton Abbey (2011-2016), Homeland (2011-2020), House of Cards (2013-2018) y Occupied (2015-). Es interesante ver que ninguna pasa más allá de 2020 y que lo que tienen todas ellas en común, incluso Downton Abbey, es que parte de su premisa es la política y el poder.

Uno de los puntos positivos al leer este libro es entender qué es lo que motiva a ciudadanos de medio mundo a ver series que se encuentran ubicadas al otro lado del planeta, y es que si entendemos Juego de Tronos como el reflejo del caos en el que se ha sumido Oriente Medio, Downton Abbey como un final de siglo similar al agotamiento neoliberal que estamos viviendo ahora, House of Cards como el reflejo de la decadencia política del imperio (y que podemos entender mejor a través de este artículo), Homeland como la psicopatía y tensión no sólo geopolítica sino también social que se vive en el Imperio y, finalmente, Occupied como el temor eterno a la Gran Rusia que planea siempre sobre el occidente europeo, entenderemos los miedos que cada uno de nosotros vemos contenidos en el visionado de esas series desde nuestro sofá. El mensaje es claro: una serie triunfa porque conectamos con ella de una manera que nos hace revivir nuestras circunstancias, aunque dichas circunstancias se hallen allá donde Cristo perdió la chancla. Recordad: en la aldea global, todos somos vecinos.

Quizá un punto negativo que habría que resaltar de la obra es su capítulo final en el que el autor imagina una serie que idealmente refleje el mundo que habitamos de una forma idílica e incluso juega a imaginar personajes y situaciones construyendo una trama sobre una realidad que, en realidad, no existe. Es por eso por lo que, tras una lectura ávida que abre las puertas de tu inconsciente, llegar a un final que se me ha antojado, personalmente, vacío, le resta puntos a una obra, por lo demás, brillante.

Veremos cómo renace el mundo tras el desastre del coronavirus, pero, tanto si todo sigue como antes como si todo da un vuelco y el mundo cambia hasta la dirección en la que rota la tierra, esta obra todavía puede ser rica en su lectura. En un primer caso podremos seguir entendiendo por qué nos enseñan tanto las series y qué es lo que realmente vemos en ellas, mientras que, en un segundo caso, recordaremos un mundo que se fue.

Javier Alpáñez

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