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SHOUMETSU TOSHI: LOS ECOS DEL PASADO

Rascal Does not Dream of Bunny Girl Senpai se permite un margen de tres capítulos para diseñar su estructura. Durante sus primeros tres episodios Hajime Kamoshida traza un arco evolutivo que enfrenta las diferencias entre Mai y Sakuta, su enamoramiento y los detalles referentes al Síndrome de la pubertad. Pero hace algo más, porque tras sus sombras prepara el escenario para el resto de arcos que desarrolla la obra y, aunque lo hace de forma silenciosa, nos presenta al resto de implicadas de un entramado emocional de amplias dimensiones.

En su tercera entrega Shoumetsu Toshi hace algo similar. El encuentro con las chicas de SPR5 y la estructura narrativa de la obra referenciando al pasado y la intención de cerrar los conflictos emocionales que mantienen las heridas abiertas recuerdan al ejemplo anterior. Incluso utilizan la referencia a Laplace como punto común. Pero cuando el episodio llega a su fin y el valor emocional se impone me doy cuenta de algo. No conozco a SPR5. No sé quién es Takuya, no sé quién es Yuki y Geek me parece un cliché tan mal construido que obviaré la referencia a Steins;Gate.

Extrapolando su propio vacío

El anime es un medio especialmente vasto y extenso pero suele pecar de escasa originalidad. No es más que un factor comercial, por supuesto — y si tenemos Isekai basados en villanas de títulos Otome no seré yo quien firme por la falta de potencial en el medio— y es comprensible que lleguen nuevas obras con conceptos ya conocidos; caminos seguros con estabilidad y seguridad económica.

Bakemonogatari, por citar un ejemplo, es prueba del potencial original del anime en las manos de Shaft. Y en lo personal contemplo referentes como Soul Eater como grandes exponentes del medio en este sentido. Sin embargo esta temporada contamos con obras como Kimetsu no Yaiba que, en un estricto sentido personal, considero un más de lo mismo dentro de la fórmula Shonen. Pero funciona, porque sabe adaptarse al género y jugar con sus propios conceptos.

Shoumetsu Toshi no hace nada de todo eso. Quizás se deba a sus orígenes; un título para móviles con ciertos componentes narrativos que no llegó a abandonar el país japonés. Sin embargo, se entiende cierta falta de originalidad en el título. Algo que corte con su propuesta original, la de una ciudad que desaparece misteriosamente, dejando una sola superviviente y cientos de miles de desaparecidos en lo que ahora se conoce como The Lost.

No es, per se, un mal planteamiento. Pero necesita de gran esfuerzo por parte de su narrativa. Un complejo de thriller que no llega a bordar en prácticamente ningún momento y que desemboca en la falta de interés por una premisa que no va más allá de lo que estipula su sinopsis.

The Lost y los ecos del pasado

Insisto, porque la idea de una ciudad desvanecida y el misterio que la rodea no es un concepto precisamente nuevo, pero puede dar mucho juego. Sin embargo nos encontramos con Yuki, una misteriosa chica con poderes desconocidos que debe volver a The Lost para buscar a su padre —inevitable referencia a Made in Abyss y como Akihito Tsukushi estructura la aventura para que resulte sorprendente a cada paso que damos— y a Takuya, un simple repartidor que tiene como máxima entregar sus encargos sin mayor consideración, por mucho que ello implique obviar las medidas de un gobierno e infiltrarse en un abismo sin la más mínima seguridad de volver de dicho viaje.

Y el problema no solo reside en ello, sino en cómo la obra da por hecho que nos encontramos dentro de su mística. Comete errores similares a los de To Aru Majutsu no Index —aunque en este caso nos encontramos ante una enorme saga de novelas con una serie infinita de conceptos y lore que adaptar. Porque la idea de las agencias secretas es una que se entiende en el universo de Kazuma Kamachi pero que resulta algo abstracto en el título de marras. La “Agencia” está presente en todos sus episodios, pero sin desvelar su identidad, objetivo o la más mínima intencionalidad. Y con estas cartas sobre la mesa no puedo más que rebajar su idea a la de Okarin y su paranoica actitud en clave ficticia durante los primeros compases de Steins;Gate. El Psy Congroo, supongo.

Y así llegamos a su clímax emocional, con una trama de nuevo abstracta en la que se habla de redimir el pasado y la idea de que todos los desaparecidos durante la catástrofe conservan sueños y promesas que de alguna manera les conectan con el mundo real pero para cuando la obra pretende entrar en esos conceptos es muy difícil lograr la conexión necesaria. La empatía a través de sus personajes es nula, el desarrollo personal es nulo y la idea de sus “Tamashi”, en referencia a las almas de las personas desaparecidas tiene un punto a favor de su argumento pero vuelve a caer en conceptos abstractos que su argumento carece de la solidez necesaria para su planteamiento.

Un viaje sin retorno

Shoumetsu Toshi es una obra que funciona, por el momento, a medio gas. No parece saber lo que quiere ni lo que busca con su planteamiento y cae en los espacios más pequeños, en las escenas más simples. Es pronto para juzgarla y quizás consiga dar el necesario giro para encaminar su desarrollo en los siguientes capítulos. Pero el potencial de su escenario cae por su propio peso al no tener una estructura lo suficientemente fuerte como para sujetarlo.

No todo es malo, insisto, porque la obra tiene ciertos momentos a valorar y el misticismo de The Lost y sus almas perdidas pueden ser una carta a tener en cuenta en el futuro. Por otro lado la presencia de Shigeyuki Miya como director destaca el punto más cinematográfico de la serie, con un juego constante de planos, cambios de vista en primera persona y un uso de las imágenes generadas por ordenador que no rompe con su escenografía sino que consigue dar cierto realismo a sus escenas.

El viaje a The Lost parece por el momento uno sin retorno. No en el sentido literal de la obra sino en cómo se estructura el nuevo título de Madhouse. Con todo, se suele decir que la esperanza es lo último que se pierde y lo cierto es que Shoumetsu Toshi cuenta con algunos puntos refrescantes que podrían dar el giro necesario. El tiempo dirá si todo acaba, o no, en su propio vacío ficticio.

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Óscar Martínez

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Escribo más que duermo. Ávido lector de manga y entusiasta de la animación japonesa. Hablo sobre ello en mi tiempo libre.