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Reseña de Kimetsu no Yaiba #1, de Koyoharu Gotouge destacada - el palomitron
ANIME / MANGA REDACTORES RESEÑAS

BIBLIOTECA: KIMETSU NO YAIBA #1

El sintoísmo y el budismo son dos corrientes religiosas que conviven en paz y harmonía en Japón, un país que profesa un profundo respeto por la espiritualidad. Hace relativamente poco, gracias al enorme trabajo de Archipel y su serie ‘toco toco’ —que desde aquí recomiendo encarecidamente—, pude «conocer» algunas facetas más cercanas de la persona que se encarga de blandir la pluma y esgrimar, con suma elegancia y como si pareciera algo sencillo de emular, la fatídica historia de la familia Sanson en Innocent e Innocent Rouge: Shin’ichi Sakamoto. A parte de conocer alguna que otra curiosidad y entresijo relativo a la elaboración del manga, el autor nipón me sorprendió por un enorme sentimentalismo y respeto a la muerte. Aunque dicha muerte sea ficticia, trazada en hojas de papel. Fiel a un estilo incensurable y consciente del convulso periodo histórico en el que se maneja, Sakamoto no podría seguir haciendo lo que hace sin acudir de manera periódica a un templo para mostrar sus respetos por los fallecidos. Rezar por esas almas que para él sí son importantes, ya que él mismo es su creador. En un mundo de locos donde cada vez más lo importante carece de ese matiz, me impresionó tal acto de profunda sensibilidad. Ahora, cuando me enfrento a un tipo de ficción más oscura —y, por qué no, real— me pregunto si su autor o autora sentirá remordimiento, culpa, goce o una total indiferencia al segar las propias vidas que crea.

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Las obras enmarcadas dentro de la demografía shônen suelen ir con sumo cuidado en este aspecto. Aunque, obviamente, no todas edulcoran su contenido por y para su target. Sin embargo, son pocas las que abandonan cualquier atisbo heroico o épico que pueda aderezar un funesto suceso como es el de la muerte. En cierto modo, es como si se aproximaran al plano real. Porque en el mundo real, en el nuestro, no hay épica en la muerte. Tampoco fantasía. Es un hecho, una ley irrefutable que irrumpe dejando tras de sí un enorme estruendo. En la mayoría de ocasiones, ni siquiera hay momentos para unas últimas palabras o la confesión de importantes secretos. Al final, el valor de la vida es el que nosotros mismos queramos darle. Y hay autores a los que no les tiembla el pulso a la hora de romper baremos. Tatsuki Fujimoto hacía lo propio en su título postapocalíptico: Fire Punch. Lapidar algunos de los estigmas de la demografía y concebir una ficción donde los valores humanos se antojan como un lujo. Porque poco recoveco existe para la humanidad en su mundo. Y, en cierto modo, el manga de Koyoharu Gotouge también concibe esa idea del valor de la vida y la muerte. Porque Kimetsu no Yaiba tiene el envoltorio de cualquier shônen génerico, pero su alma aspira a mostrar algo más, a ser más explícito y menos deudor que sus congéneres. Y esa crudeza soft le sienta realmente bien, porque no solo sega existencias, honra a sus fallecidos. Honra sus memorias. Ilustra a Sakamoto en ese templo rindiendo culto por sus «crímenes».

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Tanjirô Kamado es un joven de origen humilde que vive con su madre y sus hermanos en las inmediaciones de un poblado minero. Su labor recae en la extracción y venta de carbón para ganar algo de dinero y poder llevarse algo de comer a la boca tanto él como su familia. Su vida no es nada fácil pero, aun así, reconoce que son felices. Una felicidad amparada en el amor y la calidez familiar, que puede esfumarse de un momento a otro debido a la inestabilidad que supone un periodo Taishô poblado por criaturas demoníacas cuya gula por alimentarse de carnaza humana resulta insaciable. Un día, tras volver de su jornada, el joven Tanjirô encuentra su hogar mancillado, manchado por la sangre propinada de los cuerpos fríos e inertes de su amada familia. La única superviviente, Nezuko, ha sido gravemente herida e infectada con la sangre del vil demonio que llevó a cabo semejante crimen. Cuando la felicidad desaparece, todo huele a sangre. Y ahora, Tanjirô debe partir con su hermana en búsqueda de una cura que le devuelva su estatus de humana y, de paso, clamar venganza aniquilando al artífice de su desdicha. Su posterior encuentro con Giyû Tomioka, un reputado cazademonios, es el primer paso, la primera luz que ilumina el difuso futuro de los hermanos Kamado. Pero, ¿podrá preservarse la pureza ante el hediondo olor de tanta muerte y sangre?

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Seré sincero, me produce cierta animadversión esa tendencia a crucificar el shônen porque sí, porque «todos son copias de todos» y no se salen de unos cánones preestablecidos. No negaré que muchos de sus títulos siguen una estructura formulaica, pero aun así hay matices, pequeños —o no tan pequeños— detalles que pueden marcar cierta diferencia. A veces se peca de ceguera voluntaria, de no querer ver y, ni tan siquiera, dar una oportunidad simplemente por estar bajo la sombra de una palabra. Me parece ridículo este pensamiento teniendo en cuenta que actualmente se publican en la Weekly Shônen Jump (la revista manga más importante de Japón) títulos como Dr. Stone o The Promised Neverland. En cierto modo, Kimetsu no Yaiba me ofrece una sensación intermedia. La estructura de su primer volumen cumple con cualquier estándar de la demografía y el género, no se arriesga apenas —quizá tampoco sea ese su objetivo— pero tiene esos pequeños detalles de los que hablaba. Esos matices que me hacen verla con otra perspectiva y que, desgraciadamente, un porcentaje del público no tendrá voluntad ni para buscarlos siquiera.

Uno de los mejores aspectos de la obra de Gotouge es, precisamente, la construcción de su protagonista. Tanjirô es un joven vivaz, generoso y cuya bondad siempre está un paso por delante de él, para bien o para mal. Su construcción es simple, pero porque su vida también lo es (era). Carece de infantiles propósitos, sueños o atisbos de grandeza. Solamente quiere vivir lo más confortablemente posible con los suyos. Es una aproximación mucho más real a nuestras vidas. Además, no goza de ningún extraordinario poder —más allá de poseer un gran olfato— capaz de marcar la diferencia y hacerle despuntar desde una temprana edad. Es mucho más fácil llegar a empatizar con él y, cuando la tragedia invade su vida, comprenderle. Porque lo único que puede hacer es hacer acopio de la voluntad y recurrir a la ayuda de los demás. Exactamente lo mismo que haríamos tú o yo. Pese a ese escaparate fantástico y demoníaco perpetrado por la autora, Tanjirô es un personaje sumamente humano. Incapaz de asestar un último golpe a sangre fría al mismo enemigo que ansía devorarle. Puede que su vida haya dado un giro de 180º, pero él se resiste a cruzar esa delgada línea que una vez traspasada resulta imposible volver atrás.

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Pero claro, esto es un viaje, una aventura de acción donde lo sobrenatural se manifiesta de la manera más mortífera posible. Donde la vida vale literalmente una mierda y la ausencia de ella es un compañero más del recorrido. Tanjirô debe fortalecerse, entrenar y formarse como cazador de demonios. Es una meta, un fin; pero fraguado a la fuerza, por el deber de intentar salvar a su hermana y por el egoísta sentimiento de la venganza. Para ello debe someterse a las duras y realistas enseñanzas de Urokodaki, un instructor de frío semblante que pondrá a prueba tanto la voluntad física como psicológica del protagonista. Todo ello a través de lecciones y enseñanzas alejadas de cualquier síntoma de calidez.Reseña de Kimetsu no Yaiba #1, de Koyoharu Gotouge demonio - el palomitron El mundo de Kimetsu no Yaiba es oscuro, y para afrontar su oscuridad se debe bailar con la muerte. Observar y abrazar ese sentimiento para sobreponerse, acostumbrarse a estar bajo el constante acecho de una afilada hoz con tendencia a degollar. Por eso Tanjirô no recibe palmadas en la espalda, ni tampoco se le tiende el brazo cuando cae. Tiene que ser él mismo contra el filo de la muerte.

Siempre es complicado analizar el primer volumen de un shônen de acción por la dificultad para medir su potencial. Pero Kimetsu no Yaiba lo es incluso más. Y lo es porque a diferencia de cualquier otra obra similar, no se anda con rodeos. En poco más de cinco capítulos su autora opta por incluir un importante salto temporal y omitir gran parte del entrenamiento para ir al grano y comenzar el clímax del mismo para cerrar este tomo de introducción. En lo personal, me gusta que sea así. Que se suprima todo argumento que pueda lastrar el ritmo narrativo si no se ejecuta como es debido y así aportar un mayor ritmo en la evolución de la trama. Algo cada vez más importante en un tipo de historia que suele tardar en arrancar y que tiene cierto deje al enredo. Sin embargo, pese a lo positivo de la estrategia de Gotouge, esta misma deja alguna que otra duda sobre si a corto y medio plazo será capaz de construir un desarrollo sólido y coherente. Y si también será capaz de construir un elenco de personajes con personalidad propia, ya que en los primeros compases de la serie la trama se focaliza principalmente en Tanjirô. Como decía, es difícil vaticinar cómo de eficiente puede ser el desarrollo de una obra que comienza como lo hace Kimetsu no Yaiba, pero por sensaciones me atrevería a decir que la fantasía oscura de Koyoharu Gotouge tiene cierta fragancia que la hace, a su manera, especial.

Y uno de los componentes que conforman dicha fragancia es su apartado artístico. El arte de Kimetsu no Yaiba está lejos de ser un referente, de buscar la perfección en el detalle tanto de sus personajes como de los escenarios. De hecho, la autora parece no controlar demasiado bien la anatomía del cuerpo humano, creando paneles con siluetas desproporcionadas. Aun así, el diseño de los personajes es sumamente atractivo, recreados bajo una imagen que casa a la perfección dentro del contexto histórico y marco ficcional de la obra. Una imagen que destaca, sobre todo, por un diseño de vestuario que sí se detiene en el detalle y busca la diferenciación entre los distintos ropajes que se muestran en la obra. Además, los personajes cuentan con unas expresiones faciales capaces de denotar en cada momento multitud de estados emocionales. De trazo torpe e irregular en ocasiones, el estilo artístico de Kimetsu no Yaiba le otorga al título cierto rasgo genuino, algo que que tiene mucho que ver con esa fragancia que comentaba líneas atrás.   

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Kimetsu no Yaiba no destroza los paradigmas del shônen, pero tampoco es ese su objetivo. Que su primer volumen se titule «Crueldad» no es algo baladí, es una temprana declaración de intenciones por parte de su autora. Una ficción ágil, de corte oscuro y cierto folclore nipón donde no hay espacio para la romantización y donde resulta complejo encontrar atisbos de humanidad. Una aventura de acción aderezada por el sonido de la guerra, ese procedente del estruendo resultante del acero de una katana golpeando las fauces demoníacas. Una que se fragua bajo la sombra de una unánime sensación. Qué poco cuesta arrebatar una vida.

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Reseña de Kimetsu no Yaiba #1, de Koyoharu Gotouge portada - el palomitron

Kimetsu no Yaiba comenzó su publicación en las páginas de la Weekly Shônen Jump en febrero de 2016. Aproximadamente tres años después de su inicio, cuenta con un total de 14 volúmenes publicados, una novela ligera y, actualmente, la historia se encuentra en su arco final. Con el prometedor estreno de una adaptación animada el próximo mes de abril, Norma Editorial anunció su licencia durante la celebración de la Japan Weekend Madrid 2018; con la esperanza de que tanto el futuro anime como la buena salud en ventas en territorio nipón lo consolide como uno de los grandes nuevos shônen de la editorial española. Kimetsu no Yaiba #1 está compuesto por un total de 192 páginas, desgraciadamente ninguna de ellas a color. Presenta un formato C6 (clásico tankoubon pequeño), rústica con sobrecubierta y una dimensión de 11,5 x 17,5 cm.

La calidad de los materiales de la edición está en la línea de otras obras de corte similar de la editorial. Por lo que el problema de la transparencia de sus páginas es una realidad. El diseño de la portada respeta al máximo el original japonés, con la particularidad de que en España se ha optado por traducir el título por Guardianes de la noche. Una decisión que a muchos y muchas no termina de gustar y que, además, el estilo tipográfico del nombre no ayuda a valorarlo con una mayor positividad. Por otro lado, la portada logra un gran impacto visual por su diseño, composición y un estilo de coloreado muy llamativo a nivel visual. En la misma se pueden observar a los hermanos Kamado, bajo una actitud firmemente defensiva y con cierto temor en sus miradas. Una imagen que ejerce de total contraste con la halo de felicidad y calidez de la cubierta interior. Una donde los mismos protagonistas ríen y se abrazan. El contraste de dos vidas totalmente opuestas.  

Kimetsu no Yaiba #1 se puso a la venta el pasado 8 de marzo a un precio de 4,00 € con motivo de la promoción especial de su primera edición. Este primer volumen cuenta con un total de siete capítulos que dejan claro el cariz principal de la obra, presentan el conflicto que empuja al protagonista a alcanzar un nuevo objetivo y, de manera directa, se llega al clímax de su periodo de entrenamiento. A nivel de diseño e impresión del volumen no hemos encontrado ningún inconveniente o errata. Tanto el entintado, como el sangrado y las viñetas gozan de una perfecta armonía en el tomo. Por último, mencionar que la traducción a nuestro idioma está perfectamente lograda gracias a la labor de Victor Gomà (DARUMA Serveis Lingüístics, SL).

Edu Allepuz

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Intento de muchas cosas y una de las piezas que hacen funcionar la sección manganime. Ávido lector de manga, enamorado de la tinta y de la tragedia de Sui Ishida. Firme defensor de la industria como arte y la abolición de estúpidas etiquetas.