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A VUELTAS CON LOS GAUDÍ

Ayer, desde el auditorio de La Pedrera en Barcelona se dieron a conocer las nominaciones de la 13 edición de los premios Gaudí del cine catalán. Con un acto austero, pero agradecidamente preciso, se dieron a conocer los nombres de los beneficiados en las diversas categorías de estos premios, de la voz de dos actores ampliamente nominados aquí (aunque nunca hayan ganado), Sergi López y Aina Clotet. También estuvo presente la presidenta de la institución, Isona Passola, que introdujo de manera dinámica y rápida este acto.

No obstante, antes de desglosar lo que han supuesto las nominaciones de esta edición, y por ende, el año de cine catalán, hay que viajar a la historia de estos premios y su valor para el cine catalán, y su concepción dentro de la particular temporada de premios que define nuestro cine. Pues en apenas 13 ediciones, estos premios han impuesto una calidad y un valor que pocos han conseguido. Es de admirar la enorme labor que emprende cada año la academia de cine catalán, para dar visibilidad y hondura a unos premios que cada vez son más importantes, entre otras cuestiones, por una ceremonias con buen gusto y valor audiovisual, pasando por una serie de actos coherentes y precisos, hasta terminando con el ejercicio de difusión en toda Cataluña del cine que comprende la cosecha de cada año. Nacieron un poco a remolque de los Goya, copiando, en parte, su modelo de nominación y premiación, pero cada vez han tenido más definición y valor por sí solos. Nadie vaticinaba, y más después de unos años muy pobres en manos de los premios Barcelona de cine, que la Academia y su premiación iba a llegar tan lejos.

Ahora bien, valorando sus enormes logros, no podemos dejar de cuestionar ciertas posturas que se han mantenido en el tiempo, e incluso se han acrecentado. En primer lugar, cuestionar muy negativamente su desentendimiento del calendario de los premios Goya este año, buscando una lectura de nominados y una gala más tardías. Se entiende y se valora la independencia y personalidad de estos premios, pero sería mucho más coherente, tanto para los Goya como para ellos, entender el panorama cinematográfico de premios de una manera unitaria, para así facilitar una estructura clara, que al final devenga en un ejercicio de mayor visibilidad, que al final es el valor último que configuran los premios en cuanto al cine que representan.

La vampira de Barcelona es la máxima aspirante con 14 nominaciones.

De igual manera, hay que analizar como los premios han ido evolucionando desde una apuesta mucho más catalana e independiente, en cuanto a la producción del cine que se incorpora a estos galardones, a unos baremos más institucionales, estableciendo películas en competición de dudosa catalanidad. A esto, hay que sumarle esa inclusión oportunista e incoherente llamada “talento catalán”, que viene a incorporar a esta lista figuras catalanas del cine, pero que no computan dentro de los márgenes de la industria catalana. Esto ha permitido que de una manera absolutamente incoherente puedan competir películas absolutamente extranjeras en estos premios, generando una competencia desleal e incoherente, ejemplo claro las 3 nominaciones técnicas de Jurassic World: El reino caído en estos premios. Se entiende y se respeta la clara línea política-ideológica de estos galardones, pero no se acepta que en virtud de este objetivo se introduzca este oportunismo atroz, que en nada representa al cine catalán y a su industria. La edición pasada, esa en la que un amplio número de películas importantes de ese gran año de cine español de 2019 coparon el palmarés, representó un claro ejercicio de irresponsabilidad, utilizando el carnet de lo catalán para engordar el valor de una industria que estaba atravesando serias dificultades. Tapar las necesidades reales y utilizar de manera incoherente ciertas herramientas para ensalzar una idea, un valor político, que al final no conecta con nada, ni nadie, va en contra de la puesta en valor del esfuerzo y el trabajo constante de una industria como la catalana.

Dicho esto, y habiendo baremado la importancia y el crecimiento de los Gaudí, en relación a sus defectos, hay que añadir, que por suerte, este año se ha retornado con acierto a esa idea más autóctona de una manera honesta, desechando ese errático concepto de “talento catalán”. Y el resultado ha sido el esperado: 14 nominaciones para la película más importante del cine catalán y en catalán, es decir, La vampira de Barcelona, película recia y de potente factura técnica (que incomprensiblemente se ha ausentado por completo de los Goya). Con ello, sorprende su ausencia en las categorías de mejor guion y mejor montaje, dado su gran número de opciones. Su competidora más directa, y quizás la que puede ser la gran triunfadora del año, no solo aquí, sino en todos los premios del cine español, Las niñas, ha conseguido hasta 13 opciones. En ese plantel, y hablando de sospechosos habituales, Cesc Gay y su Sentimental han llegado a las 8 nominaciones. Le siguen No matarás con 6, y Adú y La boda de Rosa con 5 cada una, relegadas aquí a una presencia más testimonial, quizás por su no excesiva catalanidad. Ni Nathalie Poza, ni Sergi López, favoritos para muchas quinielas, lucharán por el premio. Sorprende y mucho por el alto nivel de sus trabajos, y sobre todo, en el caso del segundo, por ser uno de los mayores representantes del cine catalán, aún sin premio. Quizás la idea de presentarlo como protagonista por La boda de Rosa, siendo realmente secundario le ha jugado una mala pasada (la cara del actor en la lectura, tras saberse su ausencia, era para enmarcar).

La ofrenda de Ventura Durall consigue en los Gaudí hasta 4 nominaciones.

Del lado de las películas rescatadas, hay que señalar que los Gaudí han coronado con 4 nominaciones a La ofrenda de Ventura Durall, irregular película que contiene algunas de las mejores interpretaciones del año. Es placentero ver reconocido el talento de esas dos enormes actrices: Anna Alarcón, y especialmente una Verónica Echegui maravillosa, en un año redondo para ella. Esta reivindicación se suma a la de My Mexican Bretzel que sigue escalando posiciones de forma sorprendente, y aquí consigue 3 candidaturas, tras sus 2 nominaciones sorprendentes pero justísimas en los Goya. En cualquier caso, ha sido un plantel repartido, de 60 títulos propuestos 32 han conseguido nominación, en un año absolutamente muy equitativo.

Con todas las cartas echadas y mirando hacia atrás, hacia el extraño año que hemos ya abandonado, solo queda esperar hasta el 21 de marzo, fecha en la que se desvelará el pastel de los ganadores en una ceremonia celebrada en el auditorio del Fòrum CCIB en Barcelona.

Alberto Tovar

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