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GALGOS: MOVISTAR PLUS+ ABRE EL AÑO CON LAS GUERRAS POR EL CONTROL DE UNA EMPRESA FAMILIAR

Galgos es la primera serie original que Movistar Plus+ estrenará en 2024 de los 10 títulos ya anunciados y confirmados por la plataforma. Un drama familiar de seis episodios que bajo la alargadísima sombra de la colosal Succession (que acaba de despedirse a lo grande llevándose hace apenas unos días otros cuatro Globos de Oro) ha sabido modelar y construir una identidad particular que la permite brillar con luz propia alejándose con mucha inteligencia del juego de las comparaciones, aunque será inevitable que más de uno (y de dos) se recreen en comparativas estériles, en vez de abordar la propuesta de Galgos con una mirada libre de vicios.

Es verdad que hay que asumir riesgos para presentar Galgos justo en estos momentos en los que todavía la estela del portaviones de HBO persiste en el espectador, pero Galgos los asume con mucha tranquilidad. La tranquilidad que confiere tener en la escritura de guion a Clara Roquet (guionista de 10.000 Km y Petra), Francisco Kosterlitz (Suro), Pablo Remón (ganador del Goya en guion en 2019 por su trabajo con Intemperie) y Lucía Carballal (un peso pesado de la escena teatral de nuestros días y autora habitual de la editorial La uña rota que ha trabajado, entre otros proyectos, en los guiones del universo Vis a vis) se complementa con la paz de tener tras las cámaras a Félix Viscarret y Nely Reguera. Con este despliegue de talento, Galgos se arma hasta los dientes para llegar a la plataforma jugando no pocas bazas buenas, algunas muy buenas y por desgracia otras que no juegan tan a favor del conjunto.

El azúcar, de amigo a enemigo

Galgos es una serie sobre una familia empresaria que basa su modelo de negocio en alimentos infantiles tradicionales. O lo que es lo mismo, alimentos con dosis de azúcar bastante (o demasiado) generosas. Y en este apartado los guionistas de la serie aciertan de pleno en elegir el marco del conflicto, pues más allá de las pugnas intrafamiliares por el control de la firma, también la serie ofrece un cuadro bastante verídico de los problemas a los que se enfrentan algunas empresas tradicionales en un marco social en el que el consumidor ha dejado de ser un sujeto pasivo para cambiar las reglas del juego aunque ello suponga la irrupción de crisis formidables en empresas otrora blindadas.

Miguel Ángel Almodóvar avisaba ya es su interesante ensayo Azúcar, el enemigo invisible (Arpa, 2017) de la alarmante presencia (pero silenciada) y en cantidades ingentes del azúcar en decenas de alimentos que se publicitan como sanos por reducir o prescindir de otros ingredientes. Y en Galgos esta denuncia es clara y continuista con esa máxima que defiende Julián, el hijo casi bastardo interpretado por Jorge Usón, de que en Grupo Galgo lo que se fabrica y se vende es sencillamente felicidad. Quizá la misma felicidad que ofrecen otras drogas sí reconocidas como tales, legales o ilegales, pero con la ventaja de vivir siempre alejada de estos parámetros pese a la cantidad de estudios, ensayos y pruebas que demuestran que las cifras de muertes en estrecha relación con el consumo excesivo de azúcar superan con creces las cifras de otras sustancias en el ojo de la opinión pública como el Fentanilo (cerca de 60.000 muertes en 2021 solo en Estados Unidos).

Es por tanto un acierto total que el equipo de guion haya escogido este motor argumental, terriblemente actual, que al final también será la fuente de las dificultades que asolan el futuro del Grupo Galgo, la persona jurídica sobre la que gravitan los personajes de la serie.

Empresas familiares, viveros de recelos y traiciones

Galgos arranca con una escena familiar en la que se abre el plano hasta lo general, capturando como si de un cuadro se tratase, a todos los miembros de la familia, unidos. Y la serie cierra con otro plano general en el que no solo no hay unión sino que el personaje de Carmina, interpretado por Adriana Ozores, queda retratado en soledad, alejado del calor familiar. Y aunque esa maravilla de versión de «Always on my mind» de Pet Shop boys suena en ambos momentos, lo cierto es que la fragmentación es evidente, a todos los niveles. Si Silvia Bertomeu (insuperable Alicia borrachero) cerraba Crematorio a lo Michael Corleone, asumiendo el destino que nunca quiso para ella con un liderazgo innato, Carmina Somarriba cierra Galgos aislada (al menos por ahora), con un plano de notable desamparo que resume a la perfección todo lo que hemos ido viendo a lo largo de sus seis capítulos. Una comparativa de cierres que en cualquier caso debería quedar en suspenso porque todo indica que habrá, como mínimo, una segunda temporada.

Junto a Adriana Ozores, Óscar Martínez, Marcel Borràs, Patricia López Arnaiz, Luis Bermejo, María Pedraza y Jorge Usón para dar vida al resto del reparto. Todos trabajan con mucha corrección sus roles, quizá excesivamente arquetipados, pero no por ellos menos eficaces. Probablemente el trabajo de Luis Bermejo (al que le volveremos a ver este año junto a Adriana Ozores en NORBERT(A)) sea el más atractivo por su colección de aristas, ya el resto de personajes son bastante más planos; y aunque el trabajo de los actores es bastante bueno lo cierto es que se echa en falta un trabajo más profundo en la psique de la mayoría de ellos. Porque cuando una familia vive en constante confrontación por el control de la empresa o el papel que debe jugar cada uno en ella, resulta complicado de asumir que hasta la mitad del tercer capítulo (casi en el ecuador de la serie) no se ponga el foco en sus relaciones íntimas, en sus esferas privadas, fuera del terreno laboral. Quizá esta tardanza en el tratamiento del plano humano pueda impedir de manera definitiva que algunos espectadores empaticen con los protagonistas de Galgos y las curvas que les ha preparado la vida. Tal vez no habría venido nada mal contar lo mismo pero dedicando algo más de tiempo (o incluso de capítulos) para que nos hubiésemos podido acercar más a la naturaleza de los personajes, mejorando así la potencia de algunos momentos como la discusión bisagra que protagonizan Carmina y Gonzalo, matriarca y patriarca, en el cuarto capítulo. Una disputa que acaba dejando claras tres cosas que ya se venían apuntando desde los primeros compases de la serie: ningún miembro de la familia Somarriba está preparado para vivir fuera del nido (la caída de Gonzalo al intentar abandonar la casa tras la discusión es una pincelada maestra); el distanciamiento del matrimonio (de nuevo con un plano general con ambos separados); y la posición de debilidad de Gonzalo frente a Carmina (retratada en esa cama en la que él yace despojado del abrigo de las sábanas y las mantas que prende Carmina con decisión).

Teniendo en cuenta que el talento en estas lides de Félix Viscarret (Patria o la reciente y muy notable Una vida no tan simple) resulta sorprendente que esta pobreza en la definición de personajes termine pasando una factura tan alta a una serie que podía haber volado mucho más alto, que podía haber sido casi redonda.

El virtuosismo técnico y narrativo en Galgos

Lo que también queda claro tras ver Galgos (servidor la devoró en una sola tarde, en una maratón de esas que cada vez se recuerdan con más nostalgia según se cumplen años) es que la serie es endiabladamente entretenida. Sus capítulos pueden caer uno tras otro sin hacer esfuerzos y en este punto el trabajo de guion es realmente loable. La única mancha (y no lo será para todo el mundo) es el episodio que rodea a la jornada de caza, bastante inverosímil si atendemos a la naturaleza de los personajes (no estamos hablando de tres tuercebotas en el monte) aunque también bastante legítima si se entiende como una suerte de homenaje al cine de Berlanga. Será tarea de la mirada del espectador posicionarse a uno u otro lado.

Y si el ritmo se la serie se mantiene en cotas muy elevadas durante sus seis capítulos, el trabajo en fotografía se revela magistral. Porque hablamos de una ficción con muy pocos escenarios exteriores, en la que casi toda la acción se desarrolla en interiores, magníficamente iluminados y encuadrados de escándalo, testando todo tipo de ángulos y planos (atentos a los ya mencionados generales, que funcionan como hitos en la trama) para sacar el mayor partido a los espacios y jugar siempre a favor de un compás en el relato que nunca parece bajar marcha. Una maravilla de narración que a buen seguro va a pegar al espectador a la pantalla.

Y de regalo, dos aciertos en el tratamiento de la historia: unas pinceladas de crítica dirigida a esa sociedad rancia que todavía ve debilidad en aquellos varones que escogen practicar su paternidad sin rastro de complejos y con paladas de amor y cariño por sus hijos; varones que rompen y aniquilan legados vestustos para construir una sociedad, sin lugar a dudas, mejor. Y también el tratamiento de la relación lésbica entre Jimena (María Pedraza) y su pareja, con una visión totalmente actual, sin ningún personaje que se exprese extrañado o incómodo, y con una normalización dentro del relato ejemplar. Algo que además no es nuevo dentro de las ficciones de la plataforma, que en este apartado siguen sumando muchos puntos (y muy bien) en esta lenta labor de dibujar sociedades más igualitarias e inclusivas en la pantalla. Algo, que sin duda es carne de otro artículo en profundidad.

Jueves 18 de enero. Esa es la fecha en la que la familia Somarriba llegará a Movistar Plus+. Otro terrón de azúcar para los amantes de los dramas familiares y empresariales.

¿Dónde y cuándo?

  • Fecha de estreno: 18 de enero de 2024
  • Plataforma de emisión: Movistar Plus+
  • Número de episodios: 6
  • Duración aproximada: 45 minutos
  • Te gustará si te gusta: Las series sobre dinastías y luchas de poder intrafamiliares

Alfonso Caro

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Alfonso Caro Sánchez (Mánager) Enamorado del cine y de la comunicación. Devorador de cine y firme defensor de este como vehículo de transmisión cultural, paraíso para la introspección e instrumento inmejorable para evadirse de la realidad. Poniendo un poco de orden en este tinglado.