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Crítica de Kemono Jihen
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KEMONO JIHEN, REVISANDO LOS CLÁSICOS

El aspecto sobrenatural en el manga y el anime es uno recurrente. Tan recurrente como lo es a través de su cultura, religión y diversas influencias que, de una forma u otra, acaban permeando a través de la ficción y el ocio dando como resultado una constante que rara vez escapa del plano de la actualidad en las emisiones de anime.

No son solo casos aislados y muchas acaban destacando sobremanera, como Kimetsu no Yaiba o Jujutsu Kaisen, abriendo la veda a seguir extendiendo dicha estructura. Incluso en esta temporada podemos enmarcar Urasekai Picnic, que va un paso más allá haciendo uso de la vertiente creepy pasta. Una lista que ahora se engrosa con la llegada de Kemono Jihen, un sucesor espiritual de este tipo de obras que, además, se mueve en una vertiente más juvenil, arrastrando tópicos pero innovando en otros aspectos que nunca están de más en este formato.

Revisando el espacio sobrenatural

Kemono Jihen no deja de ser una obra que bebe de las reminiscencias del pasado. De Yu Yu Hakusho, Matantei Loki Ragnarok o Get Backers. Una marca de la acción juvenil que nos lleva de vuelta a una de las temáticas favoritas del género: los detectives sobrenaturales.

Una acción que gira entorno a Inugami, quien sirve las veces de conexión entre lo humano y lo espiritual, trabajando como detective relacionado con casos que escapan a la realidad humana y siendo él mismo parte sobrenatural. Un punto que la obra aprovecha —de nuevo, siguiendo esta estela clásica— para formar un solo plano superponiendo ambos mundos y suponiendo gente como el propio Inugami, un tanuki, con poderes capaces de sobrepasar el entendimiento racional.

Es así como descubrimos a Kanabe, su protagonista, que tras ser acusado de los extraños sucesos que ocurrían en su aldea acaba convirtiéndose en el objetivo de asesinato de su tía, quien quedó a su cargo tras la marcha de sus padres. Kanabe es un hanyo, mitad humano mitad yokai. En este caso, un ghoul — fácilmente reconocibles a través de la obra de Sui Ishida, centrada en la existencia de estas criaturas a lo largo de la sociedad humana.

Un desarrollo que se abraza a la simplicidad pero que, a su vez, toma nuevos enfoques y sirve de justificación para esa recursividad que vive el género. Y es que el planteamiento de Kemono Jihen es natural. Humano. Kabane es un chico solitario, abandonado y despojado de cualquier interacción social. Incluso cuando Inugami le confiesa el motivo de su relación acepta la muerte sin oponer resistencia. Es, al fin y al cabo, una existencia solitaria.

Sus personajes, la pieza clave

Este, a su vez, es el punto de anclaje que sirve para dar forma a la serie: sus personajes. No es ninguna sorpresa pero, incluso así, el resultado no es menos favorecedor. Se entiende que cada nueva aparición comportará la existencia de nuevos poderes: Kabane es un ghoul inmortal, Inugami puede desafiar las leyes del mundo con el engaño con su condición de tanuki, Shiki tiene los poderes propios de une arachne, heredados de su madre. Y queda claro que Akira podrá usar el hielo a su antojo al igual que Kon, al tratarse de kitsune, contará con poderes relacionados con el fuego y el control mental.

Lo que resulta interesante de este desarrollo es que sus poderes no son tan importantes como lo resultan sus personalidades y evolución conjunta. Hay pistas sobre ello en su segundo episodio, en la perspectiva en que se enfrentan los problemas y como destaca el hecho de que todo se encuentre relacionado con el propio sentimiento de la culpabilidad. Por supuesto, resulta incluso más evidente en la soledad de Kabane, el ansia por el cariño ajeno de Kon, la agresividad inicial de Shiki o la personalidad dulce y amable de Akira.

Y es que, por encima de elles, Akira marca un punto de inflexión en la serie al proponerse y normalizarse un personaje masculino —además, remarcado en el inicio de la serie y el conflicto que resulta de malinterpretarse como femenino— con una personalidad diametralmente opuesta a lo que marcan los roles de género. Akira es un drama queen, adicto a las redes sociales y particularmente asustadizo. Todo lo contrario a lo que podríamos esperar en una obra de estas características. Y su inclusión es, ante todo, una dulce muestra de cómo la inclusividad y pluralidad gana terreno poco a poco.

Revisando lo clásico

No lo es todo, por supuesto, y de nuevo sus dos primeros episodios marcan una tendencia a abrazar el lado más oscuro del ser humano. El asesinato —pese a su inmortalidad, la escena no deja de resultar impactante— de un niño y el impacto visual y emocional que supone el desarrollo de la trama en su segunda entrega son pequeñas marcas de como la obra, pese a moverse en un esquema clásico, también se atreve con puntos arriesgados que no resultan precisamente fáciles de digerir.

Y es que esa es la sensación que deja Kemono Jihen en cada cierre. La de ser una versión actualizada de un clásico ya inmortal. No deja de ser una serie de acción y fantasía sin mucho que ofrecer más allá de su entretenimiento pero también resulta un punto que borda a la perfección en su inicio y eso, como mínimo, la define. Una serie con no demasiadas pretensiones que, sin embargo, sabe hacer su trabajo y corona con esos pequeños cambios tan dulces. Desde luego, un pequeño bocado con el que aliviar la tensión de la semana.

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Óscar Martínez

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Escribo más que duermo. Ávido lector de manga y entusiasta de la animación japonesa. Hablo sobre ello en mi tiempo libre.