CRÍTICA: COMPETENCIA OFICIAL
ANTECEDENTES
Desde que iniciaron sus caminos en el mundo del arte, los directores y productores argentinos Mariano Cohn y Gastón Duprat han realizado cientos de trabajos juntos. Empezaron en los noventa con videoarte y cine experimental, como El hombre que murió dos veces (1991). Después se pasaron a la televisión, con Televisión abierta (1998-2018) y Ciudad Abierta (2003-2005), un canal público de la ciudad de Buenos Aires. Ya en el ámbito cinematográfico, destaca sobre todo El ciudadano ilustre (2016), protagonizada por Óscar Martínez y premiada con el Goya a Mejor Película Iberoamericana.
Ahora vuelven a dirigir conjuntamente su nueva película, a la que se suma al guion el hermano de Gastón, Andrés Duprat. Competencia Oficial es una comedia delirante y divertida encabezada de nuevo por el actor argentino Óscar Martínez y por los codiciados actores españoles Penélope Cruz y Antonio Banderas. Llegará a la gran pantalla el próximo 25 de febrero, después de haber pasado por los festivales de Venecia, Toronto y San Sebastián con una buena respuesta por parte de la crítica.
LA PELÍCULA
Tras El artista y El hombre de al lado, esta dupla de directores argentinos vuelve a representar el mundo del arte en ‘Competencia oficial’, cuyo título está perfectamente elegido. Por un lado, es el nombre que se otorga en Argentina a la sección oficial de los grandes festivales de cine. Por el otro, hace referencia a la rivalidad constante que se ve palpable entre los dos protagonistas.
El filme comienza con un empresario de éxito cuya última voluntad antes de morir es producir una gran película que consiga otorgarle un buen prestigio a posteriori. No le importa de qué trate ni cuanto presupuesto le suponga, su única condición es contar con un equipo de renombre. Ahí es cuando hacen su acto de presencia Lola Cuevas (Penélope Cruz), una directora bien valorada pero un tanto extravagante, Félix Rivero (Antonio Banderas), una estrella a nivel mundial e Iván Torres (Óscar Martínez), un prestigioso maestro de actores. Siendo tan antagónicos entre ellos, pronto la rivalidad y los egos se hacen presente en escena, algo que Lola utiliza a su favor para generar más tensión a la trama de su película. De esa forma, ambos tendrán que soportar la forma de trabajar y de ser del otro para tratar de sacar la película adelante, tarea que no será fácil.
De esta forma nos encontramos con una película meta-fílmica que muestra desde las profundidades el apasionante mundo del cine, centrándose sobre todo en la etapa de ensayos, en los que Lola va a someter a sus actores a todo tipo de pruebas para, valga la redundancia, ponerles a prueba y conseguir lo máximo de ello. Con esto, Mariano Cohn y Gastón Duprat pretenden realizar una crítica, o si queremos llamarlo análisis, de la industria cinematográfica, de sus límites, de los egos, de la grandilocuencia, de los privilegios… En definitiva, de todo lo que hay detrás del mundo del arte y que siempre se trata de ocultar. Todo ello abordado desde la parodia y con un guion ingenioso y sobresaliente que no hace nada más que sacar carcajadas al espectador, pero sin dejar de lado su parte reflexiva. Un ejemplo de esto lo podemos encontrar en una de las escenas más memorables de la película y que tiene lugar en una sala de teatro donde Lola somete a sus actores a un experimento en el que participan un rollo de papel film, una serie de trofeos y una máquina trituradora. Es un claro ejemplo de crítica hacia la demasiada importancia que se le da a veces a los premios y cómo estos en realidad son un simple objeto que no otorgan a alguien ser un buen actor. O, al contrario. Porque si no te lo dan, no quiere decir que seas un mal actor o profesional. Y sí, está bien que la crítica y los académicos reconozcan a uno por su trabajo, pero nadie debería obsesionarse por ello ni trabajar siendo ese su único fin.
Y ese es el caso de Félix, obsesionado con los seguidores y los reconocimientos en forma de premios. Simplemente actúa por actuar. Lee lo que pone en el guion y si es necesario llorar basta con ponerse una gotas en los ojos. Por su parte, a Iván realmente le mueve actuar, le importa y se implica. Es un actor de método que necesita conocer hasta el pasado de su personaje o pensar en recuerdos tristes de su vida para sentir la emoción de su personaje. Y todas esas diferencias tan abismales entre uno y otro son precisamente lo que provoca mayor comicidad a la historia, aumentada por la personalidad de Lola.
Llegando ya hacia la última parte, Competencia oficial toma un tono diferente más encaminado hacia el drama, aunque sin abandonar del todo la comedia, pues al final resulta ser una broma pesada de Félix, pero que consigue modificar a los personajes y bajarles por un momento a la tierra. Posteriormente, el filme vuelve a dar un giro que funde la ficción con la realidad y se muestra cómo los personajes interpretados por Félix e Iván no son tan diferentes a ellos, pues en definitiva ambas parejas se mueven por el ego, la envidia y la codicia.
A pesar de ser una película considerablemente larga (casi dos horas de duración), no se hace pesada y consigue mantener la atención del público en todo momento. Hay, sin embargo, alguna secuencia suelta que rompe con el ritmo de la película y que puede llegar a desconcertar. Otras, por su parte y, dependiendo de la forma en la que se miren, pueden hacer reír, resultar incómodas o ambas cosas, aunque eso es algo muy propio de los directores argentinos.
ELLOS Y ELLAS
El principal atractivo de Competencia oficial es, sin ninguna duda, sus actores principales. Aun siendo los chicos Almodóvar por excelencia, Antonio Banderas y Penélope Cruz apenas habían coincidido en un film del cineasta manchego ni en ningún otro. Tan solo los vimos juntos en una pequeña secuencia de Los amantes pasajeros. Y ya era hora de que compartieran plano, miradas, diálogos y, por qué no, algún que otro beso. Los dos actores están inmensos en sus personajes y, junto a Óscar Martínez, forman un terceto maravilloso que se complementa a la perfección. Y es de agradecer verlos en un registro más cómico, demostrando una vez más que pueden interpretar cualquier papel que se les ponga por delante. En este caso, los más alocados posibles.
Sin embargo, en el caso de los personajes secundarios, interpretados, entre otros, por Irene Escolar, Manolo Solo y Pilar Castro, quedan eclipsados por los protagonistas, además de que sus papeles son más bien pequeños y no encontramos a ninguno que destaque sobre el resto.
LA SORPRESA
El giro que toma la película al final y cómo “ficción” y “realidad” se funden, pues Félix e Iván se parecen más a sus personajes de lo que parece.
LA SECUENCIA / EL MOMENTO
En esta película hay muchos momentos memorables, pero si nos tuviéramos que quedar con uno ese sería el que tiene lugar al principio, cuando ambos, directora y actores se conocen y empiezan a leer el guion juntos. Pero Lola no se conforma con eso, quiere que sus actores se metan de lleno en sus personajes, y es simplemente maravilloso y divertido cómo tanto Oscar Martínez como Antonio Banderas interpretan a Iván y a Félix y cómo estos a su vez prueban las voces de sus personajes, repitiendo una y otra vez sus frases hasta lograr el resultado deseado por Lola.
TE GUSTARÁ SI…
- Eres aficionado al mundo del cine y te apasiona descubrir sus entresijos.
- Disfrutas del trabajo de Penélope Cruz, Antonio Banderas u Óscar Martínez.
LO MEJOR
- La premisa.
- El guion.
- Las actuaciones de Antonio Banderas, Penélope Cruz y Óscar Martínez.
LO PEOR
- Algunas secuencias inconexas que pueden sacar al espectador de la película.
- Los personajes secundarios se quedan pequeños.