BIBLIOTECA: GIVEN
Nuestros días bailan al son de la música. Es algo que nos acompaña asiduamente y causa un sinfín de sentimientos: nostalgia, tristeza, júbilo, melancolía… Una amalgama sentimental que proviene de un arte que tiene mil rostros, y del que tenemos la potestad de elegir cuál de ellos ver. Penetra en nuestras mentes, pero también en nuestros corazones. Su valor es uno imperecedero, no prescribe por mucho que cambien las técnicas y tendencias; se cobija bajo la fórmula de lo sempiterno. Magnética, hipnótica en ocasiones. Ya temió y sufrió Ulises el canto de las sirenas, esos seres nacidos de la fantasía que, a través de la dulzura y encanto de su voz, atraían a incontables marineros haciéndoles caer bajo el influjo de su don. Un arte que desprende un aroma mágico y que en lugares como Grecia tuvo cierta relación con la divinidad. Íntimamente ligada a la mitología, la música era considerada como algo místico, cuya existencia estaba ligada a Euterpe, una de las nueve Musas que conformaban el séquito de Apolo, el dios inspirador de las artes.
Así como la música fuera un importante pilar dentro de la mitología griega, su valor o peso como eje argumental no se ha pasado por alto a lo largo de los años y de los medios. El trato de la música en ficción puede convertirse en un polvorín emocional capaz de destapar y potenciar el factor humano de la misma. A veces, se disfraza de protagonista; otras, en cambio, prefiere jugar en segunda línea, ceder el protagonismo a quien lo merece y servir solamente de conexión, de unión. El detonante del estruendo. La mecha que se consume y abre paso a desnudos emocionales, a corazones y heridas que se abren y cierran. Lo fortuito del ser humano. Porque a veces solamente hacen falta un conjunto de notas, una breve melodía o un ligero tarareo para que los muros de cuanto conocías se derrumben. Son esa mecha, esa chispa que aviva algo dentro de ti. Que destroza letargos emocionales y remueve entrañas. La música puede tener muchos efectos pero, desde luego, la indiferencia no es uno de ellos. Y así es Given, la obra de Natsuki Kizu que cuenta con la increíble capacidad de sumergirte entre sus cálidos trazos, entre los gestos y miradas de complicidad, de rabia e incertidumbre. Pero, sobre todo, de seducirte a través de una trama que pone el foco en la juventud, en el autodescubrimiento, en la superación de obstáculos y en intentar ser mejores. Porque como decía, la indiferencia no figura dentro del vocabulario de la obra.
Given comienza con un fugaz desconcierto para, rápidamente, ceder el testigo a Uenoyama, un chaval corriente de bachillerato hastiado de la guitarra y el baloncesto, esas aficiones que antaño amaba. La falta de motivación parece ser una constante en la vida del joven, quien no duda en escaquearse de clase siempre que puede para ir a un lugar del colegio donde nunca hay nadie; donde siempre se está tranquilo y alumbra el sol. Sin embargo, un día alguien perturba ese remanso de paz, ese oasis de soledad; Mafuyu, un chico callado con una guitarra siempre bajo el brazo. Varias palabras inocuas y una cuerda rota sientan el precedente de una conexión, de algo mucho mayor. Porque tras escuchar el sonido de su guitarra ya arreglada, Mafuyu solamente puede suplicar a Uenoyama que le enseñe a tocar. Pero cuando Uenoyama le oiga cantar… Algo en lo más profundo de su alma se removerá, se agitará con el mismo estruendo que el de un rayo impactando contra tierra firme.
«Sin yo saberlo, acababa de tocar con mis propias manos una cuerda en su corazón»
A partir de ese punto Uenoyama hará todo lo posible para que Mafuyu se una a su banda. Un pequeño grupo compuesto por tres miembros que, hasta el momento, no contaban con un vocalista y eran una banda puramente instrumental. Mafuyu se postula como esa voz, como esa bocanada de aire fresco y empuje necesario para evolucionar, para crecer como músicos. Haruki Nakayama —bajista— y Akihiko Kaji —batería— son la otra parte del elenco, las otras personalidades que se suman a una obra coral que prima calidad por encima de cantidad. Porque la autora prescinde de poblar el título con multitud de personalidades y evita caer en tratos injustos y disparidades. Moldea unos pocos personajes para potenciar su trasfondo, así como ganar en profundidad y coherencia. Creando una narrativa que apuesta por un relato mucho más íntimo, y donde resulta más fácil conectar con el lector.
Y si hablamos de conexiones, no podría pasar por alto el increíble tacto que la autora tiene a la hora de conectar los diferentes engranajes de Given. La fuerza motriz que hace funcionar la maquinaria emocional: su elenco protagonista. Porque la relación entre Uenoyama y Mafuyu es una que se fragua a fuego lento, con la intensidad y los giros necesarios pero, sobre todo, bien medidos. Es una de tintes orgánicos, donde poco a poco todo fluye, donde la sutilidad impregna las miradas, los gestos y las palabras. Como en cualquier partitura, todo está dispuesto de la manera precisa para que finalmente se produzca la magia. Para que melodía y ritmo permeen a nivel sensitivo. Un trato sobre el papel sobresaliente que también se extiende al resto de personajes. Porque a pesar de estar ante un primer volumen y tener un papel algo más secundario, la presentación de Haruki y Akihiko es sólida, con una proyección que poco o nada tiene que envidiar a la del dúo protagonista. Así, Natsuki Kizu crea una perfecta simbiosis, un conjunto de personalidades cuyo retrato tiene un cariz real, sintiéndose tan cercanos como cálidos. Un lienzo con el que es complicado no sentir cierta empatía, no sentirse identificado con las distintas variedades cromáticas que lo componen.
«Nunca sé cómo tendría que reaccionar»
Natsuki moldea una ficción donde, por el momento, la música desde un punto de vista técnico está lejos de ser un objeto narrativo que explotar. Sin embargo, sí juega con su lado más sensitivo, emocional; juega con los efectos que produce en el ser humano, con todo aquello que transmite. La música como nexo de unión y evolución, como leitmotiv íntimo que empuja a sus personajes a querer conocer más a fondo a los demás, pero también a sí mismos, a crecer y a buscar interacción humana. La autora acude a unas melodías ficticias, explora su lenguaje universal y se convierte en la hábil compositora de una partitura donde continuamente se juega con los detalles de lo implícito y explícito. Convierte a sus protagonistas en esas notas que resuenan con fuerza en los momentos clave, retumbando con garra tras los silencios impuestos; las notas de una partitura mayor, la del destino. Porque en el trato y exposición de los sentimientos es donde brilla Given con luz propia. Es en las sombras tras el adiós de los focos, en los silencios que se extienden tras el alboroto musical, es ahí donde Natsuki Kizu muestra la verdadera alma de la serie, donde sube el volumen de tal forma que hace parecer que los amplificadores sean meros juguetes.
Porque Given no deja de ser un fiel reflejo de la sensibilidad humana: de aquello que callamos por miedo al rechazo; de cómo manifestamos una imagen que no nos corresponde; de lo fácil que resulta perder paulatinamente la motivación o de cómo nuestra personalidad y comportamiento se ven moldeados por los hechos del pasado. Los traumas y miedos que sobrevuelan nuestras —en ocasiones— débiles mentes. También hay espacio para ilustrar el daño que pueden hacer esas palabras cargadas de veneno pronunciadas por terceros, voces que son fruto de la envidia y la toxicidad más humanas. Puñaladas de egoísmo. Pero, mientras la obra pone de manifiesto todos estos temas, también busca la manera de lidiar con ellos, de afrontarlos y sobrepasarlos. Porque aquí no hay espacio para la rendición; si hay problemas de comunicación, Kizu llevará a sus personajes a afrontar dicho problema y a poner de su empeño para mejorar. Demostrará que incluso la motivación perdida puede regresar si se aviva algo dentro de uno mismo, así como también manifestará la necesidad de aligerar pesadas cargas. No librarse totalmente de la asfixia de un legado tal vez demasiado pesado, pero sí contenerlo, aprender a convivir con ello sin que te destruya. Given expresa la necesidad de comprender y aprender. De exteriorizar aquello que nos carcome interiormente. Siendo la música su principal catalizador.
«Mi mundo, que había empezado a girar a toda velocidad… Se detuvo en seco»
Y si este acervo de emociones funciona tan bien sobre el papel es porque la faceta artística de la obra acompasa a la perfección los temas a tratar con un estilo y calidad de dibujo que embelesan. Natsuki Kizu dota a sus personajes de una expresividad envidiable; se sirve de un trazo fino de tintes preciosistas para recrear su particular travesía por la juventud humana, por un viaje que invita a la introspección de la identidad humana. La autora exprime el viraje hacia un sobresaliente nivel de detallismo para poner un especial énfasis en los pequeños detalles, en los gestos que no necesitan mediación de palabra alguna. Su arte es el compañero idóneo para una narrativa que no siente la necesidad de apoyarse continuamente en la presencia de diálogos para narrar, pues se siente increíblemente cómoda en la ausencia de «sonido», en lo implícito. Un trabajo que invita a recordar al de Kaito en Ao no Flag o al de Koshke en Gangsta. Given mantiene una total coherencia entre lo que busca transmitir y el cómo lo hace; incluso se sirve de una faceta cómica muy bien implementada para humanizar más a sus personajes y para rebajar el clima de tensión dramática. En conjunto, se siente en una armonía total.
Given promete postularse como una de las mejores obras del género no sólo por cómo retrata su temática, sino por el realismo que impregna la obra. Kizu reniega de tropos en pos de construir un elenco principal que sorprende por su solidez, trasfondo y una previsible más que notable evolución. Crea personalidades con las que es sencillo empatizar, conectar; pues muchas de sus emociones tienen multitud de nombres y apellidos. La exposición y exploración sentimental se fragua bajo el estruendo musical, un sonido enérgico con el que parece sencillo conectar y soñar. Si el canto de las sirenas de Ulises era un fenómeno irresistible que llevaba a un fin atroz, la musicalidad de Given también es una difícil de ignorar. Aunque su melodía alcanza un cenit de tintes muy distintos al de la epopeya griega.
Cómo es la edición de Given #1
El pasado mes de marzo la editorial asturiana Milky Way Ediciones anunció tres nuevas licencias para 2019. Entre ellas encontramos Given, de Natsuki Kizu. Una obra que actualmente cuenta con cinco tomos recopilatorios en Japón y cuya llegada a nuestro territorio ha supuesto una grata sorpresa, ya que no solo supone una gran apuesta por parte de la editorial sino que además coincide con la llegada de su adaptación animada; una estrategia que apunta a ser una de las duplas de oro de este verano junto a la aclamada Nuestra Salvaje Juventud, de Mari Okada y Nao Emoto. En cuanto a este primer volumen, Given #1 está compuesto por un total de 194 páginas en blanco y negro, la primera de ellas a color. Presenta una edición rústica con sobrecubierta, formato B6 y una dimensión de 13 x 18 cm.
La calidad de los materiales que conforman este tomo es indiscutible, en la línea de este tipo de obras de la editorial. La sobrecubierta imita al máximo a la correspondiente edición japonesa, empleando un material para la misma que emula el kraft, un tipo de papel especial. En cuanto a su diseño, éste presenta un estilo alternativo con el elenco protagonista en blanco y negro, dispuestos sobre un fondo ocre de tonalidad tenue y una cenefa de diseño triangulado con una paleta de colores vivos. A su vez, este diseño acompañará a la obra durante los siguientes volúmenes.
Given #1 salió a la venta el pasado 27 de junio a un precio de 8,50€. Este primer tomo consta de un total de seis capítulos y algún que otro extra por parte de la autora que permiten sumergirse en un drama que sabe conjugar a la perfección los diferentes elementos que lo conforman. Además, como sello exclusivo de la editorial también nos encontraremos dentro de cada tomo un marcapáginas exclusivo, algo que tan sólo se puede conseguir haciendo el pedido de manera directa a Milky Way Ediciones. En cuanto a errores de impresión o diseño no hemos encontrado ninguno. Tanto el entintado como el sangrado y el conjunto de todas las viñetas gozan de una perfecta armonía. Por último, la obra está perfectamente traducida a nuestro idioma cortesía de Judit Moreno (DARUMA Serveis Lingüístics, SL).
Edu Allepuz
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Gracias por la fascinante review de Given! Ame la obra desde el primer momento en que la lei. Espero que mas gente se anime a darle una oportunidad, esta obra realmente lo vale.