El Palomitrón

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MULA

LOS ANTECEDENTES

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La última vez que supimos algo de Clint Eastwood en su labor de director fue cuando nos presentó 15:17 Tren a París. Aquella película, a medio camino entre la recreación documental y el más puro drama propagandístico, no gozó del apoyo de la crítica y tampoco brilló demasiado en taquilla. Antes de eso, más allá de un cameo fugaz en la también suya El francotirador, no sabíamos nada de la labor interpretativa de este titán del celuloide americano desde Golpe de efecto, en la que participaba a las órdenes de Robert Lorenz. Así pues, cuando el mundo del cine recibió la noticia de su práctico solapamiento de filmes, las sensaciones eran encontradas: con su nueva película, Mula, ¿nos encontraríamos con el Clint Eastwood más recalcitrantemente republicano de la última vez o con el Clint Eastwood crítico que se sabe el mejor relator entre la opinión pública y todas sus manchas? Lo único cierto es que en Mula vuelve el Clint director y vuelve el Clint actor, ¿quizá para una última cabalgata?

LA PELÍCULA

En los albores del cine de masas, cuando John Wayne cabalgaba las llanuras más taquilleras y decidía qué era meterse en política y qué no, siempre con fascistoide resultado, el público americano (y mundial) era reacio al ojo crítico. En nuestra era, por suerte, cualquier resumen somero levanta ampollas y el calibre se ha tornado parte indispensable del trato de cualquier temática. Si hablamos de hombres duros, por ejemplo, Clint Eastwood revisó el ideario de una generación entera sobre qué se podía y qué no sentir, en Los puentes de Madison. En Mula, ya sin Meryl Streep, el más sucio de los Harrys se deja la recortada y el poncho en casa y se propone revisar, a su manera, la relación de su patria con las drogas y el narcotráfico.

El resultado, analizando la filmografía del último Eastwood, es sorprendente por varios motivos. Más allá de envolverse en banderas y buscar su público en la masa inceloide, el bueno de Clint se pone frente al espejo no solo a contemplar su carrera, si no que da en el blanco (chiste no intencionado) de la América que se decanta apolítica por aquiescencia. Mula no es tanto una crítica ácida o cínica al establishment en la línea de El vicio del poder (Vice), si no que es más una reflexión sobre la naturaleza intrínseca del problema: si las drogas vienen aquí es porque son la necesidad de alguien de aquí. El velo ante el espejo que pone Eastwood permite extender esta reflexión a la inmigración, al racismo, al control de armas y a cualquier tumor que hasta el más inocente sepa reconocer en la sociedad estadounidense.

Técnicamente, Mula es una reivindicación de lo canónico: hay muchas flores, pero ninguna floritura. Clint Eastwood es capaz de hacer que rodar películas parezca fácil. No hay tiempo para regalos al onanismo ni autoficciones que laman sus heridas, porque Mula es un testamento fílmico de quizás el último gran director de aquello que algunos quisieron encerrar en el Gran Cine Americano. Mula es todo eso y más, en menos de dos horas.

ELLOS Y ELLAS

Muy probablemente, Mula no soportaría un análisis de género en términos de representación cuantitativa, pero sí en un análisis material cualitativo. Dianne Wiest interpreta a un personaje que, en apenas 10 minutos de metraje en total, se roba cada escena junto a un titán del calibre de Eastwood. Por allí también pasa el semblante amable de un siempre correcto Bradley Cooper y un descubrimiento: el joven Ignacio Serricchio, al que recientemente hemos visto en el remake de Perdidos en el espacio.

LA SORPRESA

Puede caer en el cajón de las perogrulladas, pero la mayor sorpresa de Mula es volverse a encontrar con el Clint Eastwood que no da puntadas sin hilo y que mantiene el pulso firme ante un mundo que ya no es el suyo.

LA SECUENCIA/EL MOMENTO

Acercándonos al final del segundo acto, el personaje protagonista se acerca a una pareja de afroamericanos que necesita ayuda en la carretera. El diálogo resume a la perfección qué quería contar Eastwood en su última película.

TE GUSTARÁ SI…

Entiendes Mula como una valiente reivindicación de la autoría desde el cine de masas y una crítica tan sutil que incluso puede quedar inadvertida.

LO MEJOR

  • El pulso firme de Eastwood para hacer gran cine sin grandilocuencia.
  • La química entre Wiest e Eastwood.
  • Las críticas veladas al establishment.
  • Un guion tan sutil como certero.

LO PEOR

  • Quizás el metraje sufrió un recorte tras no entrar en la carrera de premios y algunas tramas secundarias se resienten.

Matías G. Rebolledo

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