LOS AÑOS NUEVOS: VOLVER A VOLVER
Con frenéticos thrillers de gran calado como El Reino, As Bestas o Antidisturbios en el imaginario más reciente, puede llegar a chocar ver el nombre de Rodrigo Sorogoyen como creador de Los años nuevos, la nueva serie de corte romántico (a la par que retrato generacional) de Movistar Plus+. Pero no es ninguna sorpresa en realidad que a Sorogoyen le interesa hablar de la pareja. No hay más que echar la vista atrás, a los inicios de su filmografía, para darse de bruces con ejemplos como Stockholm. En esta ocasión traslada a la pequeña pantalla la relación entre dos personas, Ana (Iria del Río) y Óscar (Francesco Carril) a través del tiempo (10 años, 10 capítulos). La idea original de la serie se le ocurrió al director hace unas cuantas Nocheviejas, pero no es la única cabeza pensante detrás del proyecto; está muy bien flanqueado por el tándem de guionistas Sara Cano–Paula Fabra. La dirección también es un trabajo de tres: Rodrigo Sorogoyen, David Martín de los Santos (La vida era eso) y Sandra Romero (Por donde pasa el silencio).
Tras su paso por el Festival de Venecia, la SEMINCI, y un estreno reducido en cines, Los años nuevos se podrá ver en Movistar a partir del próximo 28 de noviembre. Al menos su primera parte (episodios 1 a 5). Para los cinco restantes habrá que esperar al 12 de diciembre. En El Palomitrón ya hemos podido verlos todos y os contamos nuestras impresiones.
Cumplir años comiendo uvas
Aviso a navegantes: no vais a parar de leer que Los años nuevos es nuestra Trilogía Before / Normal People. No se puede negar que algo de eso hay, sin duda son buenos referentes para hacernos una idea de si somos público objetivo. Pero no sólo nos quedemos con el denominador común de las idas y venidas de una pareja a lo largo de los años. Los años nuevos tiene identidad propia a raudales y uno se da cuenta de eso en cuanto descubre cómo está configurada. A lo largo de una década retomaremos el contacto con Ana y Óscar todos los años, pero siempre será en las mismas fechas: Nochevieja, Año Nuevo, o ambos. Una decisión narrativa de lo más inteligente, pues habrá pocos días señalados en el calendario que den más de sí e inviten a hacer más balance que estos. Más aún cuando la serie nos añade el punto extra de que los protagonistas cumplen años el 31 de diciembre y 1 de enero, respectivamente.
Partiendo de una estructura potente, que la emisión esté programada en dos fases es otro acierto. Según Sorogoyen Los años nuevos se puede entender como dos largometrajes. De hecho es probable que devoréis cada una de las tandas de capítulos del tirón cuando las tengáis al alcance. Existe un punto de inflexión que funciona como bisagra entre primera y segunda parte, pero aunque no lo hubiera se vuelve una actividad bastante adictiva terminar un episodio e ir al siguiente para ver cómo nos encontramos a Ana y Óscar un año después. Que se genere esta intriga es responsabilidad directa de un guion que maneja las elipsis de una manera exquisita. Cada nuevo capítulo aterrizaremos muy poco a poco en el nuevo escenario y, con una sensación muy de “a tiempo real”, a veces habrá que tener un poco de paciencia para ir desentrañando cuál es la nueva dinámica imperante. Además los personajes nos irán brindando pequeñas y orgánicas pinceladas de cómo ha sido el transcurso de los 364 días que no hemos podido ver. Y es que al fin y al cabo, Los años nuevos habla de la pareja (con sus familiares y amigos en órbita) pero también del paso del tiempo. Engancharse a estos personajes implica verlos crecer y con ello asistir a la pervivencia de su relación aunque esta vaya mutando de circunstancias, de etiquetas, de códigos.
Bien, mal, bien…la vida
Ana y Óscar se conocen en fin de año de 2015 estrenando los 30 y llegan al final de la serie entrando en la cuarentena. Transitan esa ardua etapa en la que la adultez es ya irrevocable y toca ir encarrilando la vida en la búsqueda de un ideal de estabilidad. Los años nuevos captura de una forma brillante ese cúmulo de sensaciones, de alegrías y frustraciones, todas ellas vividas desde el foco central del cariño compartido entre dos personas. Como la vida misma, la serie es un vaivén de encuentros, desencuentros, aprendizaje, pérdidas, viajes y mudanzas (saltaremos de Madrid a Berlín, a Lyon), de sobrevivir a una pandemia, de jugar a especular sobre la vida de otras parejas, de desconectar, de reconectar.
Si tuviéramos que describir con una sola palabra Los años nuevos, sería real. Empezando por Iria del Río y Francesco Carril, que no sólo están pletóricos en su naturalidad sino que tienen una química que se siente al otro lado de la pantalla (te los crees como pareja tanto en la esfera pública como en la íntima). Se nota el gusto que han puesto en habitar a Ana y Óscar partiendo de algo tan fundamental como conocerse de tú a tú, de Iria a Francesco. La veracidad que consigue Los años nuevos no extraña si se ahonda en el mimo que se ha puesto hasta el último detalle, incluso en la planificación. Como curiosidad, se rodó en orden cronológico así que de alguna manera estaremos viendo una evolución y un viaje real, desde la primera Nochevieja hasta el final en plano secuencia que termina de redondear la serie.
Seáis más o menos amigos de las ficciones románticas, no la dejéis pasar. Proyectos que lo dejan a uno tan lleno como Los años nuevos no se ven todos los días.
Aitziber Polo