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66SSIFF: EL REINO

LOS ANTECEDENTES

Prevaricación, cohecho, desfalco, malversación de fondos, blanqueo de capitales, evasión fiscal… ¿Nos suena de algo? La trama Gürtel, los papeles de Bárcenas y otra serie de lindezas que han ido saliendo a la luz en los últimos años y han sacudido el panorama político español han servido de documentación e inspiración para construir El reino, de Rodrigo Sorogoyen e Isabel Peña (director y guionista indivisibles desde Stockholm y Que Dios nos perdone).

Hasta ahora, poco más que B, le película, de David Ilundain, se había adentrado en el terreno de los trapos sucios nacionales, teniendo esta tal apego a los hechos que era más cercana al documental. El caso de la cinta de Sorogoyen no podría ser más opuesto. Él y Peña se entrevistaron con Alfredo Pérez Rubalcaba, Cristina Cifuentes o la periodista Ana Pastor, entre otros, para abordar y enriquecer este proyecto. Sus nombres figuran en los créditos de El reino, en la lista de agradecimientos, y sin embargo no hay ni un solo asesor, y ni una sola fuente de inspiración, que no haya sido pasado por el filtro de la ficción para obtener un personaje nuevo que respira de una forma que al espectador se le hará punzantemente familiar.

LA PELÍCULA

En la pasada edición del Festival de San Sebastián se presentó un primer adelanto de El reino. El rodaje estaba recién finalizado, y tuvimos la oportunidad de charlar con Rodrigo Sorogoyen, Isabel Peña y algunos de los protagonistas de la película. Ya por aquel entonces nos matizaban su clara intención de contar esta historia de corrupción desde dentro, poniendo a los propios corruptos como pilares centrales de esta.

Antonio de la Torre es, en medio de todas ellas, la viga maestra. Da vida a Manuel López-Vidal, vicepresidente de un partido autonómico (cuyo nombre han decidido no nombrarnos, dotando al relato de un punto de generalidad y neutralidad digno de aplaudir) que aspira a ascender en el escalafón; mas cualquier atisbo de ello se ve frustrado por la filtración de un escándalo de corrupción.

¿Qué ocurre en estos casos? Que «el poder protege al poder», y su partido se protege a sí mismo, pretendiendo que él pague el pato de las ilegalidades que llevan años cometiendo todos. Dice el personaje de Antonio de la Torre en una de las líneas del maravilloso guion que él no tiene por qué ser la cabeza de turco “porque yo no he hecho nada especial”Esta frase encierra dos ideas que flotan en el aire a lo largo de todo el metraje: la primera, que aquí no se salva ni el apuntador; y la segunda, que todas esas personas que han incurrido en acciones corruptas acaban inmunizándose y creyendo que lo que hacen es normal. Y no solo ellos: en ocasiones también sus familias, que tan pronto pueden ser ajenas a todo el berenjenal como ser satélites plenamente conscientes, que están de acuerdo con estas conductas que les proporcionan un modo de vida que queda perfectamente retratado en los primeros compases de El reino, y que van desde comidas cuya factura probablemente nos asustaríamos de ver hasta paseos en yate como quien los da en coche.

Pero volviendo a De la Torre, su personaje es un hombre a quien le van a hacer una faena, pero una faena merecida. Solo que se la va a hacer gente que también se merece pagar, y él no está dispuesto a caer solo. Morir matando, o «si me hundís, os hundo yo». En torno a este atolladero, Sorogoyen construye un thriller que va acompañado de una banda sonora que incomoda e instala en el espectador la misma sensación de desasosiego que vive el protagonista, alguien que a medida que va avanzando la película, se va acercando al centro de una espiral descontrolada de la que cada vez es más imposible escapar.

ELLOS Y ELLAS

Paradójicamente, Manuel no podría estar más lejos de heredar el reino de su partido, y sin embargo Antonio de la Torre es el rey absoluto de la película. Tiene la virtud, como señala Rodrigo Sorogoyen, de ofrecer el aspecto de hombre corriente que le va como anillo al dedo al papel que interpreta. Que se preparen los Goya, y quién sabe si también la Concha de Plata. Por otro lado, tenemos a Ana Wagener, magnífica como La Ceballos. Cada escena que comparte con De la Torre es oro. Y por último, solo diremos dos palabras: Luis Zahera.

LA SORPRESA

Bárbara Lennie. Y fijaos que le cedemos un apartado para ella solita, fuera del «ellos y ellas». Porque la masterclass de interpretación que da cuando llega la secuencia final (después de pasar toda la película añorando más minutos suyos en pantalla) no es de este mundo, además de soltar una retahíla de verdades que convierten a su personaje instantáneamente en el megáfono de nuestros propios pensamientos: los del pueblo frente a la corrupción.

LA SECUENCIA/EL MOMENTO

Por no desvelar más de la cuenta, pongamos que un corrupto va en busca de otro corrupto para informarle de que le han instalado micrófonos en el despacho. Salen al balcón a hablar por esta misma razón, y el resultado dejamos que lo disfrutéis vosotros mismos. Os descubriréis riendo de pura incredulidad ante la cara tan dura que pueden llegar a tener ciertos individuos.

TE GUSTARÁ SI…

Acabamos antes con «no te gustará si…». No te gustará si te ves reflejado en alguno de los personajes de la película, tanto los que cometen fechorías como quienes las encubren y consienten. Si es tu caso, muy probablemente van a encontrarte las cosquillas.

LO MEJOR

  • Antonio de la Torre, Ana Wagener, Bárbara Lennie, Luis Zahera. Realmente todo el elenco.
  • Guion y dirección: Sorogoyen y Peña han tejido un magnífico thriller cuyo ritmo trepidante no decae en ningún momento.
  • La sutileza con la que, sin necesidad de dar nombres, no dejan títere con cabeza.

LO PEOR

  • Que lo que cuenta El reino esté ocurriendo fuera de la pantalla.

 

Aitziber Polo

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Criminóloga con sueños de directora. Pisé el cine por primera vez a los dos años. Con siete vi cómo un cocodrilo gigante se zampaba una vaca entera de un bocado en Mandíbulas, y empecé a leer a Stephen King (y así me he quedado). Mi película perfecta tendría guión de los Coen, banda sonora de Zimmer + Horner y plotwist made in Shyamalan.