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LO QUE LA TEMPORADA DE PREMIOS NOS DEJÓ

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Cada año, y con esto nos referimos a una tradición casi tan longeva como el amor por el cine, se despierta una locura entre los cinéfilos que empieza a finales de año para terminar a comienzos del marzo siguiente. La temporada de premios cinematográficos hace que, durante casi tres meses, prácticamente muchos no sepan hablar de otra cosa, unos cuantos acaben bastante hartos de escuchar una y otra vez los cientos y cientos de apuestas diferentes y algún que otro despistado ignore totalmente un tiempo en el que, aquellos que amamos el cine casi tanto como el oxígeno, no seamos capaces de centrar nuestra atención en algo que no sean las (muchas) galas de entregas de premios que se suceden a lo largo y ancho del mundo. Lo cierto es que hay celebraciones que, sin duda, muchos habrán pasado por alto y, desgraciadamente, estas al fin y al cabo no constituyen de una forma tan relevante quiénes serán finalmente aquellos que se vayan a sus mansiones con los brazos rebosantes de galardones.

Febrero es el mes en el que los cinéfilos realmente comienzan a sentirse nerviosos, empiezan a hacer listas de forma casi de forma enfermiza por si se pierden algún galardón y, sobre todo, empiezan una maravillosa tradición que supone al mismo tiempo una misión que muchos no serán capaces de llevar a cabo: ver todas las películas nominadas antes de la noche más importante del cine (lean entre líneas, que hablamos de los Oscar). Este objetivo, al final, es la base de lo que nos ocupa y no son pocos los que aprovechan la temporada de premios para presumir de haber visto todas y cada una de las películas nominadas al premio que sea. Si esa es la razón, bienvenida sea. Usted vea cine, el motivo no importa.

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No obstante, y por mucho empeño que haya en darles a los Oscar la importancia que tienen, son las entregas de premios anteriores las que parecen determinar en muchos sentidos lo que ocurrirá en el futuro próximo de los galardones. Fíjense en lo ocurrido este año. Una vez finalizada la temporada en la que prácticamente cada fin de semana aquellos artistas del cine por los que muchos suspiran han de ponerse el esmoquin y casi no les da tiempo a llevarlo a tintorería, no nos queda otra que dar un repaso a aquello que vuelve cada año y que, definitivamente, hacen estos meses fríos más interesantes. Así, los Globos de Oro son los que marcan el inicio de la temporada de premios y los que parecen un indicador de lo que ocurrirá en los Oscar. No es así. No se equivoquen. Cada año queda demostrado que, por supuesto, algunos premios coinciden en ambos eventos, pero evidentemente no supone una garantía de éxito recoger un Globo de Oro para llevarse la estatuilla dorada a casa.

Este año, el mayor ejemplo de este hecho lo encontramos en SYLVESTER STALLONE. Su carrera hacia los Oscar parecía un maravilloso y bien construido camino de baldosas amarillas. Logró irse de la gala de los Globos de Oro con el premio en sus brazos y una ovación del público que pocas veces se había visto en ocasiones como esta. Lo cierto es que su interpretación en CREED: LA LEYENDA DE ROCKY lo merecía. ¿Pero merecía realmente un Oscar? ¿Seguro que estaba predestinado a él? La Academia, evidentemente, pensó que no, que no era su momento, y que volver a buscar a ROCKY para hacer cine quizá fue un error. Y el premio fue a parar a las manos de MARK RYLANCE por EL PUENTE DE LOS ESPÍAS, mientras que el pobre STALLONE evitaba torcer el rostro más de lo que este se lo permite.

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Esta quizá fue la decepción más sonada en cuanto a apuestas, pero lo cierto es que los Globos de Oro trajeron más premiados que en los Oscar iban a ser totalmente ignorados. Ahí tienen a la maravillosa KATE WINSLET, que sí logró el globo dorado pero no la estatuilla. O podemos hablar sin miedo a provocar tirones de pelo de lo que ocurrió con EL RENACIDO. Parecía la película perfecta para llevarse todos los Oscar posibles, en los Globos de Oro logró llevarse el premio a Mejor película dramática y ALEJANDRO GONZÁLEZ IÑÁRRITU se llevó el de Mejor director. Tal como muchos predijeron. Y sí, el director mexicano al que el ego persigue se llevó el premio más codiciado del cine como Mejor director. Pero fue SPOTLIGHT la que finalmente dio esa sorpresa que hizo que más de uno pegase un grito de susto. Esta, amigos, es esa magia de los premios que tanto nos empeñamos en subestimar y que tan maravillosa es.

Pero esto no es únicamente un hecho que se dé exclusivamente entre galardones de un calibre más televisivo como son los Globos de Oro y los Oscar. Fíjense por ejemplo en esos a los que Twitter aporta más visibilidad. Ahí tienen los Premios de la Crítica Cinematográfica, que sí vaticinó de una forma más acertada lo que ocurrió la madrugada del pasado 28 de febrero (con la salvedad de lo que se ha mencionado sobre STALLONE, claro). Ahí, incluso el pequeño y protagonista de selfies más sublime los últimos meses, JACOB TREMBLAY, logró llevarse un premio y seguir haciéndose un hueco entre los actores más adorables desde que QUVENZHANÉ WALLIS apareció en la alfombra roja de los Oscar de 2013 con un bolso con forma de perro que probablemente costaba más que toda la ropa de quien les escribe. Ventajas de ser un niño prodigio.

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Ocurrió con los BAFTA, los premios que entrega la Academia Británica de las Artes Cinematográficas y de la Televisión, uno de esos vaticinios a medias. Es decir, convencidos todos de que EL RENACIDO se llevaría premios de forma indiscriminada, se dio ese hecho que pocas veces se da y que muchos prefieren que no pase con tal de no tener humillantes tachones en sus apuestas: los premios se repartieron tanto que pocos tuvieron el placer de repetir en diferentes categorías. Y, aun con todo, esta lucha de galardones sigue siendo la que más predijo el futuro de los Oscar, salvo en ciertos casos como ocurrió con el de Mejor película o Mejor actriz de reparto. Eso si obviamos las categorías técnicas, por supuesto, porque en lo que se refiere a Mejor película de animación o Mejor documental, no había demasiadas dudas sobre quiénes serían los que presumirían de premio.

En lo que concierne a los Independent Spirit Awards (los premios del cine independiente, para más información), su espíritu limita las nominaciones, lógicamente. No se puede pretender encontrar ciertas películas entre su lista por razones obvias. En este sentido, SPOTLIGHT fue la gran vencedora y consiguió ese reconocimiento que en otras galas no se le concedió. Claro que después llegaron los Oscar y ya saben ustedes quiénes se llevaron el premio gordo a Mejor película. El caso es que las competidoras independientes no estaban a la altura del relato del reportaje que llevó a cabo el Boston Globe y, tal como se esperaba, la película de TOM McCARTHY se llevó todos los premios a los que estaba nominada: cinco en total. De hecho, la larga lista de galardones que SPOTLIGHT ha conseguido es kilométrica.

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Las antesalas de los Oscar, esas ceremonias condenadas a vivir a la sombra de una noche que concentra toda la atención cinematográfica del año, sí son determinantes para el futuro de una película. ¿Lo son para los potenciales galardones a los que aspira dicho largometraje? Unos se empeñarán en afirmar que es así, pero siendo totalmente honestos y dados los dos meses en los que los premios se han ido sucediendo semana tras semana, no queda más que afirmar que hay cierta independencia en lo que a palmarés final se refiere. Y no con ello dejan de existir ciertas injusticias a las que el cinéfilo ha de acostumbrarse. Vean si no el caso de CAROL, esa película a la que tantos buenos presagios se le auguraban y que básicamente pasó desapercibida para quienes tienen el poder de decisión en estos asuntos. Todos los años hay varios largometrajes con una premisa sobresaliente y una ejecución maravillosa que, simplemente, no parecen merecer lo que otros sí.

Ahora que todos los sentimientos encontrados que provocan tantos desfiles por la alfombra roja y tantas ceremonias de premios han terminado, no queda otra que esperar con esa impaciencia con la que solo los verdaderos cinéfilos esperan la llegada de las posibles nominadas al premio que sea del año que viene. Muchos habrán terminado tan hartos que quizá no quieran pisar una sala de cine en varias semanas. Bien, el cinéfilo empedernido, el que nació para consumir cine como si de oxígeno se tratase, no tendrá problema en ocupar las veces que haga falta las butacas que dejan los agotados por tanto bombardeo de las mismas películas una y otra vez. Por ello, no se pongan nerviosos, todo llega. Y cuando los premios vuelvan, será maravilloso.

 

Sheyla López

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