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CRÍTICA: EL PUENTE DE LOS ESPÍAS

 

 

Todas las tragedias de la humanidad se han adaptado a la gran pantalla, pero sin duda donde más hincapié ha hecho la industria cinematográfica ha sido en los tres grandes conflictos que le ha tocado vivir: dos sangrientas Guerras Mundiales y la pesadilla de la Guerra Fría. Mientras que las primeras estaban marcadas por el horror y la barbarie, la otra fue una batalla ideológica y política en la que el intermediario era el miedo a la catástrofe nuclear. Aunque el tema que más ha proliferado en el celuloide ha sido el de la Segunda Guerra Mundial, concretamente con el nazismo (el propio SPIELBERG lo llevaría al cine con su emblemática LA LISTA DE SCHINDLER), el enfrentamiento entre el bloque occidental y el comunista también ha sido objeto de diversas adaptaciones, muchas de ellas llevadas a cabo por grandes cineastas del corte de BILLY WILDER, SIDNEY LUMET o STANLEY KUBRICK.

En el caso de EL PUENTE DE LOS ESPÍAS, STEVEN SPIELBERG da su peculiar versión de la Guerra Fría, con un guion de MATT CHARMAN inspirado en hechos reales, reescrito por los hermanos COEN y con la figura protagonista de TOM HANKS. La película está contextualizada en Estados Unidos entre finales de los años cincuenta y principios de los sesenta, época especialmente tensa entre los dos bloques por la construcción del Muro de Berlín y la crisis de los misiles de Cuba. En medio de todo este enredo, HANKS interpreta a RUDOLF ABEL, un abogado al que le encomiendan representar ante los tribunales a un espía soviético (notable MARK RYLANCE). Después de su éxito ante los jueces, será escogido para hacer de intermediario entre el gobierno estadounidense y el ruso. El motivo: canjear al agente soviético por dos norteamericanos atrapados tras el Telón de Acero.

 

 

Al estar dirigida por un cineasta con tanta trayectoria, la película tiene un ritmo equilibrado, sin demasiada acción y con muchos diálogos, donde lo prioritario son los personajes y la historia. EL PUENTE DE LOS ESPÍAS es un producto de gran calidad, bien dirigido y profundamente clásico a efectos narrativos. Además, la interpretación de TOM HANKS, la estrella por excelencia de la obra, resulta esencial para canalizar la historia. El actor encarna a un padre de familia que cree en los valores y que lucha por la justicia, de ahí que acepte defender en los tribunales a un espía soviético a pesar de toda la carga pública que eso conlleva. Al haber pasado pocos años desde la Caza de Brujas de McCarthy y encontrándose en plena histeria colectiva por la aparente inminencia de un conflicto nuclear, la población odiaba todo lo relacionado con el comunismo. Que un abogado norteamericano decidiese dar representación legal a un enemigo era considerado más un acto de traición que un deber moral.

SPIELBERG también acierta a la hora de recrear una época marcada por la posguerra. Establece una dualidad entre la riqueza y el gran poder adquisitivo de Estados Unidos y la pobreza y la decadencia del bloque comunista. Destacan las escenas de la construcción del Muro de Berlín y toda la segunda parte de la cinta, ubicada en la antigua URSS y en los territorios controlados por la República Democrática Alemana (RDA). El cineasta capta el ambiente de tristeza y hastío de dos países que acababan de salir de la guerra, que tenían un futuro incierto y que, además, habían sido marginados por el bloque occidental. El director de fotografía, el polaco JANUSZ KAMINSKI (LA LISTA DE SCHINDLER, SALVAR AL SOLDADO RYAN), atrapa este sentimiento de desgaste a través de una paleta cromática con colores fríos, donde predominan los grises y el azul oscuro. El uso del vestuario, donde se evidencian grandes diferencias entre la ropa de Abel y los campesinos alemanes y rusos, también remarca el contraste entre los vencedores y los vencidos.

 

 

Sin embargo, si algo se le puede echar en cara a SPIELBERG es el excesivo patriotismo que lastran sus últimas películas. Ya lo demostró con LINCOLN hace tres años, aunque lo lleva arrastrando desde el heroico despliegue de bravuconería de los soldados yanquis en SALVAR AL SOLDADO RYAN. En el caso de EL PUENTE DE LOS ESPÍAS, el director parece buscar que cale la idea de que los norteamericanos son los únicos que luchan por la verdad y que son capaces de arriesgar su vida por defender los valores de la humanidad. Este americanismo desfasado, que ya no cala ni entre los propios estadounidenses, es uno de los pocos errores de la película. Otro es condenar tan descaradamente el comunismo como un mal mayor, injusto y despiadado. La escena en la que el piloto norteamericano es juzgado por un tribunal soviético, con la gigantesca hoz y el martillo de fondo y los tambores retumbando como si se estuviera ante la declaración de guerra de la Estrella de la Muerte, es profundamente demagógica y partidista.

En cualquier caso, hablar de EL PUENTE DE LOS ESPÍAS es hablar de las novelas de espionaje de JOHN LECARRÉ, de la visión hitchcockiana ‘a la americana’ del bloque comunista en CORTINA RASGADA y de las cínicas sátiras de STANLEY KUBRICK y BILLY WILDER: ¿TELÉFONO ROJO? y UNO, DOS, TRES. Esta última referencia se hace evidente en el guion de los COEN, que, además de mostrarse tan sobrios como en NO ES PAÍS PARA VIEJOS, también dejan caer alguna que otra situación cargada de humor negro. En cuanto al caso de Rudolph Abel, es fácil acordarse de FRANK CAPRA y del idealismo virtuoso de JAMES STEWART en CABALLERO SIN ESPADA. Pero sobre todo la película recuerda a la atmósfera sucia y decadente de EL ESPÍA QUE SURGIÓ DEL FRÍO, adaptación de MARTIN RITT de la novela homónima de LeCarré y que probablemente es la obra que más ha influido en SPIELBERG. Precisamente hay dos secuencias que recuerdan a ella: aquella en la que un grupo de jóvenes intenta cruzar el muro y son acribillados a balazos, y la secuencia final, que hace referencia a la maravillosa escena con la que abría la película de RITT, en la que un abrumado RICHARD BURTON esperaba la llegada de un agente infiltrado que cruzaba el Telón de Acero en bicicleta.

En definitiva, EL PUENTE DE LOS ESPÍAS es una película equilibrada, bien interpretada, donde se ve la mano de un cineasta involucrado en contar historias que parecen no interesar ya a la gran industria hollywoodiense. Tiene sus pequeños errores, pero eso no quita que siga siendo uno de los trabajos más redondos de SPIELBERG. Probablemente la veamos en los premios Oscar con alguna nominación a las categorías principales.

 

LO MEJOR:

  • Las interpretaciones de TOM HANKS y MARK RYLANCE.
  • La fotografía de JANUSZ KAMINSKI.
  • Una recreación realista de los territorios controlados por el bloque comunista en plena Guerra Fría.

LO PEOR:

  • Su excesivo patriotismo.
  • Le falta originalidad.

 

David García Maciejewski

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Periodista y crítico de cine. Estudia en UCM. Diplomado en Dirección de Cine y TV por Escuela TAI. Trabaja en Abania Eventos S.L. Colabora en Farrucini y El Palomitrón.