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CRÍTICA: SPOTLIGHT

 

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Se ha llegado a un punto, en lo que a cine se refiere, en el que la elevada dosis de realidad tiende a ser directamente proporcional a la importancia de los hechos que narra la película en cuestión. Esto, por supuesto, en términos generales. A veces, no se trata únicamente de hacer del terriblemente manido basado en hechos reales un elemento indispensable para que una cinta sea, en primer lugar, atrayente. La verdad, o lo que queremos entender como tal, será diferente según aquellos que la propagan. La insistencia en otorgar de objetividad aquello que quizá se torne subjetivo es el problema principal de los largometrajes que emplean lo ocurrido de forma tan libre como difusa. Sin embargo, existen ínfimas circunstancias en las que aquello que se quedó en el pasado es la mejor excusa para llevar una historia al cine. Y más todavía si se trata de construir una trama con lo que resultó un escándalo de proporciones estratosféricas. SPOTLIGHT es, con toda probabilidad, uno de los ejemplos más significativos que se pueden encontrar de excelente traslado de la realidad a la gran pantalla.

 

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En el año 2002, la ciudad de Boston amaneció con un impactante reportaje que revelaba los abusos sexuales a menores por parte de curas de la ciudad a lo largo de varias décadas. THOMAS MCCARTHY, lejos de dirigir un largometraje difuso en el que la investigación pesa más que los propios sucesos, desenmascara la labor de un grupo de periodistas del Boston Globe con el único objetivo de ceder el protagonismo a unos hechos tan deleznables como polémicos. No existe un momento en el que la agilidad del guion no camine paralela a la necesidad de pausar los actos solo por el simple placer de disfrutar del crecimiento exponencial al que se someten las investigaciones. La profesión periodística, aquí, se entiende incluso como un personaje más que sujeta una historia que en ningún momento parece tambalearse. SPOTLIGHT elude la mala costumbre de insertar en cualquier largometraje temáticas ajenas que distraigan al espectador de lo que la gran pantalla quiere ofrecerle. No hay lugar para el romanticismo, la familia, la economía. Ni siquiera habrá una historia de amistad que se cuele sin ningún tipo de sentido en la redacción del Boston Globe. Este es el relato del buen trabajo en equipo, de la colaboración y de la perseverancia en la denuncia de unos actos a los que no se les podrá otorgar ninguna explicación posible.

SPOTLIGHT empuja al periodismo actual a ejercer la labor para la que se concibió, sin maquillar los errores cometidos en el pasado por la publicación que le concierne e ignorar unos hechos que no resultaban tan desconocidos como muchos quisieron creer. No se trata únicamente de una denuncia sistemática contra la Iglesia católica, ni el fortalecimiento de una profesión que algunos se empeñan en condenar al olvido. Lo que MCCARTHY explora aquí es la tenacidad que en el pasado ofreció una fuente inagotable de historias dignas de ser contadas y que, en ocasiones, parece arrinconada. Del mismo modo, la fuerza de los planos a los que somete a los personajes no deja ninguna duda de la sencillez y la sutileza que quiere otorgar a la cinta. Las persecuciones por los pasillos de la clásica redacción a la que el cine nos tiene acostumbrados no se diferencian del periodismo cinematográfico que se dio en el pasado. No hay lugar para la novedad estilística, ni para juegos narrativos que no hagan más que distorsionar el objetivo principal que tiene esta cinta. La misión de SPOTLIGHT está clara desde el inicio y evita perderse en confrontaciones que no tengan ningún valor.

 

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La resurrección cinematográfica de MICHAEL KEATON brilla de nuevo sin ensombrecer al resto del elenco, sin hacer de los demás unos secundarios mediocres. Y aun con todo, MARK RUFFALO no deja escapar la oportunidad de convertirse en el mejor integrante de la unidad de investigación con una fuerza arrolladora y una interpretación que, lejos de resultar contenida, eleva al actor a una categoría superior a la que el pasado no parecía dejarle el hueco que tanto se merece. Sin embargo, resulta imposible obviar la sobresaliente actuación de RACHEL MCADAMS y BRIAN D’ARCY JAMES. Ellos sustentan el peso que los otros dos no son capaces de sostener sobre sus hombros. Cada uno supone una pieza indispensable para la conformación de un grupo periodístico en el que el carisma es la mayor de sus virtudes y en el que la constancia es la característica más relevante.

SPOTLIGHT no está lejos de convertirse en uno de esos filmes que deben proyectarse en las facultades de Ciencias de la Información. Las intenciones que profesa no se limitan a la simple exposición de unos hechos, por muy repudiables que estos resulten. No está destinada a pasar por las salas de cine y ser olvidada tan solo unas semanas después. THOMAS MCCARTHY la concibió para que se anclase en la retina de los espectadores y no desapareciese tan fácilmente. Y, desde luego, lo consigue.

 

 

LO MEJOR:

  • La agilidad del guion.
  • Las interpretaciones protagonistas. Ninguno es más imprescindible que otro.
  • La apariencia clásica que recuerda a otros largometrajes en los que la investigación periodística era el eje central.
  • Supone un recordatorio sobre qué es realmente el periodismo y el valor que este tiene.

LO PEOR:

  • Que los hechos en los que se centran sigan sucediéndose en el presente.

 

 

Sheyla López

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