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LA DEFENSA POR LA LIBERTAD: LA LUCHA DE LA ABOGACÍA POR LA LIBERTAD

Malos tiempos para la lírica, decía Bertolt Brecht frente al nazismo que se apoderaba de su tiempo. Algunos conocimos su poema gracias a Golpes Bajos, grupo de los ochenta que alertaba contra el neoliberalismo que se extendía sin piedad en una España contestona (más que contestataria). Aunque en realidad no hacía más que enfrentarse a las consecuencias anticipadas de su propio relativismo. Las contradicciones de la mal entendida posmodernidad. Malos tiempos para la democracia, podríamos decir ahora que vemos cómo es mitificada para imponer el dogmatismo de la razón (razón que ni nació una ni nació dogmática). Mito y razón, eterna pugna de occidente que no termina de ver la salida en la aceptación de otras racionalidades. La tan manida y necesaria pluralidad.

En este panorama, la película de Pilar Pérez Solano, La defensa, por la libertad, nos devuelve la esperanza en la lucha por unos valores que garanticen la posibilidad de la diferencia. El pasado tiene muchos presentes y ahora se hace más necesario que nunca recurrir a él para reconocernos, no para petrificarlo en la mitificación ni para denostarlo por ajeno.  Como decía Ramón Gaya, al que hace poco el Museo del Prado rindió merecido homenaje, “sin obediencia no hay libertad” y lo que es válido para el arte cuando es vida, es válido para la ley cuando cumple su función de garante de nuestros valores.

No es la primera vez que la directora realiza un retrato épico de esos luchadores que parecen olvidados del imaginario popular. En  Las maestras de la República (Goya a la mejor película documental en 2014) nos ofreció un conmovedor documental sobre un grupo de mujeres que, en palabras de Habermas, encontraron en la coyuntura política republicana un marco propicio en el que “comunidades solidarias” consiguieron dotarse de instrumentos (las leyes) para, desde la acción, enfrentarse al monopolio y el dogmatismo de la todopoderosa Iglesia católica con la firme fe en que la educación, derecho fundamental que debía impartirse desde las premisas del librepensamiento, hace la ciudadanía. 

Ahora, transcurridos los peores años de la dictadura franquista, cuando el régimen, arrastrado por la modernidad tecnócrata y el desarrollismo de finales de los cincuenta, se ve impelido a una apariencia de mínima modernidad política, comienzan a abrirse grietas en el autoritarismo que van a ser aprovechadas. De nuevo la ley es el instrumento para la acción y los abogados sus artífices. Ellos serán los primeros en socavar el sistema desde dentro, con sus propias armas, los resquicios legales que se mueven en los márgenes, y con la unidad de todos, independientemente de su ideología, frente al enemigo común de la dictadura. Su consigna básica, “hay que perder el miedo”. Y su argamasa, el Derecho, la fuerza de la ley escrita que es el “amparo de los desprotegidos”.

 

LA DEFENSA POR LA LIBERTAD

 

La película, basada en el relato de los protagonistas directo a cámara, es un diálogo transversal desde espacios que nos hablan de sus diferencias, pero cuyas palabras están unidas en una vivencia común. Desde ellos se intercalan imágenes de archivo que acercan el pasado al presente. O más allá, hacen del pasado un presente vivo y transformador que nos recuerda que lo que somos es fruto de la lucha atemporal por la libertad. Un bien frágil que nunca llega a materializarse salvo en la lucha misma.

Varios son los hitos que marcan este proceso de socavamiento y que cada uno de los que intervinieron describe desde su vivencia. Desde “Cuadernos para el Diálogo”, revista jurídica fundada por Ruiz-Giménez en 1963, se abre un espacio de transformación que mira hacia las democracias europeas. En ella se reunirán juristas de todas las ideologías, “contrarios, pero nunca enemigos”, que reclaman desde la reflexión una transformación pacífica pero imparable. El secreto de esta connivencia de apariencia contra natura, “no perder las formas”. El objetivo, el bien común a través de la ley y la política; la necesidad de acordar el marco de la discrepancia que no lleve a la destrucción mutua sino al debate constructor que aglutina las diferencias. El primer paso para la futura Transición. 

Dentro de esta actuación generalizada de la abogacía española hay un sector que destaca por su valentía y vanguardia: la acción sindical y de los despachos de abogados laboristas que, bajo la preeminencia del Partido Comunista, sufren el mayor castigo y se atreven siempre en el “un poco más allá”, siempre forzando el límite. Desde el mítico despacho de la calle Cruz 16, de Madrid, María Luisa Suárez, Francisco Romero, Antonio Montesinos… en colaboración con Marcelino Camacho, defenderán a los presos políticos ante el temido Tribunal de Orden Público, el TOP, antecedente de nuestra Audiencia Nacional. Lucharán contra el sindicato vertical en un desafío que en numerosas ocasiones les llevará la cárcel. En este despacho se formaron los más destacados abogados laboristas de la Transición, entre ellos los de la calle Atocha 55 o Cristina Almeida.

 

LA DEFENSA POR LA LIBERTAD

 

Otro espacio de acción será el propio Colegio de Abogados de Madrid donde, a instancia de Peces Barba y otros futuros padres de la Constitución, se consigue abrir un lugar de discusión y debate en el mismo seno institucional. En la Sala de la Virgen, lugar de reunión de los jóvenes abogados, se desafían los límites de la ley. El controvertido Congreso de León pondrá, entre otras cosas, las bases para la futura ley de amnistía de los presos políticos; el proceso de Burgos, contra miembros de ETA, en el que las tornas procesales se invierten (las defensas acusan y los fiscales se ven obligados a defenderse) ante la denuncia de que se siguiera una causa de civiles en un tribunal militar, será para algunos el “golpe mortal al régimen”; el proceso 1001 y el atentado de ETA contra Carrero Blanco… Todos estos episodios son narrados por sus protagonistas que reviven en sus rostros la preocupación y el miedo, la satisfacción y el orgullo. Y, por supuesto, el dolor. Los atentados de Atocha sobrecogen por su crueldad y por su significado. El demoledor silencio del cortejo fúnebre es el máximo exponente de la unión frente a la barbarie. El triunfo de la ley frente a la violencia. Este fue el pacto definitivo que puso, por encima de las diferencias ideológicas, la convivencia y la paz.

Pérez Solano realiza un merecido homenaje a nuestra democracia a través del testimonio de aquellos que, desde el ámbito de la abogacía, la hicieron posible. Reúne las voces de personalidades de la política, el sindicalismo y la abogacía actual como Cristina Almeida, Miquel Roca, Manuela Carmena, Pablo Castellano, Óscar Alzaga, Francisca Sauquillo, entre otros. Cabe destacar el conmovedor testimonio de Alejandro Ruiz-Huerta, superviviente de los atentados de Atocha 55 que, desde la dolorosa serenidad, nos recuerda los nombres de los asesinados.

Pero la película es también un tributo a la ley como garantía de los derechos, límite del poder e instrumento de transformación de un país. Ofrece respuestas ante el falso dilema que se presenta en la actualidad entre Estado de derecho y democracia, tándem indisoluble que sólo tiene movimiento bajo la dirección de la democracia y la fuerza de la ley. Porque sin ley sólo existe el caos y llegados a ese punto, recordando de nuevo a Brecht, “con la barbarie ya no hay negocios que hacer”. 

 

Marina Calvo


CREADORES DE SOMBRAS: ETA Y EL NACIONALISMO VASCO A TRAVÉS DEL CINE

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Alfonso Caro Sánchez (Mánager) Enamorado del cine y de la comunicación. Devorador de cine y firme defensor de este como vehículo de transmisión cultural, paraíso para la introspección e instrumento inmejorable para evadirse de la realidad. Poniendo un poco de orden en este tinglado.