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HOLLYWOOD: LA UTOPÍA MÁS GLAMUROSA DE RYAN MURPHY

Desde hace dos semanas, Hollywood se ha convertido en el estreno más comentado y debatido de Netflix. Ya polarizó a la crítica, y ha sucedido lo mismo con el público, lo que para ser francos, nos ha dado pie a varias reflexiones. Dejada reposar durante estos quince días, para nosotros es un “sí” inamovible aunque no por ello dejamos de entender perfectamente por qué para algunas personas es un “no”.

Todos estaremos de acuerdo en que Hollywood es inesperada, sobre todo viniendo de alguien como Ryan Murphy. Pero más allá de eso, la serie nos presenta una realidad tan diferente a la que conocemos y estamos acostumbrados, que en muchos casos genera duda o incluso incomodidad a lo largo de su visionado. El centro de su discurso se nos hace tan inverosímil porque ni siquiera hoy en día la industria ha abrazado a las minorías de una forma 100% natural. Se está trabajando en ello, y cada vez hay más representación; no obstante no se puede perder de vista que el cine y la televisión, como cualquier medio de masas, atiende a lo que su cliente (el público) quiere ver. Ello lleva a que la presencia de minorías en ciertas ficciones, incluso reimaginando personajes ya preexistentes de un modo distinto, prenda la suspicacia de las tan debatidas cuotas para “contentar”.

Murphy tampoco ha escapado a esas críticas de forzar tramas o personajes, de buscar la conveniencia de las mismas para sus fines. La cuestión es que él no ha tenido que forzar nada, porque gran parte de las tramas y personajes que nos muestra en su último trabajo están basados en personas o eventos reales. No ha tenido que meter minorías con calzador, porque esas minorías existen ahora lo mismo que existían en los años 40. Lo único que ha hecho es soñar con un mundo en el que ellos también pudieron tener su final made in Hollywood. ¿Está eso mal? Si en Érase una vez en Hollywood nos tomamos el revisionismo de Tarantino como un homenaje a Sharon Tate y el final que “debería haber sido”, ¿por qué parece que nos molesta o incluso ofende esta versión no realista y edulcorada de Murphy?

CONSTRUYENDO EL SUEÑO

Aunque este sea un alegato a favor de la serie, ¿estamos diciendo que todo está bien en Hollywood? Por supuesto que no. Cualquiera puede ver que su guión es tramposo para que el demiurgo que es Ryan Murphy pueda manejar las marionetas y el escenario a placer. El caso es que, nos guste más o menos, por encima de todo lo demás, Murphy partía con meta e intenciones claras, y ya nos lo avisaba con el cambio en el guión de Meg (o Peg), que no es sino una metáfora misma de la serie y hacia dónde pretende ir.

Por otro lado hemos constatado que el final de Hollywood es clave para que el espectador decida si compra lo nuevo de Murphy, o si por el contrario le confirma que los siete capítulos que la componen han sido una total pérdida de tiempo. En cualquiera de los dos casos, el final da una falsa sensación de que todo es color de rosa en la serie, cuando no es así. Basta con limpiarse la sobredosis de azúcar de los labios y echar la vista atrás hacia la primera mitad de capítulos. Veremos que el recorrido no ha estado tan carente de obstáculos como recordamos, y que la verdad está ahí a pesar de la evidente distorsión. Para más señas, no está de más revisar las bases reales que ha tomado Hollywood.

El personaje que nos introduce en la Hollywoodland de Ryan Murphy es Jack Castello (David Corenswet), el prototípico joven que desembarca en la tierra de las oportunidades con una maleta rebosante de esperanzas. Galante a la par que vulnerable, representa la idea de actores como Marlon Brando, Montgomery Clift o James Dean.

Camille Washington (Laura Harrier) por su parte, es una prometedora actriz con dificultades para ser tenida en cuenta por ser afroamericana. Su personaje pretende hacer justicia a las actrices Dorothy Dandridge y Lena Horne, quienes a pesar del color de su piel, rechazaron interpretar papeles estereotipados como esclavas, criadas o prostitutas. Dandrige además, fue la primera mujer afroamericana nominada a Mejor Actriz en los Oscar. Ocurrió en 1954 y fue un hito a pesar de no ganar la estatuilla como sí le ocurre a Camille en la ficción. Las similitudes no terminan aquí, pues ambas mantuvieron una relación romántica con un director de cine blanco que las animaba a no aceptar ningún rol que no fuera protagonista. Dicha figura, representada en Hollywood por Raymond Ainsley, aprovecha las raíces filipinas de Darren Criss para demostrar que la discriminación no funciona igual cuando aparentemente “das el pego” como occidental.

A través de secundarias de lujo (Michelle Krusiec y Queen Latifah), Ryan Murphy ha reivindicado a dos actrices reales que también fueron vapuleadas en la industria por el racismo y la segregación. Encarnada en Krusiec, Anna May Wong, actriz oriental que fue condenada a papeles minúsculos y escasillados, por fin ha visto su talento reconocido en igualdad de condiciones. Mientras que la Hattie McDaniel de Queen Latifah ofrece una contraposición realista y agridulce al personaje de Camille, pues la criada de la ¡Señorita Escarlata! en Lo que el viento se llevó fue la primera persona de color en ganar un Oscar, sí, pero a costa de transigir en interpretar papeles estereotipados, y en ocupar las últimas filas o no ser invitada a la premiere de la propia película en la que aparecía.

Y llegamos a la reinterpretación más controversial de la serie, la de un Rock Hudson (Jake Picking) que, al contrario que en su vida real, Ryan Murphy ha reimaginado mostrando abiertamente su homosexualidad en la alfombra roja. El calvario por el que tuvo que pasar en su carrera, al igual que muchos otros actores, se nos plasma a través de la relación con su manager Henry Willson (Jim Parsons), un Harvey Weinstein de la época que lanzaba a jóvenes artistas al estrellato a un alto precio.

No os vamos a engañar, nos encanta ver un universo alternativo en el que Rock Hudson puede vivir sin miedo a ocultarse, igual que nos fascina la licencia de poner a la gran Patti LuPone manejando el cotarro y escuchando la voz de los acallados en un gran estudio de cine. Su personaje, Avis Amberg, está inspirado en Irene Selznick, hija de Louis B Mayer y casada con el productor de cine David O Selznick; y también en Sherry Lansing, la primera mujer en ser nombrada Presidenta de Producción en un estudio hollywoodiense (aunque esto no ocurrió hasta 1980).

Encontramos igualmente satisfactorio que Murphy haya querido tocar la prostitución desde una perspectiva masculina, algo no muy habitual, y que además tiene rigor histórico. El Dreamland que tiene montado Ernie West (Dylan McDermott) en la serie, viene a presentarnos la gasolinera Richfield, regentada por Scotty Bowers, quién relató lo que allí se cocía en su autobiografía Servicio completo: La secreta vida sexual de las estrellas de Hollywood.

Dicho todo esto, retornamos a los “peros”. ¿Exagerada? ¿Superficial? ¿Con gente guapísima? Sí. ¿Pero acaso Hollywood no es, y sobre todo, no ha sido de esta forma?

La vacuidad, la escasez de conflicto…Todo ello es un reflejo del tipo de cine y del tipo de industria que está intentando retratar, el Hollywood que siempre nos han querido vender. El paralelismo alcanza incluso al elenco elegido por Murphy. David Corenswet o Laura Harrier no son los mejores intérpretes del mundo, pero tampoco lo era Rock Hudson como la propia serie saca a colación.

Hollywood está plagada de crueldades y superficialidades que se alejan de la utopía, y plasman la realidad de la época pasada, y en cierta medida, la presente. Donde sigue primando más una cara bonita, hay que pasar por determinados aros para prosperar, o hay que aguantar que se te encasille por el color de tu piel.  Todo esto lo sabemos, y aún con todo, llega el último capítulo y la escena de la ceremonia de los Oscar nos resulta demasiado idílica; parece que hemos olvidado que no hace tanto, se nominaban las dos películas de turno y a la flamante ganadora le faltaba poco para hacer pleno de estatuillas. Tal vez no es que nuestra memoria sea de mecha corta, sino que estos ganadores son los que no nos resultan creíbles. Ryan Murphy lo dijo claro: él no pretendía hacer un biopic. Tomémonoslo como la fábula feel-good que es y disfrutemos de ver a unos determinados personajes triunfando y teniendo en pantalla la oportunidad que se les negó en su momento en la meca del cine.

Aitziber Polo

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Criminóloga con sueños de directora. Pisé el cine por primera vez a los dos años. Con siete vi cómo un cocodrilo gigante se zampaba una vaca entera de un bocado en Mandíbulas, y empecé a leer a Stephen King (y así me he quedado). Mi película perfecta tendría guión de los Coen, banda sonora de Zimmer + Horner y plotwist made in Shyamalan.