El Palomitrón

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2021 CINE ENTREVISTAS REDACTORES

HABLAMOS CON EL DIRECTOR Y REPARTO DE ÉRASE UNA VEZ EN EUSKADI

Tras un año de estrenos en las plataformas más importantes, ya ha llegado por fin el momento de que las películas puedan disfrutarse en la gran pantalla. Y después de una cálida acogida en el Festival de San Sebastián, mañana, día 29 de octubre, llega Érase una vez en Euskadi, la ópera prima del director Manu Gómez. Incapaz de agruparla en un solo género cinematográfico, este filme recorre las calles del País Vasco de los 80 para mostrarnos la vida de cuatro niños de 11 años y la sociedad tan convulsa en la que se encuentran, marcada por el estilo punk, los reproductores de VHS, el auge de ETA y la destrucción de las drogas.

El Palomitrón ya hizo su correspondiente crítica (que puedes recuperar en el siguiente enlace), pero nos quedamos con ganas de conocer más los detalles de esta gran historia. Para ello, tuvimos la suerte y el placer de hablar con su director y parte del reparto (Yon González, Luis Callejo y Marian Álvarez).

MANU GÓMEZ Y YON GONZÁLEZ

En primer lugar, ¿cómo os sentís ante el estreno en salas de Érase una vez en Euskadi, después de tanto tiempo?

M.G.: Estamos expectantes. Ya tuvimos la fortuna de poder vivir esa experiencia en San Sebastián, que fue maravillosa. Pero bueno, ahora es el momento de la verdad, de las salas, de que la gente vaya al cine y vaya a verla. Espero que la disfruten.

Después de varios años como ayudante de dirección, director de cortometrajes y realizador de series, ¿cómo ha sido la experiencia de poder por fin dirigir tu propio largometraje? ¿Con qué retos te has encontrado?

M.G.: Ha sido apasionante. Una experiencia muy bonita, muy particular por las circunstancias en las que la rodamos, en pleno covid. Pero bueno, muy afortunados de tener una película, porque cuando íbamos a arrancar llegó el primer confinamiento y luego cuando nos dejaron un poco de libertad pudimos rodar y terminarla, e inmediatamente después llegó el segundo confinamiento. Así que doblemente satisfecho de tener la película que tenía en la cabeza y de tener una película, sin más. Porque encima con cuatro niños de 11 años protagonistas que, si parábamos, no iban a ser los mismos…

¿Cómo te surgió la idea?

M.G.: Fue un poco la necesidad de volver a esas calles donde crecí y fui tan feliz. Aquellas calles que tenían la particularidad añadida de los años 80, con todo lo que había alrededor en Euskadi: los años más convulsos de ETA, los famosos años del plomo, el punk, la heroína, la llegada del SIDA que arrasó con gran parte de la juventud, no solo en Euskadi, sino también en el resto de España… Y bueno, también la necesidad de eternizar ese momento gracias a la magia del cine, que, al contrario que nosotros, permanecerá eternamente.

Yon, ahora cuéntanos un poco acerca de tu personaje.

Y.G.: Mi personaje es Félix, un chico de padres que emigraron de Andalucía al País Vasco. A pesar de no saber euskera quiere integrarse y defiende de manera férrea unas ideas equivocadas que le llevan al desastre, luchando por una libertad que realmente ya tenía.

¿Y cómo ha sido rodar con tu hermano en la ficción?

Y.G. Pues fue muy bonito, porque lo hace tan bien y te mira tan bien que simplemente es seguirle el juego y sobre todo disfrutarlo. Porque al final, cuanto más disfrutas, mejor es el resultado.   

Manu, con esta película visibilizas la historia de ETA y el efecto de las drogas en los jóvenes, ¿pretendes que sirva de espejo para la sociedad?

M.G.: Sí, sobre todo pretendo volver a contar, para la gente que no vivió o que todavía no había nacido, que aquello existió y que hubo mucha gente que jugó con fuego y terminó quemándose. De alguna forma también contribuye a visibilizar ciertas cosas que ayudarán, espero, a que no se repitan, que no se vuelvan a cometer los mismos errores. Es decir, el cine, como arte o como herramienta para visualizar circunstancias y vivencias, pues también tiene esta particularidad didáctica.

¿Dirías que tu película está dentro del cine quinqui? Porque retrata los mismos temas, como la pobreza, la delincuencia y el impacto de las drogas.

M.G.: No, no. No soy muy amante de los géneros o de poner etiquetas, en concreto a esta película. Porque esta película es un recorrido por una parte muy concreta en la historia de España, del País Vasco, y las circunstancias y el decorado que rodea todo eso pues es el que está en la película. Pero no, no me gusta etiquetar.

¿Alguna anécdota que nos podáis contar del rodaje?

Y.G.: ¿Anécdota? Es que fue todo tan bien, tan rodado, que no hubo nada extraordinario, aparte del momento “¡Corten!” con los niños, que fue tan bonito.

¿Te esperabas el final de tu personaje? ¿O qué pensaste cuando lo leíste?

Y.G.: La verdad es que al leer el guion por primera vez me fui dejando llevar por la historia, y tampoco iba sacando conclusiones. Pero está bien. La verdad es que el final me ha gustado y me gusta mucho que sea así. Aunque no ves a ningún chico malvado y fíjate lo que va a hacer, quitar la vida a otra persona, pero piensa que lo está haciendo bien, que está defendiendo unas ideas que servirán para hacer el bien. Entonces, haciendo su cometido, él piensa que va a liberar a la población vasca.

Manu, tú en la película ya nos muestras un poco, a través de los cuatro protagonistas, cómo fue tu infancia en la Euskadi de los años 80, pero Yon, ¿tú que recuerdos tienes de esa época?

Y.G.: Mi infancia, respecto a la película, tiene mucho que ver. Porque Mondragón es el pueblo de Manu y es donde se rodó la película. Y Vergara es un pueblecito que está al lado y es donde yo viví. Entonces, recuerdo esa tensión en la gente, las pelotas de goma que aparecen en la película, ese banco quemado… Todo eso también estaba cuando yo era pequeño. De hecho, recuerdo a un compañero de kárate, muy simpático, pero que dejó de venir, y era porque le habían metido en la cárcel por ser de ETA. O sea que la película es totalmente un retrato realista, desde la realidad que se vivió en una etapa en concreto.

¿Cómo creéis que va a reaccionar el público cuando la vea?

Y.G.: Yo sé que va a reaccionar muy bien, porque la respuesta de los que la han podido ver ha sido perfecta.

M.G.: Yo no espero nada, simplemente que se emocionen, que disfruten, que pasen un buen rato y que vean y que descubran que existió una Euskadi así, donde la emigración vivía un poco al margen de lo que todos los noticiarios y las televisiones lamentablemente mostraban, con problemas que iban más allá de la liberación de Euskadi.  

Por último, para finalizar, intentad convencer al espectador para que vaya al cine a ver Érase una vez en Euskadi.

MG.: Yo les diría que vayan al cine en general, porque las películas se hacen para que la gente las vea y que, bueno, que hagan un recorrido a través de estos cuatro niños por la Euskadi de los 80.

LUIS CALLEJO Y MARIAN ÁLVAREZ

En primer lugar, ¿cómo estáis ante el estreno en salas de Érase una vez en Euskadi, después de tanto tiempo?

L.C.: Súper ilusionados.   

M.A.: Con muchas ganas de que se vea ya por fin. Porque las pelis al final las haces para compartirlas. Y así dejan de ser tuyas.

L.C.: Y luego las plataformas están bien porque las puedes ver en tu casa, pero que se estrenen en las salas de cine ahora mismo es todo un reto, y estamos deseando que la gente vaya a verla, la verdad.

¿Qué nos podéis contar de la película y de vuestros personajes?

L.C.: Marian y yo somos marido y mujer y somos inmigrantes de origen granadino. Vivimos en el País Vasco y tenemos un niño que se llama Marcos (Asier Flores). El conflicto que tenemos nosotros en la película es básicamente que el niño quiere ser ciclista, se le da muy mal, le quieren echar del equipo…

M.A.: Y nosotros intentamos que no sufra, básicamente.

L.C.: Eso es. Queremos protegerle.

M.A.: Y la película cuenta la historia de cuatro familias que emigran a un sitio concreto, que es el País Vasco, e intentan vivir en esa sociedad que para ellos es un poco marciana, porque el contexto es muy convulso y el año 85 muy complicado en Euskadi. Intentando sobrevivir día a día, con sus dramas, con sus anhelos…

¿Cómo ha sido compartir en el rodaje tantos momentos con los niños y en especial con Asier?

M.A.: Muy bien. Es curioso, porque es una pregunta muy recurrente, como si fuese algo raro trabajar con niños. Pero son unos cracks, súper profesionales y lo han hecho increíble. Se nota en la película, además. Y han hecho cuatro personajes maravillosos. Por ejemplo, el actor que interpreta a Toni no tiene nada que ver con su personaje. También es cierto que Manu, el director, ha hecho un trabajo con ellos brutal, pero vamos, que han sido unos compañeros más. Como si me preguntas cómo ha sido trabajar con María Isasi. Pues maravilloso. Son igual de profesionales. Por otro lado, rodar con niños mola porque te hace estar muy alerta, muy atento a lo que hacen, tienen esa libertad maravillosa que uno pierde cuando pasan los años. Ese arrojo. Ese no pensar tanto. Y es muy bonito de ver.

¿Alguna anécdota que recordéis del rodaje?

L.C.: (risas). Esta es una pregunta clásica, pero es que luego nunca te acuerdas de ninguna.

M.A.: Claro. O sea, nosotros grabamos en Mondragón, donde transcurre la acción, y como era casi al poco de que nos desconfinaran, éramos un grupo burbuja, viviendo todos en el mismo hotel y con el equipo técnico, algo que no suele pasar. Y fue un poco como campamento. Cenábamos y comíamos juntos y se generó algo como muy de familia. Pero, así como anécdota…

L.C.: Algo que pensé y que me sorprendió fue lo poco que llovía en el País Vasco. Era una cosa que se comentaba, ¿te acuerdas?

M.A.: Es verdad. Estaban regando las calles y llegó una niña y dijo: “¿Pero por qué regáis? Y contestaron: “Como se supone que aquí llueve mucho”. Y soltó: ¡Pero si aquí no llueve nunca! (risas).

Algo que me impactó mucho fue el final de tu personaje Marian, porque no me lo esperaba. ¿Cómo reaccionasteis vosotros al leer el guion?

M.A.: Eso le pasa a mucha gente. Porque hay personajes que van hacia un lugar trágico y, de alguna manera, se lo están buscando. Pero claro, los accidentes pasan y también se tienen que contar. Es cierto que los cuatro personajes tienen pérdidas, aunque en el caso de Paquito su pérdida es el amor, que igual es más llevadero. Pero es cierto que eso les une y por eso creo que es importante ese final. Entiendo que sea controvertido.

Mario Casas recibió muchas críticas por su acento andaluz en Adiós. En esta película vosotros también interpretáis a una pareja andaluza, aunque no lo seáis. ¿Cómo esperáis que reaccione el público?

M.A.: Espero que no nos critiquen mucho, porque… (risas)

L.C.: Pues yo espero que hablen muchísimo, porque será que la han visto.

M.A.: Es verdad que el acento de Granada es muy complicado, he de decir a nuestro favor.

L.C.: Todos los acentos son complicados. Es fácil para el que vive allí.

M.A.: Pero a lo que voy es que el acento de Granada es muy específico de una provincia concreta. Y no estamos tan acostumbrados a escucharlo. Pero oye, digan lo que digan, nosotros nos lo hemos trabajado bastante.

L.C.: Sobre todo lo hemos hecho con todo el amor. A partir de ahí, quien se sienta ofendido… ¿Para qué estamos? Para que nos critiquen, o nos alaben también. Es lo que hay.

M.A.: Da un poco de miedo cuando te enfrentas a algo así. Yo lo único que espero es que los personajes lleguen tanto, que el acento sea lo de menos. Porque al final lo importante no es la forma, sino lo que has querido contar y de la forma que lo has querido contar, y si el mensaje llega o no. Entonces, espero que sea así. Que me critiquen por el acento y no por mi interpretación (risas).

¿Qué recordáis vosotros de los años 80? ¿Se os removió algo de vuestra infancia al grabar esta película?

L.C.: Sí, claro. En los 80 yo estaba en las nubes (risas). Pues recuerdo el Mundial del 82, un desastre.

M.A.: Sí. Yo en el 85 tenía 7 años, todavía muy pequeña. Pero mi infancia fue muy feliz. Entonces los 80 los recuerdo muy bonitos. Ahora lo piensas y te pones a indagar, y estaba ETA, estaban las drogas… Pero mi punto de vista y mi mirada hacia esos años han sido maravillosos. Y me lo pasaba muy bien. Y jugaba en la calle y estaba todo el día en la bici, cosa que me encantaría que mis hijos hicieran y lo veo complicado por todos los peligros que hay ahora… Pero sobre todo recuerdo que era muy callejera.

L.C.: Todo era sota, caballo y rey.

M.A.: Pero tampoco necesitabas más.

L.C.: Y tampoco lo pedías mucho.

Para terminar, si podéis recomendar la película en pocas palabras

L.C.: Pues que es una peli muy bonita, muy emotiva, es emocionante, que no es lo mismo, entretenida, y te hace llorar y reír. En definitiva, te hace pasar un buen rato para el espíritu.

M.A.: Yo creo que no se van a arrepentir de verla.

L.C.: Es para público familiar desde los 12 años. Con tener la edad de los actores protagonistas…

M.A.: Y los de 11. Y los de 10.

L.C.: Bueno, es que ahora los de 10 son la leche. En realidad, que vaya a verla todo el mundo. 

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