CRÍTICA: QUIÉN LO IMPIDE
ANTECEDENTES
Jonás Trueba es el director de Todas las canciones hablan de mí (2010), por la que fue nominado al Goya a Mejor Director Novel, Los ilusos (2013), Los exiliados románticos (2015), La reconquista (2016) y La virgen de agosto (2019), película que le ha dado reconocimiento internacional.
Ahora vuelve a las salas de cine con Quién lo impide después de su paso por el Festival de San Sebastián, donde logró alzarse con la Concha de Plata a la mejor interpretación secundaria para todo el reparto y el premio Feroz Zinemaldia. La película, un híbrido entre documental y ficción, abarca un período de cinco años de distintas vidas adolescentes. Durante este tiempo, el concepto se ha ido transformando hasta llegar a este montaje final.
LA PELÍCULA
Quién lo impide es una película enorme. No solamente por su duración (3 horas y 40 minutos, incluyendo dos intermedios de cinco minutos), sino, sobre todo, por la ambición de su propuesta: representar a la juventud española. Jonás Trueba recula y deja hablar a los chavales, dejando que sean éstos los que moldeen el proyecto a su manera. Aquí, el director se limita a registrar, por lo que una gran parte de la cinta son entrevistas a chicos y chicas de distintos centros educativos de Madrid, en las que nos cuentan algunos de sus problemas: el bullying que sufrieron por su aspecto físico, sus inquietudes ideológicas (¿mi pensamiento político me pertenece a mí o viene determinado por el de mis padres?), o el miedo a la soledad y el futuro.
Jonás sigue la pista a distintos adolescentes, no sólo durante su vida en el instituto sino también fuera de él, de forma que acudimos a momentos importantes para ellos, como su primer beso o su primera calada. Nos colamos en su habitación mientras cantan delante del espejo o en una noche de fiesta en la que juegan al “Yo nunca”. Quién lo impide supone el registro de un trozo de su vida, de una forma tan genuina que sirve como representación no sólo de una gran parte de las nuevas generaciones, sino también de momentos más o menos históricos del país, como las manifestaciones contra la LOMCE.
Uno de los motivos por los que la película se siente tan auténtica es que incluso hay planos en los que se cuela una cámara o la pértiga de sonido, alejándose de cualquier tipo de artificio. No hay focos ni platós, sólo una cámara y un micrófono. Si en La virgen de agosto (Jonás Trueba, 2019) la ciudad está viva, esta vez no es diferente. De esta forma tenemos la sensación de estar presenciando un momento único: no hay guion, no hay escenas que repetir. Vemos lo que sucedió tal y como sucedió.
A pesar de esto, el filme se mueve constantemente entre el documental y la ficción, ya que hay escenas que se notan preparadas y que cuentan con una voz en off, lo que refuerza la sensación de que estamos viendo una película. Esto encierra la que quizás sea la idea más bonita del filme: todos somos personajes de ficción, protagonistas de nuestro propio coming-of-age.
Quién lo impide no es sólo un documento de sus problemas, temores y ambiciones, también lo es de la evolución de sus relaciones y carácter, de su forma de vestir y hablar. De su energía. Más que una película es un espejo, un álbum de fotos. Porque esas dudas, ganas y expresiones no son sólo suyas: son nuestras.
ELLAS Y ELLOS
Son el pilar sobre el que se sostiene la película. Muestran una naturalidad y energía que ya le gustaría a la mayoría de actores profesionales.
LA SORPRESA
La parte de ficción, sorprendentemente bien acoplada a la parte documental.
LA SECUENCIA/EL MOMENTO
El concierto final, cuando los protagonistas se reúnen a celebrar que la película ha acabado.
TE GUSTARÁ SI…
Si te interesa conocer las opiniones y problemas de la juventud de hoy en día pero, sobre todo, si has nacido en la década de los 90 o principios de los 2000.
LO MEJOR
- Todos y cada uno de los chicos y chicas que aparecen en la película.
LO PEOR
- Que su larga duración pueda hacer que mucha gente no le dé una oportunidad.
Alejandro Pazó