MUGEN NO JŪNIN: UNA EPOPEYA DE LO SEMPITERNO
Fue en el siglo XVII cuando se inició el periodo Edo en Japón; época en la que nos debemos situar históricamente para afrontar una de las historias que no solo definen a través de sus líneas cómo fue dicha era para los habitantes del país del sol naciente, sino que lo hará a través de una de las cuatro clases sociales existentes, los guerreros bushi —shogunes, daimyos y samuráis—. A veces es complicado volver al pasado, pero en esta ocasión tenemos la oportunidad de hacerlo a través de la obra de Hiroaki Samura, concretamente a través de su segunda adaptación animada. Pues la primera que corría a cargo de Bee Train no tuvo una grata acogida y sus resultados fueron bastante pésimos, algo que se corresponde principalmente a la longitud de la adaptación y al material existente por aquel entonces. Actualmente la obra original ya está acabada y el nuevo estudio que debuta con ella en pantalla —Liden Films— ha prometido adaptar la totalidad de ésta; un reto que sin duda estudiaremos con lupa pues agrupar un total de 30 volúmenes en 24 episodios puede suponer una tarea, cuanto menos, intrincada.
De esta forma, Liden Films salta hasta nosotros con un producto que promete ser mejor que todos sus antecesores; un producto que además se ha clasificado como ONA para poder contar con una apuesta más efectiva frente a la censura, algo que por el momento no se ha visto perjudicado y nos ha dejado con algunas de las secuencias más cruentas de la temporada, e incluso del año. Hace unos meses podíamos hablar del camino de samurái que emprendía Hyakkimaru en la obra de Tezuka, pero ahora nos situamos ante dos nuevas vertientes definidas por dos de los personajes más carismáticos de la parrilla televisiva: Manji el inmortal y la joven Rin Asano. Samura supo definir dos estandartes para conducir poco a poco su historia, y es gracias al encuentro de éstos como da inicio La Espada del Inmortal. Una epopeya de la vida que nos dotará del dolor necesario para entender a sus personajes, pero también de la luz necesaria para que no decaigamos ante cada nuevo episodio. Es cierto que no nos situamos ante una historia fácil de afrontar, y mucho menos si valoramos la acritud que se quiere exponer ante ella, pero al mismo tiempo debemos saber apreciar la perspectiva ante la que se plantea la vida, y por descontado, la muerte o la ausencia manifiesta de ésta.
Partitura de sueños
Mi nombre es Manji. Desde hace muchos años me persigue la muerte, pero hasta ahora nunca ha logrado vencerme. Maté a más de cien de mis hombres, incluido el marido de mi hermana; una masacre que todavía no he logrado borrar de mi memoria, pero tampoco de mi propia piel. Pues tras esa centena de asesinatos, tuve que presenciar aquello que me lleva hasta mi actual posición: la muerte de mi hermana. Un suceso que me hizo adentrarme en un camino que haría que nunca abandonase la espada hasta matar a mil bandidos. Mil almas que no tienen cabida alguna en este mundo, un lugar que, siendo sinceros, tampoco es para mí; pero será a través de mi inmortalidad y sus desmedidos caminos como pondré fin a este camino determinado por la venganza y el odio. Un sentimiento que me hizo renacer para morir a cambio de un letargo tranquilo y en paz conmigo mismo.
Vagar matando es mi sino; pero un día esas muertes cobraron algo más de sentido cuando se presentó ante mí la joven Rin Asano. Una muchacha cuyos deseos de venganza superaban con creces a los míos aunque no pudiera demostrármelo desde un principio. Rin pidió mis servicios como guardaespaldas para que le ayudase a combatir a los Ittō-ryū, aquellos quienes pusieron una cruz en toda su familia y la abandonaron sin un objetivo más allá que el del propio resarcimiento. La muchacha había practicado el arte de la espada demostrando su valía hacia ella, pero aunque el manejo sea ecuánime no es suficiente para vencer a dicho clan; uno de los más poderosos de la época cuyo objetivo se centraba en unir todas las disciplinas de lucha en una sola. Un grupo de personas que pondrían en entredicho la vida de Rin y, a partir de ahora, la mía; pues tras un breve periodo de tiempo acepté ser aquel que protegiese su vida. Una vida que vale mucho más que la mía y cuyo fin podría ayudarme a vencer a esos mil bandidos que necesito matar para, de una vez por todas, desprenderme de esta vida llena de tormentos, amargura y oscuridad. Una luz llamada Rin Asano ha logrado encender una llama interna en mí, una llama que apunta a estar junto a mi difunta hermana, una llama que puede devolverme aquello que durante tantos años he intentado erradicar. La inmortalidad no es el camino de la felicidad, es el periplo de redención que he escogido para librar en silencio la batalla de mi propia vida.
Camino de fuego, sangre y espadas
Por mucho que lo deseemos,
nuestras cadenas no se rompen.
Por mucho que lo deseemos,
no logramos dominar a las tigresas.
Aceptemos y veneremos a nuestros antepasados que se encuentran más allá,
donde no hay luz.
La Espada del Inmortal es una historia repleta de matices y particularidades que residen en aspectos de decoro o tachados como prescindibles, pero si hay uno que no podemos obviar en ninguno de los compases de su viaje es ese matiz que define a la propia obra: sus personajes. Pocas obras no tienen como sujeto principal a aquellos que le dan forma y voz, pero en esta ocasión además de dotarle de sonido y vida, los personajes creados por Hiroaki Samura se postulan como nuevas figuras a las cuales odiar o admirar. Figuras muy bien definidas cuyos objetivos y caminos vitales los convertirán en el auténtico peso de la historia. Un peso que desequilibra la balanza más de lo esperado y que nos sitúa ante la silueta de múltiples fratricidas.
El primero de ellos es el ya mencionado Manji, un personaje cuyo camino de venganza en pos de la muerte de su hermana le dotará de la fuerza necesaria para eliminar a todas aquellas almas que a causa de sus actos han dejado de tener la oportunidad de respirar. Almas que, bajo su propio juicio, absorberán parte de su pecado y le ayudarán a limpiar esa estela de oscuridad que le impregna tras matar a más de cien de sus hombres. Así, el camino de Manji se convierte en uno repleto de dolor y sufrimiento que, desde una postura de lo más natural y embriagadora, nos sitúa ante un ser inmortal cuyas dosis de mortalidad son mayores que las de un humano cualquiera. ¿Y por qué sucede esto? Básicamente porque Samura quiso crear un personaje muerto en vida que rezumase humanidad constantemente. Una persona que sirviera de espejo de muchos de nosotros y que, a pesar de contar con una inmortalidad ficticia, representa el cruel —pero auténtico hecho— de vivir por vivir. Un personaje que define al propio ser humano y la ficticia inmortalidad que supone seguir adelante sin nada a lo que aspirar. Es cruento si lo analizas, pero su creador no titubeó en crear dicha sombra para, al mismo tiempo, contemplar la el rayo que le iluminaría.
Un rayo que, en esta ocasión, recibe el nombre de Rin Asano. Hija de un samurái líder de la escuela Mutenichi-ryū que emprende su camino vital en base a la venganza por la muerte de su padre; una muerte propinada por Kagehisa Anotsu, líder de los Ittō-ryū y voz activa de una corriente que busca unificar todas las disciplinas de lucha en una sola; una corriente que va, totalmente en contra, de aquello que defendía el difunto padre de Rin. Una tendencia que pretendía erradicar aquello creado en tiempos pretéritos para alzarse como un nuevo movimiento que seguir y defender. Una vez fijado su objetivo y creado el punto de partida, la joven decide prepararse para luchar contra ellos, pero no sin antes seguir el consejo de una conocida anciana que le servirá para contar con un protector inmortal para hacer frente a uno de los clanes más peligrosos de todo Japón. De esta forma, conseguirá asentar su camino junto al de Manji para emprender ambos un viaje que saciará los intereses de ambos y, al mismo tiempo, retroalimentará ese vacío que tantos años había figurado como compañero diario.
La dupla protagonista ya está sellada; pero ésta no tendría razón de ser sin Kagehisa Anotsu. Líder de los Ittō-ryū, asesino del padre de Rin y principal fuente de revolución entre los clanes de lucha japoneses. Un personaje increíblemente bien definido desde sus primeros compases cuyo objetivo no le hace temblar en ningún momento. Tanto él como su grupo representan aquello por lo que más teme nuestra protagonista, pero será su temible puesta en escena y su sosiego en cada una de las secuencias lo que lo convertirá en un villano impecable dispuesto a morir si la causa lo merece. Un personaje que funciona como contrapunto de la dupla protagonista y que hará de ésta una fuerza constante en la obra. De esta forma, Samura crea un trío que se complementa en todas y cada de sus vertientes y hace de ellas un nuevo punto bajo el que luchar por aquello en lo que cada personaje cree. Es cierto que Manji es transportado hasta aquí por Rin, pero la condición de dichas personas es justo la que él necesita erradicar para hallar su descanso absoluto. De esta forma el elenco de la obra funciona cual reloj suizo, y a pesar de encontrarnos con multitud de manillas por el camino en forma de enemigo o fábula para el recuerdo, será el conjunto de todo ello lo que hará de La Espada del Inmortal una obra a la cual regresar siempre que se necesite un espacio para reflexionar. Un lugar que asola vida y muerte a partes iguales y no duda en afirmar que tal extensión también llega a nosotros.
El latido de la oscuridad
Es fácil pensar que el camino que emprende La Espada del Inmortal tiene un punto final fácil de alcanzar; pero no es así, y los compases de la obra de Samura nos lo demuestran con cada uno de sus episodios. Capítulos repletos de aflicción que, una vez acabados, nos dejan una sensación única de haber presenciado uno de los senderos de nuestra propia vida —aunque nosotros no poseamos armas, katanas o dagas envenedadas—. El propio periplo que nos hace emprender el autor en su historia es uno muy relacionado con el camino vital de todos los seres humanos, un camino que en algunas ocasiones veremos venganza, y en otros, redención. Una transición que se puede reflejar a la perfección en cada uno de sus personajes y las pequeñas historias que nos irán contando para componer la partitura final. Porque La Espada del Inmortal posee algo único; desde un primer momento sabes el fin de cada uno de sus personajes unido a sus propósitos y situación para con la vida, pero serán los propios momentos del día a día y los obstáculos surgidos lo que protagonizará realmente la obra. Una que tiene espacio para la lucha y el diálogo pero también para el tan temido silencio.
Desde sus primeras líneas, la obra nos deja claro cuál es su mensaje y qué pretende hacer con cada una de sus figuras. Sabe presentar realmente bien el escenario sobre el cual nos situaremos. Y además lo endulza todo mediante un tono sosegado y mitigado que hace de ésta una historia para poner pausa a tu vida durante los veinte minutos que dura aproximadamente cada capítulo; una pausa que te acabará doliendo, pero que también te enseñará un devenir sellado por la propia muerte. Luchar contra aquello carente de vida parece tarea inútil, pero en esta ocasión Manji encuentra, a través de Rin, un motivo real para poder cumplir su misión para su propio sino y ayudar a otra alma perdida en el camino tortuoso que supone la vida. Porque ante todo, la obra de Samura nos antepone a la realidad más imperial de todas: la vida es un camino lleno de dolor y congoja, y en ocasiones, tras las espinas diarias aparece una rosa que iluminará ese ser que se esconde en tu interior para seguir un poco más. Una rosa que ahora tiene nombre, una espina que ya está sellada.
Quizá seguir el camino de Manji no sea la aventura que todos estamos buscando, por eso creo que hay que saber exactamente ante qué tipo de historia nos encontramos y si estamos preparados para afrontarla; pues su realidad posee demasiados matices los cuales extrapolar y poder situar tu persona entre sus malvadas espinas. Aunque si hablamos de caminos, es inevitable pensar en el seguido por Liden Films (Houkago Saikoro Club) en esta ocasión. Uno que ha optado por dejar de lado la censura, apostar por mostrar la realidad más obscena y dejarnos con la auténtica esencia de la obra original. Hasta el momento su recorrido ha sido prácticamente excelente. Pese a alterar algunos sucesos en relación a la obra homónima, su tarea para con la adaptación de la historia de Hiroaki Samura está siendo exquisita e intimista a partes iguales. No solo han acertado con la paleta de colores empleada y el ritmo seguido en cada uno de sus episodios, sino que han sabido acompasar todo con una banda sonora a cargo de Youji Shimizu y Eiko Ishibashi que denota el empeño de la producción en contar con un producto a la altura del original con ansias de superar los intentos fallidos de un pasado. Probablemente en algún momento la adaptación rompa sus cadenas frente a la obra homónima e interprete su propio camino, algo que personalmente espero que consiga realizar de una forma más que correcta; pues es impensable que siga este ritmo y alcance el final con tan sólo 24 episodios. Veremos cómo prosigue, cómo consigue amansar las turbias aguas bañadas de sangre y muerte; pero ante todo espero que no tiznen un producto que han conseguido dotarle de la vida necesaria a pesar de que sea la muerte quien protagonice cada una de sus secuencias.
Como la arena, como el pelo azabache,
la desesperación de una mariposa que trata de cruzar el mar.
Al revolotear por el cielo mientras repliega su tristeza.
Ahora la nostalgia solo es un suelo… el fin…
Marisol Navarro
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