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EN CONTRA: HOMBRE MUERTO NO SABE VIVIR

LOS ANTECEDENTES

Hombre muerto no sabe vivir se estrena en la sección oficial de largometrajes a concurso del Festival de Málaga la próxima semana. Ezekiel Montes es el director de la cinta, además de productor y guionista malagueño con numerosos cortometrajes a sus espaldas y amplia experiencia en el sector audiovisual. Debuta en la pantalla grande con esta propuesta de cine negro a la española en la costa de Andalucía, que ha contado entre su reparto con la presencia de actores de la talla de Rubén Ochandiano, Paco Tous o Jesús Castro.

LA PELÍCULA

Hombre muerto no sabe vivir nos traslada a la Costa del Sol durante el período de la crisis del ladrillo, que ha puesto en jaque también a la industria del narcotráfico. Tano, es la cabeza de operaciones de todo el negocio de Manuel, un empresario de la construcción en el ocaso de su vida, que durante una época controlaba toda la ciudad, al más puro estilo Jesús Gil. Ahora su hijo busca heredar la empresa y el negocio de las drogas, y jubilar forzosamente a su padre. Tano tendrá que enfrentarse a un cambio generacional y a una nueva forma de resolver los problemas.

La trama comienza de manera muy canónica, con el protagonista sentado en una barra de bar fumando, con una voz en off que recuerda tiempos mejores a través de flashbacks. Lo que en un principio podría resultar ocurrente, acaba por hacerse repetitivo, pues el cliché se alarga desde el inicio de la cinta hasta los créditos. La imagen del mafioso atormentado en una ciudad violenta, a la búsqueda de un atisbo de humanidad que ni siquiera él mismo ya posee, no es algo novedoso ni original en los tiempos que corren.

La película busca mostrar la violencia intrínseca en el ser humano, que no existe la misericordia ni el perdón en el mundo de los narcos, y que todo se mueve por intereses y mentiras. Esta propuesta deriva que todos los personajes terminen por adoptar el mismo rol. Personajes prototípicos que al final de la historia solo disparan de manera indiscriminada y después preguntan. Todos poseen los mismos rasgos de matones. No hay una valoración acerca de la moralidad ni nada que se le parezca, ni ningún esfuerzo porque el espectador empatice con ninguno de los personajes. El director escribe las líneas del protagonista, Tano, intentando guiar al espectador por el camino del perdón y la redención hacia el personaje, dejando entrever que es un buen tipo envuelto en un mundo poco conveniente, pero este acto se queda solo en un intento.

El tema de tratar la violencia sin reservas, aunque no es rompedor, podría ser interesante. Sin embargo, los matones no sólo son crueles, sino poco prácticos, pues asesinan a todos los que le caen mal independientemente del contexto o la situación. La violencia sin justificación consigue el efecto contrario, deshumanizar al espectador haciendo que a la tercera muerte que ve en pantalla ya quede inmunizado para las que vendrán después.

Los personajes femeninos quedan relegados a meras herramientas en el desarrollo de la historia, encontramos la figura típica de la mujer mártir que se refugia en las faldas de un hombre fuerte y experimentado. Las mujeres en la trama son maltratadas y abusadas, pero no sólo como resultado del rechazo del mundo masculino de narcos en el que han crecido. Podría haber sido una buena oportunidad para ahondar un poco en la realidad del machismo en la sociedad gitana en Andalucía, pero es un aspecto que se trata de puntillas y de manera superficial. Las mujeres dentro de la película únicamente tienen un papel pasivo, convirtiéndose más en un estorbo para que los malos cumplan sus planes y una doncella en apuros para que los buenos impidan que éstos lo consigan.

Por otra parte, la estructura de la película es simple, aunque funciona. Sin embargo, no presenta un crecimiento interesante. No encontramos giros sorprendentes ni nada que nos empuje a seguir visionándola más que por pura curiosidad. La trama gira en torno a introducir o no una nueva droga en la ciudad, de la que no sabemos nada ni ninguno de los personajes parece saber nada. Es un recurso que ni siquiera funciona a modo de Macguffin, simplemente es una información no relevante para el desarrollo de la historia.

Para continuar, en el panorama actual es de agradecer que cada vez lleguen a las pantallas películas españolas con sello de identidad propio: vasco, gallego, catalán, andaluz, etc. Hombre muerto no sabe vivir trata con una comicidad el contexto andaluz en el que se encuentra la película, pensamos que para otorgarle realismo, relegándolo a familias de gitanos y utilizando el flamenco como banda sonora de muchas escenas. Encontramos el ejemplo de obras destacables dentro del cine policíaco y de las drogas que tienen Andalucía como telón de fondo, como El niño de Daniel Monzón, o Adiós de Paco Cabezas, o Galicia como Quién a hierro mata, de Paco Plaza. Películas que revindican las raíces sin necesidad de forzar tópicos sin ninguna profundidad y ridiculizar o parodiar ciertos comportamientos, que pueden llegar incluso a ser de mal gusto.

La película encuentra sus fallas más graves a nivel técnico. No es ningún secreto que estamos ante una película de bajo presupuesto. No es ningún crimen intentar desarrollar una película de calidad con presupuesto mínimo, de hecho, es algo muy elogiable y aplaudible. Sin embargo, parece que al director no le importe evidenciar sus carencias en cada uno de los planos. Es tal el efecto que cuesta entender si es un thriller convencional o nos estamos acercando al terreno de la serie B.

En este thriller las escenas de acción y los tiroteos deberían brillar, sin embargo, la planificación de estas secuencias es caótica y torpe. No se sabe hacia dónde miran los personajes, cómo se sitúan en el espacio o a qué disparan ni cómo, con coreografías que rozan lo absurdo y filmadas de manera amateur. Con un montaje tedioso en tiroteos que se alargan más de lo necesario.

Encontramos numerosos fallos de raccord en maquillaje e iluminaciones. Actrices con una herida de la que en la siguiente escena ya se han curado. Y efectos especiales tan falsos que rozan el chiste, tanto digitales como en set, en los que la sangre salta a la cámara de manera forzosa. Los actores se encuentran maquillados con prótesis desproporcionadas que desfiguran sus caras o sus miembros a causa de heridas de bala o golpes, que generan una sensación grotesca y desagradable. Una sensación conseguida y efectiva, pero que no deja de ser una parodia todo el tiempo.

Aunque sea una película low-cost pueden tenerse ciertas garantías. El director y productor del film relega la espectacularidad de la dirección de fotografía introduciendo tomas con dron y alguna con grúa para introducir planos aéreos de la ciudad a modo de inserto. Además, encontramos una fotografía sin absolutamente ninguna sensibilidad ni sutileza, que no suma a la narrativa de la cinta, sino que resta. Se utiliza un lenguaje más propio del telefilm que del cine, que no aporta nada a generar una atmósfera propicia y la cámara simplemente funciona para que los actores se paseen delante con las luces para iluminarles las caras. El máximo mensaje que se transmite con la fotografía es el uso del contraluz en alguna escena más dramática.

El director se escuda en la típica frase de “no es una película para todos los públicos”. Si Ezekiel Montes busca quedarse con nosotros haciendo una película de serie B que sea una parodia del cine negro americano ambientado la costa de Andalucía ha conseguido su objetivo con creces. Si su objetivo es crear un thriller intenso, emocionante y profundo que haga reflexionar sobre la violencia del ser humano y la maldad del mundo, en nuestro caso no consigue el objetivo y se queda bastante lejos.

ELLOS Y ELLAS

Para ser justos, no existe nada que pueda recriminársele los actores de este thriller. Son los encargados de rescatar esta obra y están tan inmensos como el guion les permite. En primera línea encontramos la interpretación del villano, encarnado por un magnífico Rubén Ochandiano que aporta autenticidad al conjunto, en un papel que le permite jugar y lucirse para nuestro deleite, mostrando una cara que no estamos acostumbrados a ver. Tras esto la interpretación de Paco Tous brilla con luz propia como resultado de su amplísima experiencia, aunque su papel quede relegado a un mero secundario. Otros actores como Jesús Castro o Nancho Novo estiran con soltura su interpretación tanto como su papel les permite. El protagonista, Tano, encarnado por Antonio Dechent se pierde en estereotipos del género, y sentimos que la propia naturaleza del personaje no apoya a que el actor pueda ofrecernos más matices o generar un carisma a la altura. Encontramos la sorpresa en Elena Martínez, una joven que ha pasado desapercibida y que enriquece la pantalla cada vez que aparece en escena, a la que nos gustaría ver pronto en producciones más grandes y papeles más importantes.

LA SECUENCIA/EL MOMENTO

La escena de Rubén Ochandiano con las prostitutas. Una de las escenas dónde el actor se da rienda suelta y demuestra de lo que es capaz.

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Disfrutas del cine nacional de serie B

LO MEJOR

  • El reparto y sus interpretaciones, con especial atención a Rubén Ochandiano y Paco Tous

LO PEOR

  • La dirección

Pablo Sánchez

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