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Crítica final de The Promised Neverland destacada - El Palomitrón
ANIME / MANGA CRÍTICAS REDACTORES

THE PROMISED NEVERLAND S2: NO HAY LUGAR PARA LAS PROMESAS

Hace poco más de dos años hablaba sobre el camino que estaba tomando CloverWorks en la primera temporada de The Promised Neverland. La adaptación no estuvo exenta de errores, por supuesto, pero a pesar de tomar decisiones creativas que molestaron a una parte del público que demandaba mayor fidelidad respecto al material original, lo cierto es que el estudio japonés realizó un trabajo notable. Mamoru Kanbe, director de ambas temporadas, prescindió de muchas de las líneas de diálogo del original, asumiendo la respectiva pérdida en caracterización y trasfondo de algunos de sus personajes, además de acelerar y/o suprimir ciertos pasajes. Aun con todo, Kanbe y su equipo lograron que el arco de Grace Field House sirviera como una muy buena puerta de entrada para todo aquel que desconociera el manga de Kaiu Shirai y Posuka Demizu. Porque tal y como yo mismo comentaba en dicha crítica, el concepto de buena adaptación no tiene porqué estar reñido con el hecho de desviarse del material original. 

Ahora, con la segunda y última temporada de la serie ya finalizada, resulta bastante complicado mantener esa opinión. Inexplicablemente, CloverWorks ha tomado la decisión de destrozar The Promised Neverland; de olvidarse completamente del worldbuilding de la obra, de los momentos más memorables de la misma, de desdibujar a ciertos personajes y arruinar una historia que, a pesar de perder fuelle en los últimos arcos del manga, era de lo más interesante en publicación de la Weekly Shônen Jump. Para tratar de abordar un desastre que recuerda a casos flagrantes como el de Pierrot con Tokyo Ghoul, intentaré repasar los errores más evidentes, sin poder evitar llevar a cabo comparaciones con el trabajo conjunto de Shirai y Demizu. Por lo tanto, a partir de aquí, este artículo contiene destripes argumentales de ambos productos.   

Crítica final de The Promised Neverland Mujika - El Palomitrón

Aparecen los primeros fantasmas

Esta segunda temporada arrancaba inmediatamente tras los hechos que llevaron al grupo de huérfanos de Grace Field House a traspasar los muros de su prisión y desafiar su propio destino. En esos primeros compases todavía no se le podía achacar mucho al estudio, pero ya se empezaban a notar las costuras. El tratamiento de los primeros duelos con los demonios dejaba cierto amargo gusto, cierta mediocridad; y es que ahora es fácil ver que en CloverWorks no estaban preparados para salir de aquel orfanato. Me explico. Kanbe supo manejarse favorablemente en aquel entorno acotado, entre la dualidad de aquellas estancias, los secretos y los libros firmados por W. Minerva. El primer arco narrativo del manga es puro suspense, un thriller que juega inteligentemente sus cartas con un plantel en continuo desafío. 

Es una auténtica partida de ajedrez humana con reminiscencias a Death Note y su duelo de intelectos —de ahí también que se tildara a The Promised Neverland como su heredera—. Sin embargo, una vez los huérfanos salen del nido de edulcorada esclavitud la obra se transforma por completo. Shirai deja de lado la fórmula del thriller de misterio y abraza la fantasía y la acción como nuevos activos para moldear su narrativa. Adscribiéndose a la fórmula del shônen, The Promised Neverland deja atrás cualquier evocación al trabajo de Takeshi Obata y Tsugumi Ohba, notándose esto sobre todo a partir de Goldy Pond; arco narrativo del que, por cierto, CloverWorks pasa de largo como si no existiese. Como si la cosa no fuera con ellos, obvian todo lo que aquí sucede, del mismo modo que lo hace con todas sus implicaciones y ramificaciones.  

Crítica final de The Promised Neverland protagonistas - El Palomitrón

CloverWorks respeta la introducción y las figuras de Mujika y Sonju, pero como toma la decisión de dar carpetazo a la serie con 11 episodios, ni siquiera es capaz de sembrar la trama de los siete muros a través de la conversación entre Mujika y Emma. Conversación que tiene lugar tras la entrega del colgante y que se antoja vital de cara al desarrollo del final del manga, ya que la búsqueda de los siete muros tiene que ver con la reescritura de la promesa y con deidades que aguardan tras juegos oníricos. Supongo que era demasiado para procesar, así que el estudio toma la brillante decisión de «adaptar» esto en el último episodio a través de un par de frames estáticos totalmente fútiles para todo aquel que no haya leído el manga. Pero vayamos por partes.

Supresión acelerada de contenido

Como decía, tras el primer arco, The Promised Neverland no solo cambia radicalmente de género, sino que su mundo no deja de expandirse. Una vez lanzada a su vertiente más fantástica, la narrativa de la obra comienza a nutrirse progresivamente de píldoras de información que, aun en pequeñas dosis, se antojan cruciales de cara al propio desarrollo y a la solidez del worldbuilding. La llegada de los protagonistas al refugio que figura en las coordenadas que seguían es un punto crucial dentro de la obra por todo lo que viene después: la distinción entre clases de demonios, la aparición y presentación de la aristocracia demoníaca, el éxito de la rebelión conjunta de niños y niñas de diversas granjas en el coto de caza de Goldy Pond, la historia y el destino de James Ratri (William Minerva) y el clan Ratri, el entrenamiento militar de los huérfanos, el desarrollo de Emma como personaje, las pistas en torno a la posibilidad de que Norman estuviera vivo  —a través de las palabras de Adam—, las figuras de Yugo y Lucas, o la nueva información acerca de los siete muros son algunos de los puntos más reseñables que trata el material original y que CloverWorks suprime por completo.

Crítica final de The Promised Neverland reencuentro - El Palomitrón

Estos y otros sucesos delimitan un marco ficcional donde el tiempo pasa —hay un salto temporal de más de un año— y los personajes aprenden, maduran y se fortalecen. La obra se preocupa en hacer creer a cualquier lector que ese grupo tan variado de jóvenes podría ser capaz, de verdad, de cambiar las cosas. El estudio ya avisó que a partir del cuarto capítulo de la adaptación se incluiría material completamente original supervisado por el propio Kaiu Shirai, pero era inconcebible llegar a pensar que en un único episodio se omitiría una cuarta parte de la obra original para tomar una serie de cobardes atajos y meterse de lleno en otro de los puntos más criticables de la dirección de la producción: el reencuentro entre Emma, Ray y Norman. Un acontecimiento que se debería haber cocinado a fuego lento y colmado de intimidad se torna en una auténtica chapuza que tiene lugar en un callejón cualquiera de una aldea cualquiera de demonios. Se trata de un encuentro frío, sin un ápice de emotividad y donde no se aprecia ningún cambio físico en los personajes. Parece como si, literalmente, hubieran estado tres días sin verse, y lo peor es que, en el caso de Norman, todos pensaban que había muerto. 

Aquí los cambios estéticos guardan un papel más importante del que podría parecer, pues el manga se esfuerza en que Norman sea el vivo retrato de James Ratri (William Minerva). Norman se alza como el heredero de la voluntad de James Ratri. Emplea todos los últimos recursos de éste y sus últimos ayudantes con tal de lograr su particular misión: rescatar a los huérfanos de las granjas y llevar a cabo un genocidio demoníaco. CloverWorks se queda con esto último, con la idea del genocidio, pero presenta al genio de Grace Field House como alguien que es poco más que el líder de una banda de matones de patio de colegio. Mientras en el material original libera, recluta y da refugio a multitud de huérfanos, firma acuerdos con antiguos y exiliados nobles demoníacos y apunta directamente al seno del problema y razón de ser del sistema de granjas, la monarquía, en el anime se limita a envenenar a los habitantes de una aldea para transformarles en criaturas salvajes desprovistas de raciocinio para que se den caza entre ellas.   

El papel de Norman y ¿la monarquía?

Si bien CloverWorks explica que la razón por la que los demonios comen carne humana reside en que, si dejan de hacerlo, pierden tanto su fisonomía como la capacidad de habla y raciocinio —aquí surge un interesante potencial debate en torno a la identidad que no se aprovecha en ninguno de los dos formatos—, no incluye en la ecuación el elemento de la monarquía. Son las altas esferas de la sociedad demoníaca las que controlan al pueblo por medio del suministro de comida —con la consecuente separación entre comida «premium» y «procesada», además de establecer una serie de analogías respecto a nuestra sociedad actual— y las encargadas de erradicar cualquier vestigio relacionado con el poder de la sangre de Mujika. Y es que si el pueblo descubriera que bebiendo dicha sangre podrían dejar de comer carne humana sin padecer efectos nocivos, la realeza tendría los días contados. La producción prescinde de prácticamente todo el conjunto explicativo para quedarse en lo más básico y dar rienda suelta a la estrategia extremista de Norman: hacer que los demonios se devoren entre ellos. Canibalismo. Las diferencias entre Emma y Norman son más que obvias, y mientras una trata de encontrar a Mujika y hallar una vía pacífica con la que poder regresar al mundo humano, el otro arremete contra el que considera el vil enemigo porque, entre otras cosas, tampoco dispone de mucho más tiempo porque se está muriendo.

Es su último tributo, su legado para el resto de huérfanos. Dicha revelación sucede en el manga tras acabar la cruenta batalla contra la reina de los demonios y arrasar con la capital real. Es un arco donde se empiezan a ver las costuras y ciertas prisas por parte del autor, pero que, al menos, guarda cierta coherencia con sus personajes y se preocupa en construir momentos más o menos creíbles. CloverWorks suprime cualquier componente monárquico y opta por plantar las semillas del genocidio en un poblado cualquiera. Entre el caos, un anciano y una pequeña demonio llamada Emma —llegados a este punto ya no había vergüenza alguna— son las figuras que le hacen abrir los ojos a Norman y preguntarse que, igual, lo que está haciendo no está del todo bien. Entonces llegan Emma y Ray, y tiene lugar la confesión e intento de redención de Norman. El mensaje de la escena es el mismo en ambos formatos, pero es muy difícil no desconectar y tomarse en serio una escena carente de sustancia y donde el poder de la amistad pretende salvarlo todo —esto último, al menos, también protagoniza las páginas del material original.

Crítica final de The Promised Neverland Norman - El Palomitrón

En redes empezó a circular la noticia de que el nombre de los guionistas de esta segunda iteración dejó de aparecer en los créditos de los últimos dos capítulos de la producción. Al margen de comprender qué clase de problemas internos han tenido en CloverWorks, este hecho tampoco sorprende en exceso, más teniendo en cuenta una pueril calidad de los guiones que alcanza cotas máximas en las últimas entregas. Unas que perfilan el final al descubrirse que Grace Field House esconde el camino que conecta con el mundo humano. Pero, ¿cómo infiltrarse e irrumpir en una inexpugnable fortaleza que no les espera precisamente con los brazos abiertos? Hay que matizar que en este punto de la adaptación, Mujika está encargándose de salvar a todos sus compatriotas afectados, y que el grupo de huérfanos no deja de ser una diezmada porción sin equipamiento ni entrenamiento suficiente como para plantearse algo así. Sin embargo, exagerada conveniencia de guion mediante, se hacen con los planos de las instalaciones para trazar un plan y, además, descubren que la enfermedad de Norman y sus compañeros de Lambda tiene cura. El impacto narrativo de la previa confesión de Norman desaparece por completo.

Destrozando los ritmos y «la promesa»

En líneas generales, la última entrega de la serie roza el absurdo constantemente; llega a la meta, sí, pero a qué coste. Prescinde de prácticamente todas las tramas que dan sentido a un final que ya de por sí es mediocre en el manga original, pero que aquí se torna en un verdadero sinsentido. La reintroducción de un personaje desdibujado como el de Isabella, la inclusión de un Peter Ratri que ejerce de narrador de una historia que a estas alturas ni siquiera importa, o el hecho de que la conexión entre ambos mundos renuncie del componente fantástico de la promesa hacen que la antesala del final de la serie se antoje como algo inconexo y anticlimático. Pero lo que realmente es anticlimático y vergonzoso son las formas con la que el estudio aborda el respectivo final. CloverWorks sintetiza la carga argumental de algunos arcos por los que ha pasado de refilón, o que ha obviado por completo, a través de distintos frames estáticos que pretenden funcionar a modo de tirita. Sin duda, una decisión creativa poco menos que insultante, sobre todo para todos aquellos que no han pasado por la obra original y que ahora ven, sin apenas explicaciones, a la realeza, una sucesión en el trono o un extraño dragón que acompaña a un dios demonio. CloverWorks termina reformulando la promesa que tanto quería llevar a cabo Emma, pero ¿qué promesa? En ningún momento se ha preocupado por abordar este tema.

Crítica final de The Promised Neverland final - El Palomitrón

Como comentaba anteriormente, creo que CloverWorks no estaba preparada para asumir todo lo que la obra de Shirai y Demizu abría y exploraba tras los hechos del primer arco argumental. La adaptación de The Promised Neverland llega a su fin bajo una dirección cobarde, torpe y un guion que insulta a la inteligencia del espectador reiteradamente. Es una producción sin alma que arroja al vacío el potencial que atesoraba al comienzo. Y a pesar de que la obra original pierde fuelle y toma decisiones muy cuestionables en los últimos arcos argumentales, es una lectura muy disfrutable hasta cierto punto.

No trato de buscar culpables, más teniendo en cuenta que no podemos saber qué grado de implicación tenía Shirai con el proyecto, los tiempos de producción o el presupuesto del mismo. Al fin y al cabo, los empleados hacen lo que pueden con lo que tienen, y bajo unas condiciones laborales paupérrimas. Por otro lado, los proyectos de Horimiya y Wonder Egg Priority —ambos estrenados también en primavera— también deben haber influido en los recursos disponibles del estudio. Nunca sabremos si adaptando todo el material la producción hubiera salido mejor parada, pero lo que sí es seguro es que será recordada como uno de los peores proyectos de los últimos años. Si valoráis vuestro tiempo, os hacéis un flaco favor viendo esto. Id al manga.

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Intento de muchas cosas y una de las piezas que hacen funcionar la sección manganime. Ávido lector de manga, enamorado de la tinta y de la tragedia de Sui Ishida. Firme defensor de la industria como arte y la abolición de estúpidas etiquetas.