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MY NEXT LIFE AS VILLAINESS: REENCARNARSE NUNCA HA SIDO FÁCIL

¿Llegas a un nuevo mundo y obtienes poderes espectaculares? Soy fan. Obras como Fushigi Yugi y Twelve Kingdoms (la nostalgia me obliga a hablar de ella como Els Dotze Regnes) marcaron un precedente del que ha sido difícil escapar. Y es que el isekai resulta de un juego inteligente de fantasía; uno que permite cruzar mundos y establecer conflictos que van mucho más allá de la realidad de un espacio único.

Sin embargo, el isekai necesita también de leyes y particularidades propias para funcionar con coherencia y de alguna manera el clásico concepto del recién llegado con poderes inimaginables suena a simple excusa para omitir estas necesidades y, con ello, afianzar su narrativa sin necesidad de complejidades futuras. Por este mismo motivo, obras como That Time I Got Reincarnated as a Slime o Sí, soy una araña consiguen brillar en su aparente excentricidad, al plantear situaciones más bien cómicas pero demostrando luego un importante juego de conceptos y posibilidades. Un punto que reverencia My Next Life as a Villainess: All Routes Lead to Doom! con una puesta en escena que da una nueva vuelta al género tal y como se representa.

Rompiendo con los clásicos

Y es que de entre todas las ramas de lo que conocemos como “reencarnar en otro mundo” la que hace referencia a hacerlo en un título MMORPG es, posiblemente, la peor estructurada. Tendemos a reducirlo todo al papel del protagonista, incluso a esa tendencia del “solo player” que muestran obras tan reconocidas como Sword Art Online o The Rising of the Shield Hero, que juegan en contra de los conceptos que plantean este tipo de obras. Y, por este mismo motivo, My Next Life as a Villainess: All Routes Lead to Doom! destaca por jugar a contracorriente.

El concepto abraza la simplicidad pero a su vez resulta un increíble alarde de originalidad. Y es que Catarina Claes es el objeto de reencarnación de nuestra protagonista; la villana de un título otome con las únicas posibilidades de acabar cayendo ante la espada de sus protagonistas o exiliada de su propio país, tras servir las veces de punto disruptivo en la obra, cumpliendo su papel como villana en lo que es, al fin y al cabo, un simulador de citas digital. Un destino al que, como su propio título indica, deberá enfrentarse su protagonista.

Con estas, la obra cambia por completo el entramado del género al que representa, trasladando la acción y el fin a un espacio nuevo y sorprendente, al que consigue adaptarse con gran facilidad, dominándolo y cambiando la forma en la que se escribe. Una obra que se sostiene sobre la comedia y el sentimiento más tierno mientras su apertura se presenta con una ominosa entrada y la idea de «luchar contra un destino inevitable».

Apostando por su elenco principal

Catarina, la protagonista de la obra, se ha ganado ya el apodo de “Bakarina” entre los seguidores de la novela ligera original. Un término que se ajusta a la perfección al entramado que propone la serie, apostando todos sus puntos a sus personajes y doblando esta apuesta sobre su protagonista. Y es que My Next Life as a Villainess es, en esencia, un estudio de personajes. Son cliché, sí, pero es un movimiento astuto al tratarse de un título otome, donde resulta importante que los personajes guarden características humanas definidas, que ayuden a los jugadores y jugadoras a identificarse con ellos.

Sin embargo, Catarina sobrepasa todos esos límites, rompe su papel como villana y se convierte en el contrapunto que debería identificarse con la verdadera protagonista de su obra. El suyo es un plan despiadado y edificado, no solo sobre sus conocimientos de Fortune Lover, sino también sobre sus propios conocimientos del mundo real — un punto importante del género al que no muchas obras consiguen hacerse. Cumple, por lo tanto, el papel de este “poder especial” que tanto se identifica con el isekai pero que se ve completamente alterado para casar con la estructura de la obra.

El resultado no podría ser menos importante, y es que ayuda a definir el resto de personajes de la obra. El príncipe Geordo mantiene su compromiso con la protagonista, mientras que su hermano gemelo (antes abatido por el complejo de inferioridad) encuentra su potencial en la música. Keith, por ejemplo, termina siendo el hermano pequeño y protector de Catarina, cuando su destino era el de convertirse en un chico reprimido y con peligrosos poderes mágicos a causa del maltrato de la misma. Otro ejemplo similar —y uno de los más destacables— es el de Sophia que, marginada por su extraña apariencia, acaba siendo rescatada por Catarina, abriendo las puertas del que ya se conoce como un harem bisexual y que ofrece a la obra cualquier potencial del que pudiese carecer antes.

Todo esto se encuentra aderezado, una vez más, por el destacable papel de la protagonista y su forma de romper con el amenazante y ominoso tono de la obra. Escenas como la de la misma abatiendo una puerta abajo a golpes de hacha para hablar con su hermano o la de usar juguetes para asustar al que no solo resulta ser su prometido, sino que es también el futuro gobernante del reino, únicamente para contentar a su hermano gemelo, son pequeñas muestras del potencial de una obra que apenas ha mostrado su primera mano.

Cambiando las reglas del juego

My Next Life as a Villainess es una de las mayores representantes del subgénero en cuestión y Silver Link ha logrado, en tan solo tres capítulos, una introducción tan poderosa como funcional al conflicto que se supone en la misma. Si bien, no se trata de una obra para los seguidores de la animación más puntera, el uso de la misma ayuda a definir sus parámetros y la paleta de colores brilla con intensidad en cada fotograma de la obra, adornándola en todo momento.

Una obra que, de nuevo funciona a través de sus personajes. Catarina es la mayor muestra de ello, con un perfecto papel por parte de Maaya Uchida, encargada de darle voz y vida al personaje. Sin embargo, dista de ser la única y lo cierto es que el salto temporal que define el comienzo de Fortune Lover, así como de su cuarto capítulo en adelante, se propone como un importante avance en la evolución de los mismos, ayudando a sostener el peso de la columna vertebral de la obra.

Hablamos, por lo tanto, de una de esas obras que salen de la tangente de lo conocido sin necesidad de apuntar a recursos complejos y que, pese a jugar con tropos y sostenerse en el humor como base, consigue sorprender capítulo a capítulo, sacando siempre una sonrisa con las excentricidades de sus personajes. Sin duda, una entrega más que necesaria en un momento como el que estamos viviendo.

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Óscar Martínez

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Escribo más que duermo. Ávido lector de manga y entusiasta de la animación japonesa. Hablo sobre ello en mi tiempo libre.