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68 SSIFF: EL OLVIDO QUE SEREMOS

LOS ANTECEDENTES

“El niñoyoamaba al señor, su padre, sobre todas las cosas. Lo amaba más que a Dios. Un día tuve que escoger entre Dios y mi papá, y escogí a mi papá.” Con estas palabras comienza el homenaje escrito de Héctor Abad Faciolince hacia su padre, doctor, profesor universitario, activista por los derechos humanos, y en definitiva, una figura muy querida en su Colombia natal. El olvido que seremos se publicó hace quince años, y el destino quiso poner su adaptación cinematográfica en manos de alguien que en su día había disfrutado tanto de su lectura, que la regaló a todos sus allegados: Fernando Trueba. La película, que clausuró el 68 SSIFF, llegará a los cines el 12 de marzo.

LA PELÍCULA

Contaba Fernando Trueba en San Sebastián, que por muy halagado que se sintiese cuando le ofrecieron dirigir El olvido que seremos, en un principio no aceptó por considerar que sería imposible adaptar la obra. El mayor reto residía en ser capaz de condensar en un largometraje veinticinco años de biografía (más o menos ficcionada por el propio Héctor hijo). Sin embargo, encontró la forma de sortear ese “inconveniente”, y dado que estaba inmerso en otros proyectos cuando debía iniciarse la escritura del guión, le pasó este encargo a su hermano David Trueba, con quién no formaba tándem desde La niña de tus ojos.

La nueva película de los Trueba toma como guía el testimonio del escritor Héctor Abad Faciolince, que era solo un niño cuando comienza el relato, y casi un treintañero cuando los paramilitares asesinaron a su padre, que en aquel momento era candidato a la Alcaldía de Medellín por el Partido Liberal. “Los conservadores me tachan de marxista, a mí, que nunca leí a Marx. Y los marxistas me tachan de conservador, a mí, que siempre he perseguido la libertad. ¿Y saben lo que soy? Simplemente un médico, y por eso estoy del lado de la vida.” Probablemente no haya una frase que encapsule mejor el espíritu del doctor Héctor Abad Gómez. La película lo muestra en esa faceta, la de luchador empedernido por la salubridad o el agua potable para todos, incluidas las poblaciones más marginadas, pero también lo muestra en su día a día como esposo, como padre, como hombre bueno.

A Héctor padre, por ejemplo, le gustaban las rosas. Las cultivaba. Es uno de los pequeños y especiales detalles que pueblan los 136 minutos de metraje. El olvido que seremos nos abre las puertas de la casa del doctor para ser testigos del infinito amor profesado a su familia, de lo pedagógico que era más allá de las aulas y de su trabajo, con sus hijos. Toda esa parte pretérita la vivimos en colores cálidos, y después de haber sido sacudidos por la pérdida, a fuerza del paso del tiempo, la paleta de colores acaba cediendo al blanco y negro, bien entrados en el activismo, y cada vez más cercanos a ese fatídico 25 de agosto de 1987.

La película supera las dos horas; tal vez de no haberlo hecho Trueba no habría conseguido un equilibrio tan óptimo entre el retrato del Héctor profesional, el Héctor familiar, y el contexto histórico-político, una convulsa Medellín que, como telón de fondo, lo inunda todo. El olvido que seremos es impecable formalmente, y al mismo tiempo es humana y conmovedora. Una carta de amor a la memoria de un padre.

ELLOS Y ELLAS

Cuando le preguntaron a Héctor Abad Faciolince por un posible casting, él manifestó su admiración por Javier Cámara, quién por cierto le recordaba mucho a su padre. No pudo tener mejor ojo. Siendo el único no colombiano del reparto, Cámara tuvo la tarea extra de trabajar el acento. El resultado no nos termina de convencer, pero lo suple con creces convirtiéndose en la viva representación del hombre honesto y entrañable que era el doctor Abad.

A su lado está estupenda como matriarca Patricia Tamayo, y también es de destacar el acierto general con el reparto en lo concerniente a los más jóvenes. La narración en dos tiempos exigía el desdoble de actores para dar vida a los hijos del matrimonio tanto en su etapa infantil como en la adulta. Incluso los más pequeños tienen poco que envidiar a sus versiones de mayor edad.

LA SORPRESA

Héctor Abad Gómez fue pionero en la vacunación masiva contra la polio, y como puede verse en una de las escenas de la película, aconseja a su hijo lavarse bien y a menudo las manos. Es una curiosa coincidencia que las enseñanzas del doctor lleguen a la gran pantalla en un momento en el que están de rabiosa actualidad.

LA SECUENCIA / EL MOMENTO

El momento inevitable que sabíamos que iba a llegar antes de entrar en la sala, ese 25 de agosto de 1987. Es una secuencia larga, potenciada por la banda sonora, que nos lleva a ver las reacciones de todos los personajes. Hipnótica y desgarradora.

TE GUSTARÁ SI…

Si te gusta el cine de Fernando Trueba. Si te gustan los retratos de familia, o si quieres acercarte a la historia de Colombia y la figura de Héctor Abad Gómez.

LO MEJOR

  • Javier Cámara.
  • El corazón que desprende la película, manteniendo la esencia de la novela.
  • Lo bien integrado que está el contexto de la Colombia de los años 70-80.

LO PEOR

  • El acento colombiano de Javier Cámara acaba siendo lo más flojo del conjunto.

Aitziber Polo

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Criminóloga con sueños de directora. Pisé el cine por primera vez a los dos años. Con siete vi cómo un cocodrilo gigante se zampaba una vaca entera de un bocado en Mandíbulas, y empecé a leer a Stephen King (y así me he quedado). Mi película perfecta tendría guión de los Coen, banda sonora de Zimmer + Horner y plotwist made in Shyamalan.