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Por trece razones - El Palomitrón
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13 COSAS QUE NO NOS GUSTAN DE LA T3 DE POR TRECE RAZONES

La primera temporada de Por trece razones vino a aportar un interesante enfoque sobre el acoso sexual y escolar entre adolescentes. Tres años después, la serie se ha convertido en una parodia de sí misma y ha perdido foco. Su última temporada se nos ha hecho bastante cuesta arriba por estas trece razones, con spoilers incluidos:

1. Su nueva narradora

No parece que esa fuera la intención, pero la serie ha generado más consenso que nunca gracias a Ani, la nueva narradora de la serie: todo el mundo ha odiado al personaje. Además de introducirla en las tramas con bastante calzador, su empeño en estar en todas las salsas, hacer preguntas impertinentes y sospechar de todo el mundo, ha provocado tanto rechazo en los fans que la pobre Grace Saif (la actriz que la interpreta) ha tenido que borrar sus redes sociales. 

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2. El blanqueamiento de Bryce Walker

Posiblemente también por culpa del acoso en redes que ha sufrido el actor Justin Prentice, la nueva temporada ha tratado de blanquear al «villano» de las dos primeras tandas. El violador redimido se ha propuesto cumplir muchas penitencias con el resto de personajes, que han desarrollado una extra relación de dependencia hacia él. Todo de forma bastante poco orgánica y sin apenas transición. Si Chabeli pasó de niña a mujer entre disco y disco de Julio Iglesias, el alma de Bryce Walker ha pasado de azul oscuro casi negro a blanco roto en menos de lo que dura una cinta TDK de Hanna Baker. 

3. Clay sigue siendo Clay

No nos gustó en las dos primeras y sigue sin hacerlo en la tercera. El protagonista de la serie, además de seguir sin demostrar especial carisma, es experto en hacerlo todo mal, empeorar cualquier situación y complicarle la vida a la gente que le rodea. De esos personajes que disfrutamos más en las secuencias que no protagonizan. 

4. El homófobo homosexual

No es que Por 13 razones haya sido nunca una serie vanguardista, pero recurrir al cliché del personaje homófobo que resulta ser un homosexual reprimido (Montgomery de la Cruz) la convierte directamente en la ficción rancia que siempre trató de evitar ser. Hay tramas que en 2019 ya huelen a viejas (y a homófobas).

5. Las feministas irracionales

Jessica Davis decide crear un grupo de feministas para luchar contra el acoso sexual en el deporte. Ella, con su normativo pelo largo, maquillada y femenina, es de ideas moderadas mientras que las feministas radicales, de pelo corto y pose masculina, toman decisiones molestas e irracionales por puro odio al heteropatriarcado. Otra trama hecha con molde. Un molde de 1990. 

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6. Trama principal poco interesante

Uno de los grandes problemas de la tercera temporada: ¿nos interesa suficiente la desaparición de Bryce como para que todo orbite alrededor de eso? La respuesta es no, y más cuando venimos de dos temporadas con un nivel de complejidad dramática un tanto superior. 

7. Se ha perdido el espíritu crítico

Si en las dos primeras temporadas la crítica social era transversal a la mayoría de tramas de Por trece razones, en los nuevos episodios apenas interesan los mismos temas que antes daban sentido a serie. El misterio, las tramas amorosas y los conflictos internos no han sido lo suficientemente atractivos y para eso ya tenemos las siete temporadas de Pequeñas mentirosas

8. Episodios larguísimos, temporada eterna

El contenido y las tramas de la tercera temporada no justificaban los sesenta minutazos que duraban de media los episodios, muchos de ellos con poco contenido y sin avanzar mucho en la trama principal. Ni siquiera hubieran sido necesarios 13 episodios, pues las 13 razones hace dos temporadas que dejaron de hacer referencia a nada de lo que se contara en la serie.

9. El uso del color

Si habitualmente vemos como recurso habitual en los flashbacks el uso de colores fríos, la serie de Netflix nos ha vuelto locos con ese technicolor empleado para hacer referencia al pasado y los tonos azulados para narrar el presente. 

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10. No han suspendido nuestra incredulidad

A Por trece razones podríamos perdonarle muchas de las cosas expuestas en los puntos anteriores, pero lo que un drama adolescente de tono realista nunca se puede permitir es resultar inverosímil. Que todos acaben perdonando a Bryce en privado pero a su vez hayan dejado constancia de sus amenazas al mismo personaje, que nadie tenga coartada en la noche del crimen y que no existan muestras de ADN o cualquier otro tipo de pruebas incriminatorias nos ha hecho levantar la ceja varias veces por episodio.

11. Personajes desdibujados y desaprovechados

Que una serie tan coral haya necesitado incorporar a una nueva narradora se podría explicar si al menos personajes como Sheri o Courtney hubieran tenido tramas durante la nueva temporada. Además, protagonistas como Zach o Alex han quedado bastante desdibujados después de haber tenido mucho mayor peso en las tramas. 

12. La resolución

13 largos episodios que nos llevaban a resolver un único enigma: ¿quién mato a Bryce Walker? Del misterio principal nos esperábamos como mínimo un desenlace a la altura, pero la resolución ha sido tramposa (matando a la vez al asesino), mal ejecutada y dejando a todos los protagonistas libres de culpa y como si aquí no hubiera pasado nada. ¿Qué nos querrán contar en la cuarta temporada? 

13. El nuevo montaje de la 1ª temporada

Aquellos que se acerquen de nuevas a la serie se perderán la escena clave de la primera temporada: el suicidio de Hanna Baker. Y es que la Netflix de 2019 parece ser más mojigata que la de 2016. ¿Es imprescindible para entender su historia? No, pero sí supuso un acto de valentía muy aplaudido y que generó una conversación que no puede ser borrada tres años después. Algo que ha conseguido dejarnos otro regusto amargo tras un regreso bastante innecesario. 

Fon López

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He crecido viendo a Pamela Anderson correr a cámara lenta por la arena de California, a una Carmen Maura transexual pidiendo que le rieguen en mitad de la calle, a Raquel Meroño haciendo de adolescente con 30 años, a Divine comiendo excrementos y a las gemelas Olsen como icono de adorabilidad. Mezcla este combo de referencias culturales en una coctelera y te harás una idea de por qué estoy aquí. O todo lo contrario.