POR TRECE RAZONES: CINCO MOTIVOS PARA SU LECTURA EN INSTITUTOS
Pocas personas habrá que, a estas alturas, no hayan oído ya hablar de Por trece razones, una de las series con las que Netflix sorprendió la temporada pasada enganchando a la audiencia con una historia sobre adolescentes pero no solo para adolescentes. El suicidio de Hannah Baker (Katherine Langford) y las cintas que dejó explicando a cada uno de sus compañeros cómo influyó en su decisión de quitarse la vida eran el punto de partida de esta producción basada en la novela homónima de Jay Asher (Nube de tinta, 2017) que el pasado viernes 18 estrenó su segunda temporada. Eso sí, desvinculada de la novela.
Hoy, por si la campaña contra el bullying que la propia Netflix ha emprendido no es suficiente por sí misma, os traemos cinco motivos por los que el best-seller Por trece razones debería ser de obligada lectura en las aulas. Porque si hace años ya podríamos haberla catalogado de necesaria, hoy en día, con las situaciones que vivimos, prácticamente deberíamos hacerlo de imprescindible:
1. Para comprender que el bullying no entiende de perfiles…
Pensamos, o tendemos a pensar, que quienes sufren acoso escolar suelen ser los alumnos menos aventajados en cuanto a aptitudes sociales se refiere (los más vergonzosos, los menos inteligentes…) o quizá incluso los que físicamente no cumplen con los estereotipos que responden al perfil de «atractivos», pero Por trece razones visibiliza la cruel realidad del bullying: no hay un perfil determinado para sufrir este tipo de humillaciones. Cualquiera, por popular que sea, puede ser una víctima de acoso escolar por unos u otros motivos. Los de Hannah Baker, en concreto, empiezan como algo aparentemente nimio y acaban por desatar una cadena de acciones que ni la popularidad, ni las amistades, ni tampoco la belleza pueden frenar. Concienciar a los alumnos de que el acoso escolar es algo que cualquiera puede sufrir, incluso ellos mismos, es el primer paso para que esta práctica pueda llegar a su fin algún día.
2. … ni los acosadores tampoco
Del mismo modo que tendemos a pensar que la víctima de acoso escolar se acota a un perfil determinado, también tendemos a pensar que lo hace el acosador. Y no. La novela de Jay Asher nos enseña que, aunque pueda sonar crudo, todos llevamos un verdugo dentro que puede salir en el momento más inesperado. No hace falta darle un puñetazo a otro alumno a la salida del instituto para estar participando de alguna práctica de bullying. No hace falta grabar con tu móvil a quien le pega el puñetazo para estar participando de una práctica de bullying. Hay otras muchas maneras de ser parte activa del acoso escolar hacia alguna persona, y varias de las cintas que graba Hannah Baker son una muestra de ello. Estamos seguros de que, tras la lectura de Por trece razones, más de un adolescente conseguirá reflexionar, echará la vista atrás y se dará cuenta de que, aunque quizá inconscientemente, también ha contribuido a que el compañero de turno haya sufrido acoso escolar en mayor o menor medida. Y de ahí a que el alumno cambie esos pequeños comportamientos hay muy poco recorrido.
3. Para acabar con la cosificación de la mujer
Es el caso de la famosa lista de «lo mejor y lo peor», que sirve como uno de los detonantes para que la vida de Hannah empiece a cambiar radicalmente, pero con total seguridad también será el caso en el que se vea reflejada alguna de las adolescentes que se sumerja en Por trece razones. Es de vital importancia para institutos (y, francamente, para la sociedad entera) empezar a entender que ciertos comportamientos y ciertos piropos no son, para nada, algo que halague a ninguna mujer. En lugar de ello la acaban cosificando, como le ocurre a Hannah con su puesto de «mejor culo», y eso deriva en que los hombres de su alrededor acaben tratándola como un trozo de carne.
La cosa empeora si la chica en cuestión ha tenido algún comportamiento sexual que su alrededor no considere digno de «una señorita» (que en el caso de la novela no es más que un rumor), pues en esa circunstancia no solo su cuerpo pasa a ser un asunto de dominio público, sino que es la excusa perfecta para que la gente se sienta con algún tipo de derecho divino a tratar a esa chica en consecuencia a lo que se ha escuchado que ella hace o deja de hacer con su cuerpo. Y eso, lo sabrán nuestros adolescentes igual que lo sabemos nosotros, no ocurre si quien lleva a cabo los actos de libertad sexual es un hombre. La cosificación y el slut-shaming son dos de los temas de Por trece razones que, quizá, estén más a la orden del día. Y por ello serán dos de los temas más útiles para debatir en institutos y hacer entender a los jóvenes la importancia de acabar con la lacra del machismo social.
4. Porque «no» es «no». Y si no es «sí», también es «no»
Como todos sabemos, últimamente han ocurrido una serie de actos en nuestro país que han hecho que esta frase se escuche más que nunca. Las mujeres hemos salido a la calle y la hemos gritado alto y claro para no dejar lugar a las dudas que, parece, sobrevienen a algunos sectores de la sociedad: no es no. Y siempre será no (efectivamente, también lo será bajo los efectos del alcohol) salvo que haya un sí que cambie el significado. Simple, ¿verdad? Por trece razones sirve, una vez más, para que las generaciones venideras, las generaciones que están ahora mismo formándose, interioricen este lema como si de un mantra se tratase. Mujeres (y sobre todo hombres) deben saber que la libertad sexual implica que cada uno puede vivir su sexualidad como crea conveniente, pero sin asaltar la del resto. Los jóvenes deben entender (porque parte de nuestra sociedad parece que ya llega tarde para ello) que, aunque alguien decida vivir su sexualidad exhibiendo su cuerpo delante de todo el mundo, si no está consintiendo que nadie le toque, no se le debe tocar. Nunca, bajo ningún concepto. Si con la lectura de Por trece razones en los institutos se puede conseguir que los jóvenes se planteen, aunque sea, los porqués de la existencia de la cultura de la violación que está instaurada en España y en el mundo entero, habrá valido la pena.
5. Para concienciarse de la importancia del efecto bola de nieve
Lo que hace que la vida de Hannah Baker comience a tambalearse es un rumor. Nada más que un rumor de alguien que ha decidido que era buena idea fanfarronear delante de sus amigos y alardear de sus conquistas. Por supuesto que la persona en cuestión no lo hizo a sabiendas de lo que ello acarrearía, de la misma forma que tampoco lo hicieron todos los implicados en el suicidio de Hannah. Pero, como la propia protagonista dice en una de las páginas del libro, «nadie sabe con seguridad el impacto que tiene sobre la vida de los demás (…) Y aun así, hacemos las cosas exactamente igual». Lo que queremos decir con esto es que la lectura de Por trece razones es una buena ocasión para que los propios jóvenes reflexionen sobre todos y cada uno de sus actos, sobre todo eso que han dicho en ocasiones sobre sus compañeros de pupitre sin saber el daño que les podría hacer a estos. Sin saber siquiera si lo que decían era cierto o era, realmente, fruto de este efecto bola de nieve que hace que una cosa ínfima se transforme en una totalmente diferente. Una especie de teléfono estropeado que a veces puede ser inofensivo, pero otras veces puede ser el causante de que la vida de una persona se vea afectada por completo. Y sobre todo cuando hablamos de adolescentes, muchos en pleno proceso de encontrarse a sí mismos y de formar su personalidad, el efecto bola de nieve puede afectarles mucho más de lo que podríamos pensar en un principio.
Estos son solo cinco motivos para que la novela de Jay Asher Por trece razones, que recientemente ha seguido dando visibilidad a todos estos temas en su segunda temporada, sea una lectura obligatoria en institutos españoles. Porque más allá del entretenimiento literario o televisivo, Por trece razones aborda temas que nunca han estado más en el candelero que actualmente y que los jóvenes no solo tienen que saber que existen, sino que deben reflexionar sobre ellos. Porque ellos son la sociedad del mañana y son ellos los que deben ser educados para que, valga la redundancia, eduquen a su vez concienciados para que todo lo que ocurre en Por trece razones sea cosa del pasado.
Silvia Martínez