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UN FIN DE SEMANA EN CANNES

Un fin de semana en Cannes

Papá, mamá, ¡me voy a Cannes!

Estas fueron las primeras palabras que dije un sábado, justo hace un par de semanas, al recibir un e- mail por parte de la organización del Festival de Cannes, Francia. Días después, tras pasar seis o siete largas horas en la carretera, la aventura en Cannes acababa de empezar.

La Croisette estaba repleta de gente y, sobre todo, de largas escaleras. En ellas, colocadas como si de un Tetris se tratara, esperaban impacientes los fotógrafos, preparados para sacar las mejores fotografías del día, un viernes 18 de mayo del 2018, que era el penúltimo día de festival y el primero para mí. Un viernes en el que el gran Teatro/Sala Lumière proyectaba la última película a concurso, Ahlat Agaci (The Wild Pear Tree).

Asistir a las premières no es nada fácil, pues solo se accede con invitación. Como no tuve la suerte de conseguir una, decidí inspeccionar el Palacio del Festival. Este, interminable, estaba lleno de gente, salas, periodistas y azafatas. De lejos se oían gritos de emoción. Los actores estaban llegando. La gente llevaba esperando largas horas bajo el sol, dispuesta a conseguir una entrada gratuita para esa última proyección. Otros, en cambio, solo esperaban ver a algún famoso de Hollywood.

A pesar de esta espera, pocos actores conocidos dentro del «mundillo cinematográfico más comercial» aparecieron en la alfombra roja el pasado viernes en el Festival de Cannes. Este año parece estar repleto de artistas franceses, turcos, chinos, japoneses y coreanos (un elevado porcentaje de las proyecciones a competición oficial están realizadas por países asiáticos). Más internacionalización. ¿Será Cannes una gran puerta al cine más desconocido de Oriente y sus alrededores? 

No obstante, hay que reconocer que Cannes fascina e impresiona. El impacto visual de las calles, las luces y el personal de seguridad invaden la ciudad. Mis primeras impresiones fueron positivas, pero ¿y el glamour? La fina línea que existe entre lo más posh y lo cutre persiste en toda la Croisette.

El viernes, mientras paseaba por la playa, pude disfrutar de largos vestidos, últimas tendencias en accesorios y, a la par, pude observar a mujeres de edad avanzada con batín y zapatillas, sentadas en sillas de plástico, viendo la vida pasar.

Mi primer día en Cannes fue, en general, movidito, repleto de kilómetros, ganas e ilusión. Lo más sorprendente al final de ese largo día fue la magia que hubo durante la proyección de Bagdad Café en la playa. El director, Percy Adlon, 31 años después, apareció y presentó su película de nuevo. La gente atendió y disfrutó de su famosa banda sonora. Personalmente, creo que el formato «cine en la playa» es muy interesante. La gente comparte minutos con el chico o la chica que está sentado a su lado, y mientras, tiene la arena de Cannes a los pies.

El sábado la cosa fue muy distinta. Pasé gran parte del día encerrada en el Palacio de Festivales. Concretamente, sentada en las distintas salas: Buñuel, Bazin y Debussy. Allí, pude disfrutar de tres proyección a competición reestrenadas y galardonadas: Le livre d’image, Under The Silver Lake y Ayka (My Little One). La primera, de Jean-Luc Godard, galardonada con el premio honorífico, se proyectó a las 10:30 de la mañana. La sala quedó llena en pocos minutos. El filme Le livre d’image está formado por constantes superposiciones de escenas en confrontación con la realidad con un sutil juego de silencios, planos de la pantalla completamente en negro y la voz de Godard narrando su visión del mundo actual y la guerra. A pesar de ser una de las galardonadas y favoritas del palmarés de Cannes 2018, la sala se fue vaciando a los pocos minutos de empezar la película. La rareza y el arte de Godard no agradan a todos.

Por la tarde, me aventuré dentro de la película Ayka (My Little One). Hay que señalar que las colas en Cannes para poder visualizar una película son inevitables. Es imposible asistir a todas las proyecciones, ya que uno pierde mucho tiempo esperando para poder entrar en las distintas salas del Palacio del Festival. Ayka (My Little one), película galardonada con el premio a Mejor actriz, es muy dura. Samal Yesyamova interpreta a una joven de 25 años que vive en Rusia, acaba de tener a su hijo (al que abandona), no tiene un trabajo estable y debe 20 000 $. Esta película es una historia agresiva que refleja la dificultad que tienen algunas mujeres para poder sacar adelante sus propias vidas.

A media tarde, justo a las 18:30, pude disfrutar de la gran película americana Under the Silver Lake, dirigida por David Robert MitchellEste filme mezcla el drama, el misterio, la muerte en forma de suicidio y el humor. El actor Andrew Garfield interpreta a Sam con un papel protagonista muy acertado. Under the Silver Lake trata de la búsqueda de Sarah, una chica que desaparece, y Sam, involucrado en medio de un conjunto de pruebas como si de una escape room se tratara, intenta buscarla para demostrarle su amor. El filme no dejó indiferente a nadie. La música acompañó las escenas de misterio con precisión, pero el actor y su forma de interpretar/actuar hacía que la película se convirtiera en una pura comedia.

Más de cinco horas delante de una pantalla, y tres películas después, dejaron aún espacio para poder disfrutar de la última proyección de cine en la playa de Cannes: Cyrano de Bergerac, el clásico dirigido por Jean-Paul Rappeneau e interpretado por el famoso actor francés Gérard Depardieu.

La magia esta vez se reflejaba en el horizonte de la playa. Los yates y los cruceros iluminados estaban ya preparados, como una servidora, para abandonar Cannes, al menos hasta la nueva edición de este próximo 2019.

Para finalizar mi valoración e impresiones de la 71.ª edición del Festival de Cannes, tan solo una crítica: la poca aproximación que tiene el festival con el público. Al fin y al cabo, son ellos los que irán al cine y generarán los beneficios económicos de las películas.

Es muy difícil (por no decir imposible) acceder al Palacio de Festivales y a cualquier proyección sin acreditación. Tampoco te dan facilidades para comprar entradas o para acercarte a los actores. Personalmente, creo que deberían enfocar el festival a todos aquellos cinéfilos que se pasean por la Croisette y que deberían ofrecer más proyecciones gratuitas o propiciar el acceso a la compraventa de entradas en otros espacios, como cines o salas próximas al festival.

En general, una velada repleta de cine, emoción y aprendizaje. Espero poder repetir próximamente.

 

Clara Ortega Bosch

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Alfonso Caro Sánchez (Mánager) Enamorado del cine y de la comunicación. Devorador de cine y firme defensor de este como vehículo de transmisión cultural, paraíso para la introspección e instrumento inmejorable para evadirse de la realidad. Poniendo un poco de orden en este tinglado.