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YURU CAMP S2: TRANQUILIDAD Y SOSIEGO EN POS DE APRENDER A ACAMPAR

Cualquiera que haya ido de acampada más de un par de veces sabe que hacerlo requiere un cierto ritmo, un proceso que le da orden a lo que esencialmente es tomarse la molestia de ir a dormir en medio de la nada. Un proceso que, como todo, solo empiezas a dominar si lo practicas. Por ejemplo, la primera vez que fui de acampada a la playa aprendí los pasos que tenía que tomar para evitar que la arena se metiera en mi saco de dormir. ¿El primer paso? No lleves los zapatos puestos dentro de la tienda, cabeza hueca. 


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Yuru Camp no es una guía de acampada en formato anime, del mismo modo que Dumbbell Nan-Kilo Moteru? no es un entrenador personal en formato anime. Pero algo que admiro acerca de la serie es lo mucho que aprecia el proceso, los pequeños pasos que, conforme se toman, hacen mucho más divertido acampar; al menos para mí. Esto se logra en gran parte gracias a la perfecta edición de la serie, la cual mezcla planos cercanos de los materiales y escenas en las que vemos las herramientas en acción, de modo que pasa de ser un simple montaje a ser una recreación del proceso realizada con amor.

Esto además se acentúa con el modo en el que pasa el tiempo en la serie, de una forma muy natural y casi inesperada. La cena que se prepara al final de la tarde solo se termina cuando el sol comienza a ponerse. Y como alguien que ha pasado días completos de excursión para acabar diciendo: «Ah, debería poner la tienda de campaña antes de tener que hacerlo tropezándome a oscuras con una linterna», es fácil sentirse identificado.

Es este proceso el que evita que Yuru Camp caiga en la trampa de convertir el acampar en algo puramente nostálgico. No llega al punto de convertirse en la película Deliverance y pasar a ser una historia con la moraleja de la incapacidad de la humanidad para controlar la naturaleza salvaje, pero tampoco teme mostrar las dificultades que entraña. Porque, si bien acampar es algo estupendo, también puede resultar duro en ocasiones. Cuando era pequeño y miembro de los scouts, mis líderes hacían todo el trabajo duro mientras yo jugaba con palos y hablaba de Digimon con mis amigos, así que acampar en aquella época solo era algo divertido. ¿La tienda de campaña está lista? ¿La comida está preparada? ¿Los sacos de dormir están puestos? ¡Genial! Supongo que puedo dejar de cazar sapos por un minuto e ir a comer. 

Pero según creces y vas adquiriendo más responsabilidades, acampar se convierte más bien en un proceso de intercambio. Ayudas a levantar el campamento y preparar la tienda, y acabas preparando la comida para que posteriormente puedas sentarte junto a la fogata a hablar de Magic: The Gathering con tus amigos. Cuando ya eres adulto tienes que encargarte tú mismo de comprar todo el equipo, y por supuesto, de hacer todas esas cosas antes de poder sentarte junto al fuego a beber y hablar de Digimon, pensar que ya estás viejo para Digimon pese a haber crecido con ella, y finalmente, aceptar que siempre te gustó y es lo que hay, porque ese es el ciclo de la vida.

Todo esto se refleja en Yuru Camp, donde según pasan los episodios vemos a las chicas del Club de Actividades al Aire Libre buscando trabajo para poder pagar sus viajes. Nadeshiko tiene acostumbrarse poco a poco a algunos de los retos que supone acampar, mientras que otros personajes los dan por sentado y los aceptan sin más. Trabajan para tener la oportunidad de hacer un trabajo extra que les dará la oportunidad de relajarse y experimentar la naturaleza. Pero como bien se muestra en Yuru Camp, todo forma parte de un proceso. Rara vez estás levantando la tienda en un complicado día de viento, o buscando leña y de repente piensas que todo te parece muy divertido. Es algo que simplemente es así. Es algo que forma parte de ese gran esquema que es acampar. Probablemente por eso cuando invitas a alguien a acampar, suelen aceptar o negarse por completo. Hay personas que encuentran cierta comodidad en todo este proceso, cierto ritmo, pero otras que no.

Personalmente he pasado algunas semanas en el Sendero de los Apalaches, un precioso camino para excursionistas que cubre el camino de Georgia a Maine. Lo he visitado en varias ocasiones; en verano, primavera, otoño e incluso en invierno, y cada una de mis visitas me ha supuesto una experiencia diferente. Una semana de verano que pasé al norte de Virginia supuso una semana de tormenta casi sin descanso, y recuerdo que pasaba el día con la preocupación de que el viento arrancara las estacas de la tienda del suelo. Un invierno pasé un larguísimo fin de semana al noroeste de Carolina del Norte, y es que tras perder los dos pares de guantes que me había llevado, estuve caminando todo el tiempo con las manos en los bolsillos. Tenía la sensación de que había decidido vivir una versión irónica de una de las grandes aventuras de Estados Unidos.

Pero lo que no cambió en ninguna de las ocasiones fue el proceso. Hay que escoger el lugar correcto, tienes que llevar contigo tus herramientas, plantar la tienda de campaña y preparar la comida. Llega la mañana siguiente y tienes que recoger el campamento y guardar los materiales; y debo decir que los diseñadores de tiendas y sacos de dormir jamás han pensado en hacer que sus productos puedan recogerse y guardarse de forma sencilla.

Y, en definitiva, eso es lo que creo que Yuru Camp hace mejor. No se acampa sin más, requiere de unos preparativos y se necesita ser meticuloso. Ver la serie no me hace querer ir a preparar mis cosas e irme al bosque a ver un amanecer, a disfrutar de unas aguas termales o tener unas preciosas vistas. Lo que hace es que me dé cuenta de que yo también aprecio todo el proceso que supone acampar, el esfuerzo que requiere y todo lo que implica. Y me encanta esa sensación de satisfacción al levantar la mirada, ver el campamento y pensar: «Qué bien me ha quedado». Y vosotros, ¿habéis tenido alguna experiencia relacionada con la acampada? ¿Cuál es el aspecto que más destacáis? ¡Contadnos y hagamos de este lugar una pequeña acampada virtual! 

Daniel Dockery


Artículo original escrito por Daniel Dockery, redactor del equipo de Crunchyroll. Texto del que previamente hemos pedido permiso a Crunchyroll para publicar en El Palomitrón por el interés que puede conllevar a nuestros lectores. 

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Publicista aficionada de las películas, las series y el cómic en general. No tengo un género preferido, pero todo lo gore me apasiona. Adoro viajar, y si algún día consigo ir a Japón, sin duda para el trayecto tendré preparada toda la obra de Sui Ishida.