THE GOOD PLACE: LA BRÚJULA MORAL DESPUÉS DE LA MUERTE
Michael Schur es uno de los grandes nombres de la comedia de situación americana. Desde que diera sus primeros pasos en Saturday Night Live, el creador ha sabido cómo encandilar a la audiencia con grandes personajes e historias que enganchan desde el primer momento.
Schur se estrenó con su propia ficción adaptando el éxito británico The Office, desarrolló el mockumentary con Parks and Recreation y se sumergió en la sitcom más tradicional con Brooklyn Nine-Nine. Con su última creación, The Good Place, innova en la comedia de situación introduciendo elementos fantásticos. Su tercera temporada está a punto de llegar a Netflix y analizamos qué es lo que ha hecho de ella una comedia imprescindible para esta temporada.
La serie comienza con una Eleanor Shellstrop (Kristen Bell) que acaba de morir y, sin recordar nada en un primer momento, se despierta en la sala de espera que la llevará hasta Michael (Ted Danson). Según el hombre, su vida ha estado marcada por una solidaridad total, y ese es el motivo por el que ha acabado formando parte de esa élite posterior a la muerte. Solo hay un problema: la Eleanor Shellstrop que se encuentra frente a Michael solo conoce el egoísmo y el pecado, y tras descubrir qué le espera en el «lugar malo» no piensa desvelar la verdad.
UN MUNDO IDEAL
El gran reto al que tuvo que enfrentarse Michael Schur a la hora de desarrollar The Good Place fue el de construir un «después de la muerte» creíble para la audiencia que fuese claramente ficticio. Para ello se inspiró en las sitcoms tradicionales y aplicó elementos fantásticos. De ese modo, el barrio en el que viven Eleanor y el resto de personajes podría formar parte de nuestro mundo de no ser por la facilidad que tienen sus vecinos para volar.
La sociedad post mortem creada por Schur intenta dejar a un lado la confesionalidad, pero sus puntos clave (separación de «cielo» e «infierno», comportamientos que pueden llevar a una persona a acabar en uno u otro, etc.) dejan patente una clara influencia de las religiones con mayor presencia en el mundo occidental. Además, y a pesar de la diversidad cultural de sus personajes, la trama evita tratar su religión más allá de si eran o no practicantes.
Schur plantea un «paraíso» formado por diferentes barrios, cada uno creado por un arquitecto diferente, en los que convive gente afín, con intereses similares como la comida o los pasatiempos. Habla de la necesidad de un alma gemela para pasar la eternidad a su lado y cómo, aun después de la muerte, la gente puede mantener sus objetivos terrenales (abrir un restaurante o ser cantante). Para todos estos detalles que hacen que el «lugar bueno» sea mejor está Janet (D’Arcy Carden), un ente encargado de conceder todos sus deseos a los habitantes.
LA LUCHA ENTRE EL BIEN Y EL MAL
Para conseguir que Janet llene tu segunda vida de felicidad, primero has de llegar a formar parte del «lugar bueno». Según la arquitectura de los dos mundos, en el «lugar malo» no se encuentran solamente aquellos que han llevado una vida negativa: también los que no han sido suficientemente buenos. Para acabar en uno de los barrios creados por Michael y sus compañeros, ha de llevarse una vida completamente ejemplar, como las de Chidi (William Jackson Harper), Tahani (Jameela Jamil), Jianyu Li (Manny Jacinto) y Eleanor… ¿verdad?
Los personajes de la serie son los instrumentos de Schur para mostrar la dualidad entre el bien y el mal. Movida por el miedo, Eleanor intentará convertirse en mejor persona, y para ello tendrá que confesar la verdad a su «alma gemela», Chidi. Eleanor demostrará un verdadero afán por progresar como persona e intentará aplicar las teorías filosóficas de Chidi en su día a día, pero también chocará con el debate interno entre hacer lo mejor para uno mismo o lo desinteresado por primera vez en su vida.
Otro de los recursos para marcar esta lucha interna son los filósofos a los que recurre Chidi. Conforme se vayan desvelando las tramas de cada personaje, el alma gemela de Eleanor explicará los diferentes modos de afrontar los problemas con teorías de Platón, Kierkegaard o Aristóteles, utilizando historias sencillas y conocidas por el público e incluso volviendo a explicarlas para un espectador menos educado en el tema. No recurre a grandes puntos en su trabajo, sino que busca las aplicaciones prácticas con las que explicaban sus teorías.
LA FÓRMULA SCHUR
El creador utiliza las tramas cómicas y los personajes para plantear un debate con cierta crítica social. En Parks and Recreation pone en evidencia la inutilidad de la administración pública por la falta de pasión de los que trabajan en ella; con Brooklyn Nine-Nine habla de la importancia de tener un grupo de personas que te apoye en todos los aspectos de tu vida, y con The Good Place intenta plasmar la lucha del bien y el mal (y todo lo que hay entre medias) ya mencionada.
Parte de lo que ha llevado a la serie de Netflix a convertirse en una de las comedias más vistas ha sido la estructura que siguen sus temporadas. The Good Place se aleja de las construcciones que rondan los veinte episodios, condensando la información y recurriendo a la sencillez. Ninguna de las temporadas emitidas hasta la fecha llega a los 14 capítulos, pero la corta duración de los episodios, el carisma de sus personajes y los cliffhangers presentes en cada entrega podrían hacer que se extendiera de forma indefinida sin recibir queja alguna de sus espectadores.
La serie protagonizada por Kristen Bell vuelve a la plataforma digital el 28 de septiembre con un episodio semanal, un día después de su estreno en Estados Unidos. Si estás buscando una nueva comedia con la que disfrutar o necesitas conocer cuál es el futuro de los personajes, no olvides dirigirte a Netflix cada viernes.
María Reinoso