Son muchas las cosas que han convertido Juego de Tronos en una serie excepcional. La propuesta de un mundo fantástico dividido en siete reinos, asolado por las guerras y los dragones, y amenazado por un ejército de muertos que avanza junto a un invierno interminable, tiene con el alma en vilo a millones de seguidores en todo el mundo. Con la última temporada, la octava, recién estrenada son numerosas las conjeturas que se publican en medios de comunicación y redes sociales acerca de qué cierre le habrán dado los guionistas a las múltiples tramas abiertas y, sobre todo, qué personajes conseguirán sobrevivir al apocalipsis blanco.

Más allá del final, que como seguidores de la serie esperamos disfrutar capítulo a capítulo, el episodio número 2, titulado Caballero de los Siete Reinos, rompió con la dinámica de violencia, muerte y sexo por la que suele transcurrir la historia. El capítulo, que fue muy importante en el desarrollo de la trama por las cuestiones que se revelan, está lleno de reencuentros y empieza a situar a los personajes en el nuevo esquema del mundo que, por otro lado, parece estar a punto de desaparecer. Un capítulo escrito con un carácter muy femenino, que deja a un lado la testosterona y se centra en el lado más emocional de los personajes. Porque por muy malos que sean, todos tienen un lado tierno con el que es imposible no empatizar desde la butaca del salón. 

Y si el capítulo número dos de esta última temporada fue un remanso de paz, el tercero, The Long Nigth, no es apto para personas con problemas de corazón. Los más de 80 minutos que dura te dejan sin aliento y sin duda justifican los más de tres millones de dólares que ha costado su rodaje. En suma, una de las escenas de batalla más largas que se ha rodado, con una fuerte carga de adrenalina visual que sólo se suaviza gracias a la banda sonora y a unos brillantes planos del vuelo de los dragones por encima de las nubes, lejos del bullicio de la batalla. Realmente espectacular. Y, de nuevo, un episodio en que las  mujeres juegan un papel esencial.   

Y al principio fue mujer

No creo que sea un spoiler comentar que toda la trama se desarrolla a partir de una historia que tiene en su centro a una mujer, Yliana Stark, amada por dos hombres miembros de estirpes diferentes. A partir de ahí, los celos desatan las más bajas pasiones del ser humano, entretejidas con traiciones, mentiras, venganzas, odios y engaños que van a más, convirtiéndose en luchas, guerras y enfrentamientos enfermizos entre los diferentes reinos. El amor lo puede todo, ¿o no?

Y es que, entre las muchas virtudes de Juego de Tronos está la de presentar a las mujeres de una forma sincera y realista, alejada de los estereotipos y los remilgos con los que se suelen tratar en las series épicas a los personajes femeninos. El señor de los anillos o Star Wars, son un ejemplo de ello.

Desde el principio, Juego de Tronos ha contado con las mujeres y las ha colocado en su universo al lado de los hombres. Mujeres guerreras, poderosas, estrategas o al mando de ejércitos. Mujeres que se han revelado ante su destino después de ser vendidas como esclavas o dadas en matrimonio. Mujeres que se han ganado su puesto luchando al lado de sus huestes. Y gracias a todo ello, han sobrevivido capítulo a capítulo, como se sobre vive en la vida real.

Un espejo del nuevo paradigma en el que se empieza a reconocer el papel de lo femenino (y no necesariamente de lo feminista). Porque las mujeres siempre han estado ahí, contribuyendo al desarrollo de la economía, de la sociedad, de la geopolítica… aunque en muchas ocasiones no se haya reconocido su papel o se las haya colocado en un segundo plano.

Guerreras en un mundo de hombres

Danerys tiene sus dragones y eso, lógicamente, es una ventaja, pero, ¿qué pasa con Arya (Maisie Williams)? La joven quería convertirse en una guerrera y lo ha conseguido a pesar de la oposición de su padre. A lo largo de la serie, hemos visto cómo se transformaba y pasaba de ser una niña que quería ser caballero, a una mujer más fiera que un Inmaculado.

Brienne de Tarth (Gwendoline Christie), quien fue armada Caballero de los Siete Reinos por Jaime Lannister, es otra de las protagonistas que consigue su objetivo siendo fiel a su palabra, coherente y muy buena manejando la espada, por supuesto.

Asha Greyjoy (Gemma Whelan) es otra guerrera, heredera del trono de las Islas del Hierro, donde viven del saqueo de los pueblos costeros. Asha es la comandante de una flota tripulada por ladrones y violadores. Se ha ganado su confianza siendo una gran guerrera que no duda en hacer incursiones para salvar a su hermano, luchar contra su tío por el trono o seguir a Daenerys Targaryen en la lucha contra los caminantes blancos.

Ellaria Arena (Indira Varma) y sus tres hijas son también luchadoras crueles y sanguinarias que no dudan en asesinar si es necesario.

Hermosas, inteligentes y estrategas

Lejos del típico papel de princesas bellas y delicadas que esperan sentadas en la torre de su castillo suspirando por que un príncipe azul venga a salvarlas, las princesas de Juego de Tronos son mujeres inteligentes, estrategas e incluso sanguinarias, que se alejan del tópico habitual.

Daenerys de la Tormenta (Emilia Clarke) destaca por su fuerte carácter, gracias al cual ha podido sobrevivir. Su belleza la hizo digna de convertirse en Khaleesi, pero es su inteligencia y determinación la que la mantiene en ese puesto y la hace crecer. La madre de dragones cuenta con la espectacular ayuda de los estrategas y consejeros adecuados en todo lo que hace, para llegar a convertirse en una reina merecedora de ocupar el Trono de Hierro.   

Cercei Lannister (Lena Headey) es la mala de la serie por derecho propio: una mujer muy hermosa y tremendamente cruel; que ha visto asesinar a sus hijos y a su padre; que mantiene una relación incestuosa con su hermano, y que no le tiembla el pulso ni para dar un beso con veneno mortal a una enemiga, ni para hacer volar por los aires un septo lleno de gente que considera una amenaza.

Sansa Stark (Sophie Turner) es uno de los personajes femeninos que más sufre precisamente por su condición de mujer. Primero prometida a un rey que la repudia, casada con Tyrion Lannister (de quién huye y finalmente), casada otra vez mediante engaños con el cruel y sanguinario Ramsey Bolton, quién la somete a todo tipo de torturas. Sansa no duda tampoco en hacer justicia, dejando que Ramsey muera devorado por sus perros o que Arya le corte el cuello al traidor Meñique. Convertirse en Señora de Invernalia es un reconocimiento a su fortaleza.

Margaery Tyrell (Natalie Dormer) es otra princesa que hace uso de su inteligencia para conseguir su objetivo de ser reina. De hecho, lo consigue dos veces. Una mujer manipuladora, sin escrúpulos y con mucho sex-appeal.

La serie nos ha regalado, además, la oportunidad de ver a niñas actuando como adultos en el papel de herederas de sus respectivas casas, dirigiendo ejércitos y apoyando decisiones estratégicas. Es el caso de la joven Lyanna Mormont (Bella Ramsey) y, en el otro extremo, el magnífico papel de Olenna Tyrell (Diana Rigg), la mano que mece la cuna y que, sin un ruido, va manejando los hilos de la tela de araña.

Jenny of Oldstones

En la última temporada de Juego de Tronos las mujeres tienen mayor presencia por número y por derecho propio. La canción que entona Podrick, el escudero de Brienne de Tarth, que habla de una joven que baila en un muro rodeada de fantasmas es toda una declaración de intenciones. Intuimos un guiño a la historia de los primeros hombres, una versión femenina del mito de Adán y Eva mucho más interesante y adaptada a los tiempos que corren.

 Marisa Cruzado